octubre de 2024 - VIII Año

Europa: Sísifo y la piedra

La fuerza es patrimonio de pocos, las leyes, en cambio, de todos.
Demostenes

sisifookConforme avanza el calendario y se aproxima la fecha de las elecciones europeas, más me convenzo de que es la hora de la política, del diálogo y de una reflexión serena que piense el futuro y en el futuro.

El mito de Sísifo tiene, para mí, un carácter recurrente. Una y otra vez, me viene a la memoria así como los conceptos y las reflexiones que sobre él nos legó Albert Camus.

Quizás, llevando su pesada carga, Sísifo se vea realizado. Me parece que sin ese peso sobre los hombros no sería posible dar el siguiente paso y luego otro… de la misma forma que la paloma kantiana sin la resistencia del aire, no podría volar.

La Unión europea es un proyecto inacabado. De nosotros, los europeos, depende que prosiga su marcha o que encalle en el mar de los sargazos, se paralice y se descomponga.

Es la hora de la política. La política en primera instancia es lo que nos permite ordenar la convivencia y dotarnos de los instrumentos necesarios para articular adecuadamente nuestra existencia y para trazar una hoja de ruta sobre cómo queremos vivir.

Hoy están muy desprestigiadas las utopías… sin embargo, las distopías surgen por doquier y, desde luego, conviene atajarlas antes de que cumplan sus maléficos fines.

No creo exagerar cuando considero imprescindible y en un plazo relativamente breve, una regeneración institucional y democrática para adquirir vitalidad y resistir los envites con un alto potencial destructivo que padecemos.

El diagnóstico de lo que nos paraliza se ha realizado innumerables veces. Los Estados-Nación pierden poder. Los ciudadanos sienten que no participan en las grandes decisiones, porque esa capacidad de intervención se les hurta, dando lugar a una desafección cada vez mayor.

A veces, exageramos. Por ejemplo, los Big-Data tampoco son para tanto. Es más, los efectos imprevisibles de la inteligencia artificial no han hecho más que iniciar su andadura pero contienen un potencial que puede afectar enormemente a muchas realidades, sin ir más lejos, al concepto y distribución del trabajo. Hay que estar preparados para ello.

Por otra parte, el cambio climático es ya una realidad que enseña los dientes sobre su potencial destructivo, caso de no ser combatido de inmediato adoptando las medidas adecuadas, algunas de ellas de carácter urgente. Hemos perdido demasiado tiempo y hemos sido extremadamente duros de oído a los reiterados avisos a este respecto.

En este campo estamos en una situación límite y observo esperanzadamente como los jóvenes se han echado a la calle concienciados de este peligro inminente. No debemos defraudarlos sino todo lo contrario y que adviertan que somos muchos millones los que apoyamos su postura y estamos dispuestos a defenderla desde las instituciones pero, también, desde las movilizaciones. La calle no pertenece sólo a los populismos y a las fuerzas disolventes. Los europeístas conscientes, también, tenemos que ocuparla en apoyo de nuestras reivindicaciones.

parlaeuFrente a una visión mortecina y exangüe hemos de sacar fuerzas de flaqueza y demostrar nuevos bríos que nos permitan escuchar atentamente lo que dice y lo que piensa la sociedad por dentro y, en consecuencia, que pase a constituir un objetivo prioritario lo que ha sido tantas veces postergado.

Como tuve la oportunidad de leer recientemente, Europa es hoy un caballo de carreras que se ha partido una pata. De nosotros depende que vuelva a competir y que nos proporcione alegrías y emociones en ese hipódromo en que ha acabado por convertirse la geopolítica.

Si aprendemos a interrogar a las cosas nos daremos cuenta que el ayer todavía contiene elementos que no han sido debidamente explicados y que meditar sobre ellos, lejos de ser un anacronismo, posibilita poner en marcha itinerarios de futuro.

Podemos observar a nuestro alrededor ostentaciones ridículas y de un mal gusto deprimente que nos llena de preocupación, si se diera la ocasión, de que sus portadores y voceros pudieran tomar decisiones que nos afecten a todos, convertirían el suelo del viejo continente, en un pestilente lodazal con nuevos campos de concentración para los más débiles. Es común encontrar en la prensa europea a diario paradojas, contradicciones y pretendidos análisis sesudos que no encubren otra cosa que vaciedad, cinismo y mala fe.

Hace falta pertrecharse en los principios elementales de una lógica democrática y en lugar de ver pasar la vida, dejar que la vida nos atraiga y participar de nuestro momento histórico. Afirmar, por ejemplo, que Europa no está en almoneda y que un proyecto común de convivencia y de respeto a las leyes que nos hemos dado y a los derechos humanos, merece nuestro inequívoco apoyo, sin tolerar excepción alguna por parte de los Estados miembros.

