abril de 2024 - VIII Año

Antídotos frente al pesimismo español (II)

2018, II centenario nacimiento de Karl Marx

Tribulaciones y potencialidades del marxismo en España

karlmarxEn el capítulo anterior titulado ‘El pesimismo español y sus antídotos‘, abordábamos los orígenes históricos que determinaron un pasado de postración impuesto por las clases dominantes, Clero, Nobleza, Corona y Burguesía sobre el pueblo español a lo largo de la Historia Medieval, Moderna y Contemporánea. En el capítulo que hoy damos a la imprenta, pretendemos implementar aquella descripción con las reflexiones que sobre España formulara el pensador alemán Karl Marx (Tréveris, 1818-Londres, 1883). En su diagnóstico socio-político, superado evidentemente en variados aspectos por la historiografía actual, se perciben no obstante varias de las constantes cruciales que definen, aún hoy, las causas del discurrir histórico hispano. La reflexión sobre ellas y sus efectos no solo fortifica la necesidad y la vigencia de sus concepciones y la validez de su metodología políticamente transformadora, sino que ilustra vías en verdad transitables hacia un futuro democrático emancipatorio y posible para España.

Karl Marx mostró por España un interés inusitado respecto a otros países de Europa. En una colección de 12 artículos para el New York Daily Tribune, escribió en 1854: ‘España constituye uno de los capítulos más emocionantes e instructivos de toda la Historia Contemporánea. En esos artículos Marx resalta los reiterados y consecutivos levantamientos insurreccionales del pueblo español contra los validos reales y las camarillas, desde Álvaro de Luna, el marqués de Villena (siglo XV) y Adriano de Utrecht (siglo XVI), en Castilla; más Vasconcelos (regente en el Portugal hispano de Felipe IV), Santa Coloma en Cataluña, los Condes de Oropesa y Melgar bajo el reinado de Carlos II (siglo XVII), así como Godoy, además de los movimientos revolucionarios de 1808-1814, seguidos de los de 1820-23 y 1834-43 y en el año en que escribe, contra el conde de San Luis.

dalyConcentra su atención Marx sobre la singularidad de la Reconquista que, a manos de nobles y mesnadas populares, fue liberando territorios sobre los cuales se establecieron comunidades fragmentarias dotadas de leyes y costumbres propias del pueblo llano. De estas conquistas nació la importancia de las ciudades, herederas de una tradición romana de municipalidades, así como las Cortes, vinculadas al legado de los concilia visigóticos, donde estaban presentes los tres estamentos, pueblo, nobleza y clero. Municipios y Cortes limitaban, objetivamente, el poder real. Además, el litoral mediterráneo mostraba ciudades mercantiles prósperas como Barcelona, Valencia o Cartagena, conectadas a las grandes rutas comerciales. España exhibía un Norte de herencia vándala y visigoda, y un Sur de influjos culturales y consuetudinarios árabes.

Marx aborda la guerra de las Comunidades (1520-1521) como el intento de Carlos I de Habsburgo por destruir la fuerza de los municipios y la de Las Cortes, para erigir una monarquía absoluta tras desmontar la monarquía feudal. Las Cortes de Tordesillas, que protestan contra los abusos de la camarilla del rey encabezada por Utrecht, le habían recordado al monarca que él mismo era tan solo un ‘servidor retribuido de la Nación’. La derrota comunera en Villalar, en abril de 1521 y la decapitación de sus líderes, se llevó por delante buena parte de las libertades y costumbres populares y erosionó el poder de las ciudades y Las Cortes. Empero, el despotismo carolino toleró parcialmente cierta autonomía regional y periférica, por cuanto que ello le evitaba la molestia de una establecer una administración regular que nunca erigió. La centralización absolutista pretendida por el Habsburgo no acabó pues con la fragmentación regional derivada de la Reconquista. Por ello Marx consideraba que España, al igual que Turquía, componía un ‘aglomerado de repúblicas mal administradas, con un soberano nominal a la cabeza’.

