Tomaremos carne digital, salsa digital. Todo será suculento. Incluso mi abuela perderá el cuerpo, se volverá un ectoplasma en internet. Se convertirá en una nube sin consistencia dentro de la Nube. No podré abrazarla con mis brazos vulgares de carne y hueso, pero qué más da. Y los periódicos como si no pasara nada, en plan triunfalista. Publicando análisis sesudos de lo gris. Todo va bien. Te quitan el médico y te ponen internet. Progresamos adecuadamente. Nuestro mundo es el mejor y hay que seguir adelante.
Sustituyen la vida por la máquina. En realidad, se niega la vida, se decide que un ser vivo solo es una máquina muy compleja. Todo es cuestión de programas y mecanismos, de acciones y reacciones. Se les entrega la Tierra a las máquinas, se arrincona a las personas. Y no es solo que las personas pierdan trabajo, en el supermercado la empleada me sonríe mucho más cada vez que me niego a pagar en la máquina. También es que me deprime tremendamente tratar con máquinas en todas partes. Que me contesten al teléfono, que me sirvan una bebida, que me impongan la declaración de Hacienda, dicen que también me servirán la bebida en el bar. ¿Es muy raro que prefiera a una persona sonriente y viva que me hable de su tía del pueblo? ¿Que se relacione conmigo sin estar programada? El robot muerto y frío me dirá con sonrisa vacía: lo siento, eso no está en mi programa.
Sustituyen el cuerpo por la voz. No escuchas al ser completo que tienes al lado pero escuchas una voz en una máquina. Si la tuvieras al lado no le harías ni caso pero te pasas horas diciendo trivialidades con él si está en otra parte.
Sustituyen lo real por lo virtual. Ya no importan los seres vivos, importan sus imágenes a todo brillo en internet. Te pasas años mirando imágenes brillantes de un pez espada y no quieres ver el pez espada en el mar donde está. Una vez un fanático de la tecnología me dijo con furia: no me importa nada el pez espada real, prefiero verlo con toda nitidez en internet.
Sustituyen lo real por lo falso. En las redes sociales inventan todo y falsean todo. Sueltan todo tipo de desmesuras y de paranoias. Inventan la muerte de las personas. Manosean los datos. La realidad ya no existe, nos queda la duda sobre todo, o todo vale, todo se evapora. Cualquier capricho que uno tenga, lo primero que se le ocurra, queda registrado en internet. Le deseas la muerte a alguien en un segundo y lo escribes, no hay nada que pensar. Y se inventan personas falsas, cuentas falsas, datos falsos. Todo da igual, nada tiene importancia.
Sustituyen lo denso por lo trivial. Ya no es que sustituyas “El túnel” de Sábato o “El extranjero” de Camus por el best seller de la semana pasada que aún no pasó de moda. Ya no es que sustituya un ensayo reflexivo por un programa basura o un video estúpido. Ni siquiera eso. Incluso cualquier página pensada se sustituye por una frase apresurada, por un escupitajo. Por cualquier trivialidad que te venga a la cabeza y que no tengas que filtrar. Suéltalo todo, todo da igual, y nada vale nada.
Sustituyen la carne por el vapor (ni eso siquiera). Ya no es necesario tocar una piel, notar las clavículas de alguien, pasarle el dedo por la espalda. No es necesario ver el dolor, la angustia, la dicha, en el rostro con poros de alguien. Solo importa el vapor, las ondas, la nube, la inanidad. Lo inconsistente. El mundo se ha evaporado, el mundo ya no existe.
Sustituyen el aire por el tufo. En lugar del aire vivo que llena los pulmones, que te hace sentir lleno, tenemos ese tufo a cerrado, a cosa fabricada, a gas artificial. Todo se evapora, ya no tocamos, ya no vemos. Nos evaporamos, pero no para ser ángeles, sino para ser ectoplasmas, menos que ectoplasmas. Todo es artificial y todo es gaseoso, hay que ver cuánto progresamos.
Sustituyen lo mate por lo brillante. La vida real es mate, matizada, con sombras. Siempre esconde algo, siempre tiene algo debajo que la contradice. Pero ahora nos imponen lo brillante, lo estridente. La imagen tan nítida del ordenador de última generación que te rompe los ojos. La grabación de alta fidelidad de una pureza que te resulta muerta.
Sustituyen lo interior por lo exterior. Como los robots hacen muecas de emociones ya dicen que tienen emociones. A veces no me puedo creer tanta estupidez. Solo cuentan los datos en bruto, solo cuenta lo exterior. En eso ya estaba adelantado el conductismo norteamericano. La psicología humana se explicaba como puro mecanismo, el hombre no era mucho más que un robot. Y hasta se inventaron paraísos dictatoriales de manipulación a partir de eso, como Walden 2.
Sustituyen la literatura por el best seller, por el libro de consumo, como la coca cola. Los escritores ya no quieren comunicar algo, quieren decirle a la gente lo que ella quiere oír, para ganar dinero. No descubren nada, no discuten nada, repiten lo manido. Pero ya ni siquiera es el best seller, la novela negra cansina (¿quién mató el tendero?), la novela histórica trivial (¿a qué hora meaba la reina?). Y si no, los gorgoritos interminables de un Aira. Ni siquiera eso, ahora es soltar un twit idiota cada dos minutos y ver qué pasa.
El mundo entero se vuelve gaseoso, menos que gaseoso, desaparece. La gente ya casi no va por la calle, y si va por la calle no mira, solo mira su móvil. La gente está metida en internet entre imágenes chillonas y falsedades. Ya no hay ni una idea, todo son datos sensacionalistas y triviales que expiran a los cinco minutos. Ni siquiera son fuegos artificiales, ni siquiera vemos. No queremos ver nada real, solo flashes brillantes en internet. La persona se sustituye por la mueca. El pensamiento se sustituye por el ruido.
Pero los periódicos siguen con su el triunfalismo, todo va bien. Todo se está evaporando, pero todo va bien. Hay que digitalizar, digitalizar. Tomaremos parrilladas digitales, nos servirán vino digital. Y ni siquiera habrá que ir a ningún sitio, no tendremos que levantar nunca el culo del asiento. No necesitaremos el mundo entero, tendremos la pantalla del ordenador. O mejor aún, la pantalla minúscula del teléfono móvil. Será como el maelstrom de Edgar Poe que se lo tragará todo. Será como esa epidemia que ocurre en el mundo de “La historia interminable”, cuando países enteros se esfuman y se convierten en nada. Que viva el olor aséptico de la nada.