octubre de 2024 - VIII Año

Teatro Real: ‘Medea’: mitos de tragedia en clave de presente.

El recorrido teatral de la obra de Eurípides nacida tres siglos antes de Cristo ha sido largo y sinuoso. Una ‘Medea’ encarnada por las más variadas damas del escenario en fosos y tablas, con versiones del mito para todos los gustos. Pocas semidiosas dan para tanto: traición al padre y a la patria, asesinato de su hermano, arrebatada por la pasión a Jasón con quien yace sobre el vellocino de oro, engendrando dos hijos que ella acabará por matar cuando se siente traicionada por su objeto de deseo. Es raro encontrar personajes tan arrebatados, trágicos y enloquecidos como el de este mito.

Como parecía esperar a finales del XVIII en la transición del baroco a La Ilustración aparece como protagonista de un drama lírico de Luigi Cherubini (1760-1842) compositor que parece un compendio de la propia historia de Europa cuya obra ha tenido una suerte dispar. ‘Médée’ se estrena en París en versión francesa en 1797 en plena oleada postrevolucionaria, pero el horno no está para bollos y tiene un fracaso notable. Logra resucitar en Alemania y sobrevivir en los siguientes siglos sin llegar a formar parte de una obra de repertorio. Hasta los años 50 y 60 del siglo XX cuando María Callas la hace suya en versión italiana convirtiéndola en emblema privilegiado para una soprano trágica. En 1969 Passolini elige a la Callas para protagonizar su película.

El recorrido no acaba: en época más reciente ‘Medea’ vuelve a fosos y escenarios de ópera casi a la vez que se redescubre a Cherubini, un músico oculto entre las partituras de la historia cuya música es espléndida, y se pone en evidencia en esta ‘Medea’ que se representa en el comienzo de la temporada del Real. Lo hace en su versión en francés y con el último retoque: los recitativos ahora cantados que realizó Alan Curtis. Lo que resulta es una partitura que se mueve entre épocas muy distintas, que no es barroca pero tiene ecos de la época y que adelanta algunos movimientos musicales del XIX.

La ‘Medea’ de 2023 bajo la dirección musical de Ivor Bolton, una de las máximas referencias en la música barroca, en la lectura teatral del director Paco Azorín prescinde de cualquier naturalismo mitológico y de las referencias estéticas a lo que fueron las  ‘Medea’ de los teatros grecolatinos. La tragedia puede tener lecturas diferentes en clave contemporánea. Azorín no se recata de utilizar rótulos al principio del segundo acto para informar sobre la violencia vicaria en España, las mujeres que para vengarse de la traición o el desamor de un marido son capaces de matar a sus hijos. Esta Medea es una mujer apasionadamente enamorada dispuesta al asesinato cuando se siente traicionada. En la versión los hijos no son unos niños sino adolescentes de hoy que visten chaquetas de cuero, usan el móvil y tienen su propia vida y personalidad; muy lejos de los ingenuos tutelados y sin existencia propia de otras versiones. Aquí la imagen del asesinato se repite varias veces de forma obsesiva a lo largo de la representación, lo que exige avezados actores adolescentes-jóvenes que tienen gran cometido en la acción teatral.

Paco Azorín reúne una personalidad indisoluble de director-escenógrafo. En el abierto escenario de la caja escénica iluminada de negro se alza una imponente estructura de seis pisos con ascensor, combinada con una plataforma que alcanza un cometido versátil en la representación como un segundo escenario paralelo que se eleva a lo largo de la acción. El vestuario es mixto: totalmente contemporáneo, con trajes terrosos o negros en el caso de las mujeres con falda-pantalón, y argonautas/soldados que parecen comandos de hoy o miembros de la UIP policial, más alguna leve referencia greco-latina en Jasón. Azorín tiene un gran dominio de las tecnologías teatrales de nuestro tiempo y las sabe utilizar, especialmente la iluminación (Pedro Yagüe) o el video (Pedro Chamizo) que juegan gran papel en la representación sabiendo crear ambientes diversos a lo largo de la acción.

Y por encima de todo esté el sello del ‘estilo Azorín’ más allá de las escenografías: el movimiento escénico de personajes y coro, que tiene un gran papel dramático en la acción, aquí dirigido por vez primera por Jose Luis Basso su nuevo director. Nada es estático sino extremadamente dinámico lo que exige un enorme esfuerzo y unas condiciones físicas-vocales-actorales excepcionales a los repartos. Azorín tiene una alta estima hacia el teatro físico y esto se demuestra de nuevo con el gran juego que aportan los personajes circenses-atléticos de las furias que representan estrellas del ‘parkour’ de Madrid y Galicia con un dinamismo que va muy a favor de lo que se está contando.

El Teatro Real ha aprovechado el estreno de ‘Medea’ para homenajear a María Callas en el centenario de su nacimiento. Pero esta ‘Medea’ en francés tiene poco que ver con la de la famosa diva, en una época en la que todavía las representaciones eran estáticas, historicistas, de escaso movimiento escénico y carentes de las tecnologías teatrales de hoy. Porque la ópera ha cambiado de arriba abajo y hoy aparece como ‘arte total’ de integración de disciplinas variadas y tecnologías lo que viene a explicar la arrolladora presencia adquirida por los ‘régisseurs’ o directores teatrales desde finales del XX. En este caso exige unas condiciones vocales excepcionales, como cumplen las protagonistas de los tres repartos, Saioa Hernández, María Pia Piscitelli y especialmente María Agresta, con soberbios agudos, violentos cambios de registro y un gran trabajo corporal como actriz. En una producción en la que arrollan las voces femeninas, con las espléndidas Nancy Fabiola Herrera / Silvia Tro Santafé como ‘Néris’ o Sara Blanch/Marina Monzó (Dircé), y  simplemente cumplen los masculinos Énea Scala/Francesco Demuro (Jasón) que requieren gran presencia escénica. Ellas dominan y quedan a un gran nivel.

Esta ‘Medea’ del Teatro Real de la que se harán once representaciones en total es un gran espectáculo que prescinde de las referencias naturalistas y las estéticas mitológicas, que engarza el mito de uno de los personajes más trágicos hacia una relectura contemporánea en torno a la violencia vicaria, y convierte toda la representación en un alegato contra esa forma de locura destructiva. Bajo una configuración escénica de gran originalidad, que concluye en un climax apoteósico en el desenlace del tercer acto donde hay fuego real en escena, es un espectáculo rotundo, con el sello inequívoco de Paco Azorín, uno de los puntales de una generación de directores de escena españoles cuya carrera internacional es imparable en los mejores teatros del mundo. Bajo una concepción del espectáculo escénico totalmente contemporánea. Antes de entrar al  teatro el espectador está obligado a dejar prejuicios e imágenes del pasado sobre mitos greco-romanos cuando se hacían con túnicas y decorados pintados meramente referenciales; esta ‘Medea’ se acerca al espectáculo-total y sus diversos elementos forman un cuerpo que no deja indiferente.

Copyright fotografías: Javier del Real

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