A mí que me den hombres como Pablo Iglesias Gabriel Celaya
El pasado 2 de mayo conmemoramos el 140 aniversario de la fundación del Partido Socialista Obrero Español. Una vez más, al pasar por la puerta de Casa Labra sentí emoción, gratitud y una profunda admiración hacia la figura de Pablo Iglesias que con su impulso, inteligencia, liderazgo y visión de conjunto hizo que el poder de los trabajadores creciera en nuestro país.
Son estos momentos de moderada alegría. El Partido vuelve a coger aire y a demostrar que ha entendido y entiende, como pocos, lo que es España y que en la diversidad y en su capacidad por estar al servicio y mejorar la vida de tantos hombres y mujeres está su razón de ser.
Aún estamos analizando el resultado de las elecciones del 28M y ya estamos metidos en liza, otra vez, con las europeas, municipales y autonómicas.
En estos días se nos ha ido Alfredo Pérez Rubalcaba que representa, formidablemente, los valores del socialismo y que me hace recordar aquello de que ‘los socialistas no mueren… se siembran’.
Pablo Iglesias Posse fue admirable. Por eso, hay que estudiar su figura, su tiempo y sus realizaciones y, no limitarse siendo esto meritorio, a considerarlo como algunos han hecho, como un ‘apóstol laico’.
¿Qué aportó? Por encima de todo, una enorme capacidad de organización, una voluntad férrea, una encomiable disciplina… y algo que solamente está reservado a los mejores, a quienes dejan huella, su carisma y su capacidad de influir en cientos de miles de hombres y mujeres, predicando con el ejemplo.
Logró con tenacidad, con su gran capacidad de trabajo y con sus dotes tácticas y estratégicas, ventajas decisivas para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores e incrementar sus derechos.
Vivió en una España rural y agraria, todavía con escasa industrialización pero… donde ya se vislumbraba en el horizonte el poder de la clase trabajadora. Nos legó un Partido, un Sindicato a los que se dedicó incansablemente y un periódico El Socialista, que fue un poderoso medio de comunicación para los trabajadores.
Con su proverbial visión fue partidario de la huelga como instrumento de presión y como mecanismo para arrancar derechos… pero supo dosificarla, empleándola como un instrumento más para hacer organización y para avanzar. Dotado de gran coherencia, supo hacer frente a las consecuencias de sus actos. Despedido, encarcelado y calumniado. Tuvo el honor, sin embargo, de ser el primer Diputado obrero.
De firmes convicciones, llevo a cabo lo que la hoja de ruta que se había marcado le indicaba, no cayó en ese ‘tacticismo’ empobrecedor que en nombre del ‘mal menor’ incurre en frecuentes contradicciones y retrocesos.
Quizás, lo que engrandece más su figura sea su capacidad de resolver los conflictos mediante el diálogo y la negociación sin recurrir a la violencia. Era un gradualista, sabía la importancia de ir ascendiendo peldaño a peldaño… y, por encima de todo, era incansable. Sus escritos, su correspondencia y su enorme capacidad de trabajo, estando al tanto de cada agrupación que se abría y de cada paso al frente que se daba en cualquier lugar… completan el cuadro de un líder combativo y de gran talla humana.
Tengo un libro en las manos Homenaje a Pablo Iglesias en el año del centenario editado por la Fundación Pablo Iglesias. Es un texto necesario, útil y, por desgracia, poco conocido y citado. Jorge Enjuto en el prólogo, señala que luchó para hacer real su sueño. Especifica, asimismo, que supo mantenerse firme en sus principios y que su imagen debe ser vivo ejemplo para todos nosotros.
El principal interés –y tiene muchos- es que recoge en dos o tres páginas, por término medio, opiniones, comentarios y análisis sobre Pablo Iglesias realizados por intelectuales, profesores, escritores, poetas… que incorporan sus plurales puntos de vista, saben aportar sabiamente sus recuerdos, sus visiones y la huella indeleble que ‘el abuelo’ dejó en todos y cada uno de ellos. Unos son socialistas, otros no, pero ese es un mérito más del libro.
Las sesenta firmas que colaboran son de un gran nivel, tanto intelectual como humano. Es imposible decir algo de la contribución de cada uno pero baste con señalar a Bergamín, Aranguren, Tierno Galván, María Zambrano, Francisca Aguirre, Vicente Aleixandre, Buero Vallejo, Angelina Gatell, José Hierro, Tuñón de Lara, Ernesto Sábato y tantos otros.
¿De quién es patrimonio Pablo Iglesias? De todos los que veneran su figura, valoran su lucha, su inteligencia y su esfuerzo y saben ver en él reflejados los valores que a lo largo de estos ciento cuarenta años nos han infundido fuerza, nos han apoyado en los momentos de flaqueza y nos han hecho mejores. El poeta Gabriel Celaya, en la cita que sirve de frontispicio a este artículo, acierta a describir que hacen falta hombres con el arrojo y la valentía del tipógrafo gallego, que no se arredren ante las dificultades y que dediquen su vida a un ideal emancipador.
