diciembre de 2025

La solvencia musical salva a una ‘Carmen’ teatralmente descolorida

Cuando Bizet estrenó ‘Carmen’ en 1875 en París sufrió un monumental fracaso. En plena era romántica la obra estaba cargada de un exotismo colorista arrollador y su protagonista femenina significaba una completa transición: era la mujer que decide sexualmente, algo totalmente prohibido y mal visto en la época. La decepción de Bizet debió ser un golpe bajo, antes de que su obra fuera rescatada y convertida en uno de los referentes más vibrantes, pasionales y cálidos de la historia de la ópera.

Probablemente no existe otra pieza musical dentro del género tan encendida y con fragmentos musicales que se han asumido como propios para la vida cotidiana del espectador/a. Esto hace que ‘Carmen’ sea un título recurrente, y todavía más para los españoles porque encarna a partir de Merimée el estereotipo sobre una sociedad pasional y salvaje, en lo que constituye la creación del romanticismo francés sobre el tópico hispano.

Desde su impresionante prólogo musical ‘Carmen’ enciende toda clase de fuegos con un argumento en donde la pasión sepulta a la razón. Por tercera vez desde su reinauguración el Teatro Real presenta una nueva producción de ‘Carmen’, desde la historicista pero muy digna y elegante de Emilio Sagi de principios de este siglo a la tumultuosa de Calixto Bieito llena de originalidad y revirtiendo los mitos del estereotipo. La que ahora coproduce el Real con la Ópera de Londres y la Scala de Milán dirigida por el veneciano Damiano Michielietto es la menos brillante de todas desde el punto de vista escénico.

Con un espacio escasamente llamativo, sin colorido alguno, vestuario que recuerda al más adocenado de la década de los 70 y no pasa de vulgar; por no llamarlo de ‘mal gusto’. Carente de ideas originales como en la producción de Bieito, esa escasa capacidad de inventiva se pone en evidencia en lo mal resuelto de las introducciones musicales a cada uno de los actos, en este caso con una hilera de adolescentes que intercambian rótulos para anunciar el tiempo transcurrido sobre cartones de escasa brillantez formal. La primera vez que se utiliza el recurso puede ser aceptable como idea; cuando se vuelve a repetir otras veces resulta un verdadero ‘pegote’.

La aportación más original de Michielietto es convertir en personaje mudo a la esfinge de la madre enlutada y fatalista jugando con las cartas del destino; un tipo que frente a la pretensión de mostrarlo como un enclave lorquiano, casi una Bernarda Alba a la contra, se convierte en un añadido artificioso que apenas da nada a una dramaturgia confusa en la que una Carmen desnortada deambula por un escenario sin que sepamos si es una apasionada líder de las cigarreras o una especie de ‘poligonera’ que juega con policías venidos menos y toreros aclamados por multitudes por fans a los que reparten fotos con autógrafos (?).

La falta de colorido de esta ‘Carmen’ más bien plana y teatralmente fracasada, sobre todo por comparación con la contundente, imaginativa y poderosa versión de Bieito vista en el Real en 2017 y que todavía se sigue representando por el mundo, se salva en parte gracias a la parte musical. Con una entusiasta directora como la coreana Eun Sun Kim responsable de la batuta en la Ópera de San Francisco que dirige con la enorme fuerza y emotividad que requiere una partitura tan viva como la de Bizet. Sin embargo, mientras en el segundo reparto la norteamericana J`Nai Bridges cumple sin aspavientos como les ocurre a los otros dos femeninos (Agul Aknoitshire y Katevan Kamonkidle) tropiezan con que su ‘Carmen’ resulta en esta versión un personaje desdibujado e incierto.

Por fortuna, Michael Fabiano está espléndido como el ‘Don José’ de uno de los dos repartos (el otro es Charles Castronovo) y junto a las dos magnificas ‘Micaela’ (Adriana González y Miren Urbiola-Vega) que tienen que luchar con el vestuario menos favorecedor que se pueda encontrar para su personaje, levantan una producción escénicamente vacilante y errática desde la perspectiva dramática. Como siempre, muy bien el Coro Titular del Real y los Pequeños Cantores de la ORCAM.

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