octubre de 2025

‘Fragmentos de un camino’, de Carlos Roberto Gómez Beras

Fragmentos de un camino
Carlos Roberto Gómez Beras
Isla Negra Editores

Colección Filo de Juego
San Juan, Santo Domingo, 2024

ITINERARIOS

La escritura de Carlos Roberto Gómez Beras (República Dominicana, 1959) permanece en continua vigilia, hace de la palabra un espacio abierto para encontrarse a sí misma. Es indagación y conocimiento. Se mueve alrededor de unos cuantos géneros literarios que expanden capacidades expresivas ensanchando sus límites. Así se entenderá mejor la sensibilidad poética de la entrega Fragmentos de un camino que, a juicio de la excelente poeta Mónica Manrique de Lara, es una entrega de piezas en prosa, a caballo entre el fragmento ensayístico, la precisa reflexión del aforismo y la voz introspectiva de la confidencia existencial.

Con escritos fechados entre 2021 y 2024, el paratexto de apertura añade citas de Miguel Veyrat y Roland Barthes. Ambos autores reflexionan sobre la ontología del poema y su capacidad para generar asombro y misterio; rastros intangibles donde nada está explícito. El cauce lírico requiere omisión y sugerencia. Frente al silencio, alguien habla para ahondar en su interior. De este modo, el poeta, editor y catedrático universitario, afincado en Puerto Rico, concede a sus poemas un fuerte epitelio metaliterario. Las palabras expresan lo que somos, viajan hacia dentro, acumulan las huellas invisibles de un camino. Clarifican, con luz tibia, los contradictorios itinerarios del pensamiento.

Como sucediera en su entrega anterior, La espiga que florece, las composiciones se convierten en una indagación sobre la naturaleza del lenguaje, sus posibilidades dialécticas y su capacidad regenerativa. Principio y fin, el pensar poético es ceguera que abre otra mirada sobre la existencia y comparte una panorámica diversa de paisajes interiores.

El avance argumental muestra la poesía como eje indagatorio. Cada fragmento tiene un claro carácter enunciativo donde reverberan intuiciones y apuntes especulativos. Voces que pronuncian y oyen respirar al poema, como un tangible silencio ensimismado, sin ninguna certeza aparente: “…la poesía nunca fue o será, sólo es luz tenaz y escapada de un cometa que viaja más allá de su olvido”.

El poeta Carlos Roberto Gómez Beras

El hablante verbal tantea las coordenadas que hacen visible la primera labor del quehacer lírico: la existencia elige su lugar en el centro de la nada. Es un deslumbramiento en blanco, una travesía azarosa por descubrir en el que se aprende a distinguir entre poesía y poema. La poesía es el goteo cadencioso del no sé qué que queda balbuciendo, un instante de luz en el que se refugia un legado intangible de verdad y belleza. El poema es ropaje verbal, condensa las imágenes. Contiene el misterio que renueva el autor cuando nombra las cosas, haciendo de la soledad y el silencio una casa habitable. De ambas orillas habla Carlos Roberto Gómez Beras, con luminosa precisión en el fragmento 18: “Si el poema es la expresión urgente, necesaria y vital de un sentimiento; la poesía, entonces es el rastro sin cuerpo de la herida que deja la vida”.

Fugaz y contingente, la voluntad se empeña en buscar más allá de la apariencia. Desde el rumor de lo vivido, convoca esas instantáneas capaces de intuir el vuelo desde la ceniza. Así recorre los tres senderos que, a juicio del poeta, trazan el recorrido que lleva a la poesía. El trío se completa con la forma como molde hecho de palabras, ideas y ritmo; en segundo lugar, la imagen como definición de lo insólito; y por último, la metáfora como recurso de transcendencia que traslada la realidad hacia lo sagrado.

Se ha comentado que el material del libro elige como pulsión lo metaliterario. Y desde ese enfoque la escritura convoca a casi todos los elementos del campo semántico: el acto de leer y los efectos secundarios que genera su práctica; el libro como bosque de signos y entidad gozosa de conocimiento personal: “Un libro es una casa llena de ecos y silencios”; la figura del editor, esencial e invisible como el timón que lleva a puerto; el crítico que divaga en una aleatoria ruta de pasos perdidos, desvelando sentidos e interpretaciones. O el arte, para trazar la imagen de un perfil invisible y desvelado, que hace de la poesía un peregrinaje vestido de intuiciones y dudas, hasta la cristalización completa del poema: “Sin el silencio las palabras fueran truenos, derrumbes y humaredas. Por eso, el autor debe callar para que sea el texto quien hable, dialogue y se defienda de sus propias palabras”.

Con el aire efímero de lo fragmentario y el pactado extravío de quien busca en el mundo un andén donde detenerse y pernoctar, la poesía resiste a la severidad del tiempo. Crea un paisaje intangible que emociona y conmueve. Impone su sensación de altura, cambiando la propia identidad.

Mediante piezas de expresión mínima, Carlos Roberto Gómez Beras apela a la intensidad de la esencia. Muestra un recuento de instantáneas que tienen a la poesía como constante argumental. En Fragmentos de un camino queda la estela, el desplazamiento que ha conformado la experiencia poética personal, las partículas con máxima concentración de un estar múltiple de pensador, poeta y editor, empeñado en comprender esa luz inasible que vive en el poema.

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