Habrá que seguir pensando en lo que se nos viene encima. Habrá que ir desgranando opciones a la hora de emitir nuestro voto, habrá que apostar por más Europa y por más democracia, en lugar de permitir la invasión de nacionalismos excluyentes y de populismos.

Tendremos que argumentar que la política debe marcar el paso a la economía y no al revés, como viene sucediendo de una manera asfixiante.

Quienes creemos que es posible democratizar la globalización, tendremos que explicar el cómo, el por qué y el para quién, recordando el legado de figuras entrañables como Jacques Delors, con su coraje y con sus proyectos ilusionantes, frente a las posturas acomodaticias y al inmovilismo. Por eso, lejos de despachar la globalización con cuatro calificativos de trazo grueso hemos de hacer viable un itinerario que la haga compatible con la justicia social. Para mí esa y no otra es la principal tarea de la socialdemocracia y, por otro lado, es lo que ha realizado en las épocas en las que ha resultado más decisiva para Europa.

Hemos de comprometernos activamente en mejorar las condiciones de vida de la Europa de los ciudadanos. Sólo, de esta forma, lograremos recuperar la admiración que despertó la Unión Europea en el pasado siglo, recordando que lo principal son los ciudadanos, sus derechos y su bienestar.

Durante dos mil años el viejo continente ha vivido desangrándose en continuas guerras. Una vez más, merece la pena destacar que la Unión Europea puso drástico fin a esta hemorragia. Cuando se escuchan, de nuevo, tambores de guerra es necesario tener en cuenta lo que significa la paz como valor y el valor de la paz para la convivencia.

La lenta implantación de un lenguaje belicista y agresivo tiene sus efectos. Así la palabra pacto está hoy desprestigiada, precisamente cuando hay que defender los pactos multilaterales más que nunca, especialmente, con África para regular la inmigración.

Debemos tener presente nuestra herencia greco-latina: los valores republicanos, el coraje cívico y la valentía de quienes supieron enfrentarse a los problemas y retos de su tiempo.

parlaeu2Recuerdo una frase de Electra de Eurípides, el más moderno de los trágicos griegos, que aún hoy sigue sirviendo de aviso para navegantes, acomodaticios y cobardes ‘que nadie prefiera delinquir ni ser compañero de viaje de los perjuros

Frente a tanta intoxicación, hemos de mostrar a los partidarios de seguir construyendo Europa, que los pactos sociales del pasado fueron muy beneficiosos pero que ha llegado el momento de consensuar y de trazarse como objetivo, para el bienestar presente y futuro, nuevos pactos sociales que hagan hincapié en las necesidades vitales de los ciudadanos.

En otro orden de cosas, no debemos quedarnos atrás en proclamar nuestra sincera vocación multilateralista. Hoy, la política internacional está repleta de ‘matonismo’ y algunos mandatarios ven en el diálogo una señal de debilidad. Los clásicos, con su concepción de que la historia debe ser maestra de la vida, dan cumplida cuenta de cuales han sido los resultados nocivos de estos desplantes agresivos en el pasado.

Hemos de hacer todos los esfuerzos que estén a nuestro alcance para que lo que podríamos definir como el sistema de cooperación internacional, no se resquebraje bajo la presión de discursos demagógicos, cuyas consecuencias no tienen en cuenta los que los profieren de forma tan altanera y chulesca como irresponsable.

De ahí, que a la hora de construir un nuevo proyecto para la Unión Europea, considere que en sus cimientos ha de estar presente una reivindicación del diálogo y del acuerdo como métodos para solucionar los conflictos.

Sísifo sigue soportando sobre sus hombros la pesada piedra. En su actitud de resistencia y en su empeño por alcanzar el objetivo anhelado… está la razón de su existencia. Que encuentra cada día renovados compromisos para proseguir el esfuerzo, sabiendo que hay que empezar de nuevo una y otra vez.

Quien no se aparta del camino, quien tiene claro a donde quiere ir y quien es capaz de corregir la hoja de ruta cuando se desvía de su trayectoria, estará en condiciones de ganar el pulso a las fuerzas destructivas que ponen en peligro el proyecto europeísta.

Puede que estas meditaciones, formuladas con vehemencia, sean interpretadas por algunos sólo como un catálogo de buenas intenciones. Creo, por el contrario, que permanecer inmóviles… es un lujo que no podemos permitirnos.

Para los demócratas conscientes el voto tiene un gran valor. La posibilidad de poner en marcha proyectos en el futuro… comienza, precisamente, ante una urna que hay que llenar de ilusiones y de compromisos.

Después habrá que permanecer vigilantes y exigir que se administre bien el voto que hemos emitido.

 

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