Cada lector tendrá sus preferencias, destacará los textos que le parezcan más atractivos, le emocionen más o coincidan con su carácter y con su forma de ver la realidad. Por mi parte, dada la extensión de un ensayo de estas reducidas dimensiones, habré de limitarme, muy a pesar mío, a tres aportaciones: la de María Zambrano, la de Tierno Galván y la de Buero Vallejo.
La pensadora María Zambrano, que ha sido una de las voces más destacadas del exilio y a quien se considera una creadora y filósofa de primera magnitud con ‘su razón poética’, dedica su particular homenaje a hablar de ‘la voz’ de Pablo Iglesias y de las sensaciones que producía en cuantos le escuchaban. Hija de Blas Zambrano, recuerda su infancia en Segovia, donde su padre era el alma de la agrupación socialista y, varias veces a la semana, conversaba en amenas tertulias con Antonio Machado.
María Zambrano sabe vincular de forma espléndida, al fundador del PSOE y de la UGT con nuestro poeta más emblemático. Cada uno de quienes lo homenajean sabe hacerlo desde un punto de vista que siendo original refuerza el conjunto. Para ella, Pablo Iglesias es un arquitecto que edifica con su palabra hablada un Partido, unas agrupaciones y un proyecto.
Al mismo tiempo, describe un emocionado recuerdo de Antonio Machado, el de un domingo en el parque de El Retiro, quizás un 1 de mayo, donde tuvo la oportunidad de escuchar la voz, las palabras encendidas de Pablo Iglesias. La impresión que le produjeron fue tanta –cito textualmente- ‘parece que es verdad lo que este hombre dice’. La voz de Pablo Iglesias para él era portadora del timbre inconfundible de la verdad y tan duradera que atraviesa el tiempo.
Ese intelectual profundo y agudo ensayista que, entre otras muchas cosas, fue Enrique Tierno Galván a quienes aún hoy los madrileños recuerdan por su labor como Alcalde, nos habla en su colaboración del legado más granado de Pablo Iglesias, que para él fue nada más y nada menos, que ‘un estilo moral de vida’. Supo llenar de sentido ético y de moral práctica, no sólo la acción sino la vida interna del Partido, marcando una línea de comportamiento exigente e integro, tanto individual como colectivo. Gracias a su legado, la clase trabajadora adquirió ‘mayor densidad moral y un sentimiento profundo de su propia dignidad y responsabilidad’.
Tanto Pablo Iglesias como Tierno supieron granjearse el cariño y el afecto del Pueblo de Madrid. Sus entierros fueron una manifestación nítida de respeto, y agradecimiento. Se congregaron para despedirlos cientos de miles de hombres y mujeres conmovidos por su ejemplo.
Antonio Buero Vallejo, ese solitario solidario, que con cada obra subía un peldaño más en su cuestionamiento moral, político y cultural a la dictadura y que recordaremos siempre por su Concierto de San Ovidio, su Tragaluz o su Fundación, fue él mismo un ejemplo de austeridad y de conciencia ética.
En su colaboración muy inteligente y calculada hace hincapié en la ejemplaridad que presidió toda su vida la obra de Pablo Iglesias. La emancipación de los trabajadores ha de basarse en la justicia social y en una sólida organización… siendo esto importantísimo no basta, ha de ir acompañada de ejemplaridad.
La tarea era ardua. Había que transitar desde la indefensión a la organización, de la ignorancia a la educación y de la debilidad a la fuerza obrera. Realizó este ímprobo trabajo acompañándolo de una moral intachable, sabiendo zafarse de las trampas que le tendían. No es posible extenderse más pero quiero hacer énfasis en lo que Buero llama ‘su aguda conciencia de clase’.
Pablo Iglesias no dejaba indiferente a nadie. A lo largo de su vida tuvo enfrentamientos dialécticos y diferentes posicionamientos con miembros relevantes del Partido como Jaime Vera. Es revelador a este respecto, que a la muerte de ‘el abuelo’ escribiera unas palabras conmovedoras y entrañables: ‘No extrañe a nadie nuestro cariño y nuestro sentimiento de admiración para mi viejo camarada Iglesias. Iglesias es nuestro órgano, Iglesias es nuestra lengua, Iglesias es parte nuestra; de nuestra carne, de nuestra sangre; Iglesias es un pedazo de inmenso corazón que hemos formado fundiendo en uno los corazones de todos’
Mi padre, siendo yo apenas un niño, me habló de Pablo Iglesias, de su entrega, de su lucha, de su inteligencia… unos cuantos años después leí el libro de Juan José Morato, Pablo Iglesias, educador de muchedumbres… y, desde entonces, mi admiración no ha cesado. Poco más tarde, comencé a militar en la clandestinidad, en Juventudes socialistas y en el Partido.
La influencia de Pablo Iglesias sigue moviendo corazones, impulsando voluntades e incansablemente, animándonos a hacer compatibles las convicciones políticas con una moral exigente.
La lucha de Pablo Iglesias en pro de la justicia social y de la emancipación de los trabajadores queda para la historia. En este ciento cuarenta aniversario de la fundación, sirvan como modesto homenaje estas emocionadas palabras de agradecimiento.