junio de 2025

‘Casa de muñecas’: Afinada adaptación de Eduardo Galán sobre el drama del genio noruego Henrik Ibsen  

¡Mis queridos palomiteros!

 El próximo 22 de junio finalizan las funciones de Casa de muñecas en el céntrico Teatro Fernán Gómez de Madrid, que dirige don Juan Carlos Pérez de la Fuente.

Producida por Secuencia 3 con la colaboración de Pentación, Saga, Magasaz, Hawork, Idetra y Timbre 4, se trata de una nueva versión de este popular trabajo del maestro noruego Henrik Ibsen -precursor del teatro simbólico-, que ha adaptado con tino el reconocido dramaturgo madrileño Eduardo Galán y que ha dirigido Lautaro Perotti —coescribió con Claudio Tolcachir y Sergio Bizzio la hermosa Rabia—, y que ahora se presenta como un montaje sobrio, que no excluye momentos de gran emotividad bien resueltos.

Así las cosas, Galán condensa con acierto el texto original, respeta su esencia y confiere a la historia tono contemporáneo que acerca aún más al espectador los dilemas de Nora en toda su pureza, sin traicionar el espíritu de Ibsen.

En cuanto a los personajes, María León se adueña del escenario con una Nora compleja, y carismática. Su trabajo actoral evita los extremos y construye un arco de transformación progresivo y de una importante hondura dramática, lo cual hace ver sus posibilidades en este registro tras haber transmitido en la televisión, principalmente, personajes en forma de comedia.

De esta manera, en los primeros compases León aporta ligereza a su Nora —casi dotándola de un halo de ingenuidad—, pero poco a poco irá cediendo espacio a un personaje de intensidad contenida, a una toma de conciencia firme que estalla con honestidad en la emblemática escena final. Su Nora no huye: se emancipa con lucidez y dolor.

A su lado, Santi Marín encarna a Oswaldo Helmer, al que se percibe en dos estadios emocionales, que oscilan entre la inquietante ternura y un arraigado egoísmo burgués. En este sentido, Marín matiza bien ese falso cariño que esconde una profunda necesidad de control. Eso sí, en ningún momento cae en la caricatura; muy al contrario, lo humano de su Oswaldo es precisamente lo que resulta más perturbador.

La señora Cristina Linde, interpretada por Pepa Gracia, ofrece el contrapunto: Gracia entiende al personaje como una figura de espejo para Nora, al que da vida con bastante autenticidad y ponderación, lo cual permite que se alcance el equilibrio del mencionado tono de la trama.

Por su parte, Óscar —gestionado con eficacia en todas sus aristas por el actor Patxi Freytez se aleja del estereotipo del villano al uso y sirve un personaje herido, vulnerable, y, en última instancia, redimido.

Por su parte, el doctor Peter Rank —en manos de Alejandro Bruni, reviste al personaje con aire de elegancia y melancolía, que acentúa la delicadeza de sus acciones.

Ayuda, y de qué manera, Lautaro Perotti desde su ajustada dirección. El argentino apuesta por una puesta en escena, puntualmente coloreada, pero depurada de lo accesorio, donde cada gesto, pausa o silencio adquieren gran notoriedad. Por ello, ha optado por evitar toda teatralidad innecesaria, a fin de que el conflicto nazca desde lo más interno de cada personaje. En este sentido, las miradas desempeñan un papel esencial. Por cierto, el uso del espacio escénico es funcional y suficiente, puesto que lo importante es poner en valor el encierro físico y mental de la protagonista.

Respecto del apartado técnico, Lua Quiroga ha diseñado unos módulos practicables y portátiles, que hacen las veces de escenografía y mobiliario, dominados por la simetría y el orden. A medida que avanza la obra, pequeños desplazamientos con estos módulos sugieren el desmoronamiento interno de ese hogar ideal.

La iluminación Luis García, sutil, atenuada y expresiva, guía al espectador por los estados de ánimo sin caer en clichés. El vestuario de la citada Lua Quiroga respeta los patrones del marco histórico del conflicto del autor noruego, cuya atemporalidad permite la integración en la escena de las nuevas tecnologías, que también sirven para reforzar la correspondiente vigencia de los temas tratados.

Por todo ello, esta versión de Casa de muñecas también es una propuesta honesta, austera, bien interpretada y dialogada, y profundamente humana, que funciona desde cualquier punto de vista y sigue interpelando al espectador al que deja con muy buen sabor de boca.

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