diciembre de 2025

Byung-Chul Han y el catolicismo

¿Se ha hecho católico el filósofo coreano Byung Chul Han?, ¿cómo ha sido eso posible? Qué cosas pasan, ¿no?

Como ya se indicó en estas mismas páginas, el 29 de mayo de 2023, Byung-Chul Han (1959), el reciente Premio Princesa de Asturias de Humanidades 2025, es un pensador coreano que ha escrito su obra en alemán, y es también un filósofo peculiar. Sus ensayos poseen más enjundia y fondo que extensión y han tenido una magnífica acogida entre el público. Tras estudiar ingeniería y trabajar en la metalurgia coreana, marchó a Alemania a estudiar filosofía, con 26 años. Obtuvo su Doctorado en 1994, por la Universidad de Friburgo, con una tesis sobre Heidegger. Desde 2000, ha impartido filosofía en la Universidad de Basilea y otras.

En 2012 obtuvo un gran éxito de ventas, realmente colosal para ensayos filosóficos, con su obra La sociedad del cansancio. Esto le llevó a ser presentado en los medios de comunicación como una “estrella emergente de la filosofía” en Alemania. El pensamiento de Han, muy influenciado por el de Michel Foucault (1926-1984), entronca con las corrientes de pensamiento crítico con la modernidad acelerada y tecnificada, pero retoma también elementos del romanticismo, de la filosofía estética de Kant y del pensamiento oriental, obviamente.

En sus obras, Han intenta explicar la sociedad actual y sus problemas, pero no desde visiones positivas o negativas, sino para establecer verdades que, para él, es la tarea de la filosofía. Han considera que los actuales sistemas neoliberales no han suprimido la libertad, exactamente, sino que la explotan. Los hombres actuales deberían liberarse de las ataduras que les impone el poder para poder hacer lo que desean hacer, aunque les sea difícil conseguirlo: no mirar el móvil, dejar de angustiarse por las noticias, vivir con mayor sencillez, descansar de la hiperactividad de nuestras vidas, pasar un buen rato sin pensar en nada más que en pasar un buen rato, o quizá volver a rezar. Muchos desean hacerlo, pero sienten angustia y temor ante lo que sucedería.

La acción y la actividad están demasiado sobrevaloradas hoy

Uno de los conceptos más empleados por Han es el de “sociedad del rendimiento” (en alemán Leistungsgesellschaft). Según él, desde la sociedad disciplinaria analizada por Michel Foucault, se ha evolucionado a una “sociedad del rendimiento”, donde el sujeto no recibe de afuera la coacción, sino que se oprime a sí mismo en nombre de su libertad y su “realización”. Hoy los individuos se explotan a sí mismos creyendo que se están realizando.

Este nuevo tipo de sujeto típico del neoliberalismo se ha convertido en la víctima de un régimen de positividad, actividad y eficiencia que le conduce al agotamiento y a la depresión. Esta tesis conecta con la crítica de la racionalidad instrumental, pero adaptada a las dinámicas del actual capitalismo digital, que todo lo desborda.

El igualitarismo es un fraude

Otra de las líneas maestras de su reflexión está en la idea de que la sociedad contemporánea, cargada de sobreactividad, sufre una crisis de no-actividad (negatividad), de ausencia de quietud y contemplación. En su obra La expulsión de lo distinto (2016), Han acusa a la sociedad actual de ser muy poco tolerante, pues es incapaz de tolerar lo diferente, lo extraño, lo no-activo (negativo). A cambio, ha impuesto la perversa lógica de la igualdad igualitaria, donde todo ha de ser transparente, positivo y comunicable. Y esa pasividad (negatividad, dolor, silencio, contemplación) es un modo de resistir al imperativo neoliberal de la hiperactividad (positividad constante). Idea ésta que se inspira en la tradición dialéctica y en la mística oriental (el budismo zen), donde el vacío y el no-hacer son formas de sabiduría.

La vida en la modernidad tardía ha devenido una vida sin creencias, condenada a la desolación, efímera y vacía. Es ese modo de vida el principal problema que analiza Han. Al vivir aislado, el sujeto sólo puede preocuparse por sí mismo. Como dijo Nietzsche: tras la muerte de Dios, la salud se ha elevado a diosa. El sujeto del sobre-rendimiento (animal laborans), que se centra en su propia existencia, como si sólo él viviera en el mundo, necesita cuidar su cuerpo y cumplir con todas las expectativas de su vida. Al prescindir de poderes trascendentes externos, como Dios, la vida se torna lo más valioso. De ese modo sus acciones atienden en exclusiva a la individualidad y, así, el sujeto de rendimiento lleva a cuestas su propia prisión.

El catolicismo como refugio

Tampoco es novedad. En los dos últimos siglos, el catolicismo se ha labrado una bien ganada fama de ámbito de cobijo y hasta de asilo para espíritus inquietos. Y su historia está llena de grandes conversos, fundamentales para su arraigo y desarrollo. El Apóstol San Pablo, San Agustín de Hipona o San Ignacio de Loyola, por citar solo tres ejemplos paradigmáticos, fueron grandes conversos. En tiempos más recientes, desde el siglo XIX, especialmente en el mundo anglófono, hay toda una estela de ellos, cuyas conversiones admiraron y asombraron. El británico Cardenal Newman, los escritores ingleses Gilbert K. Chesterton, Graham Green y Evelyn Vaugh, el cantante francés Johnny Halliday, o el actual Vicepresidente USA, J. D. Vance, son nombres muy conocidos que sorprendieron con su conversión.

El caso más reciente —pero seguro que no el último— ha sido el de Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano del que aquí se trata, conocido en todo el planeta por sus ensayos breves y comprensibles sobre las angustias del mundo moderno. Su catolicismo sorprende a muchos y, sobre todo, es admirable el hecho de que acuda a misa a diario, cuando millones de personas han dejado de hacerlo semanalmente. Su pensamiento ha ido sintonizado poco a poco con la visión católica y de un modo muy profundo. Hasta el mismo Papa Francisco aludió tres veces a sus textos en la encíclica Dilexit Leo (2024), una de sus últimas encíclicas que trataba sobre el amor humano y divino del Corazón de Cristo.

Han parece apreciar en el catolicismo, sobre todo, el que le ha permitido encontrar dos ideas inspiradoras: 1) el valor de la quietud y de la vida contemplativa —en este mundo cargado de hiperactividad—, y 2) la priorización de la esperanza y de la trascendencia sobre el espíritu crítico, sin olvidar éste. Para él, la “muerte de Dios” anunciada por Nietzsche ha sido un acto de arrogancia del hombre de pésimas consecuencias para vida de las sociedades humanas.

Frente al pensamiento dominante hoy, situado al margen de Dios, cualquier pausa en una sociedad frenética como la actual ayuda al hombre a poder descubrir que existe algo más allá de lo material, concluye Han.

Cosas quizá sorprendentes en nuestro descreído mundo actual.

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Archivo Entreletras

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