Entretanto, mientras Núñez de Balboa, Hernán Cortés y Francisco Pizarro entraban en contacto con un nuevo mundo, España se ensimismaba allí en aventuras caballerescas y eldorados y, en Europa, se abismaba en la mística de una Monarquía católica universal en lucha contra el protestantismo y con la palanca de la Inquisición como herramienta consolidante del absolutismo regio, destacaba Marx.

Pujanza insurreccional

comunerosLas luchas populares e insurreccionales contra los abusos de camarillas regias y validos se prolongaron durante los siguientes siglos hasta que Napoleón Bonaparte piensa en 1808 que el Estado español ha muerto y se cree ‘capaz de confiscar España’, tanto como para permitirle inaugurar aquí una dinastía napoleónica propia. Pero, según Marx, la sociedad hispana se hallaba ‘repleta de vida, fuerza y resistencia’, potenciada por su historia insurreccional, que opuso cuando tropas napoleónicas ocuparon Madrid, donde el pueblo se alzó valientemente contra el ocupante, mientras la Corona, el alto Clero y la Nobleza se sometían sumisamente al invasor. A Madrid le siguió Asturias y la creación de numerosas juntas cívicas culminadas por una Junta Suprema. Con empuje revolucionario, España planta cara a Napoleón, actitud que Marx encomia.

En otros artículos Marx, que había subrayado el carácter revolucionario de la Guerra de la Independencia, del trienio liberal y del que integraría las desamortizaciones de los bienes de manos muertas de la iglesia desde 1792 a 1835, destaca el papel progresista de los militares liberales hasta mediado el siglo XIX, en que asumen un papel emancipador antiabsolutista y antimonárquico. Pero, mediada la centuria, el Ejército español, quizá por la escasa vertebración de la burguesía, se convierte en pretoriano y pasa a cumplir un papel retardatario de los cambios sociales demandados por la población, inmiscuyéndose reiteradamente en la vida política, como se demostraría con las dictaduras primo-riverista y franquista del siglo XIX.

El pasado del marxismo en España se caracteriza por no haber sido nunca la corriente hegemónica dentro del republicanismo ni de la izquierda obrera, habida cuenta de que la introducción de la Primera Internacional corrió a cargo del anarquista y diputado italiano Fanelli, exponente dentro de la Alianza Internacional de los Trabajadores, de la Alianza de la Democracia Socialista del príncipe ruso anarquista Mijail Bakunin, contraria al Consejo General de la Internacional encabezado por Marx y Engels. Federico Engels, que fue responsable de la Sección para España de la Internacional, fustigó duramente al anarquismo vigente en España del que señalaba que su ideario y programa antiautoritario, políticamente abstencionista y exigente de la abolición inmediata del Estado, había devenido en ‘un verdadero muro de contención para la difusión del marxismo y para la creación de un potente partido obrero’, pese a la energía revolucionaria que detectaba en España. Engels también, en un par de artículos en The New York Daily Tribune, critica en lo concreto al cantonalismo, expresión suprema del antiestatalismo anarquista, el abstencionismo político y la disgregación de fuerzas proletarias mientras subraya que ‘jamás pudo conducirse de peor manera un proceso revolucionario’, en referencia al desenlace de la Revolución llamada Gloriosa, que en 1868 derrocó la monarquía isabelina y dio paso a una República de incierto y efímero destino hasta 1874, con la Restauración borbónica manu militari.

Vera introduce el marxismo

jvera2Tras la introducción en España del marxismo por el médico y dirigente socialista Jaime Vera, esta corriente de teoría y acción emancipadoras halló su expresión más definida en el Partido Socialista Obrero Español y en su escisión de los años 20, el Partido Comunista de España; décadas posteriores, antes y durante la Guerra Civil, se vio signada por escasos desarrollos teóricos: el líder troskista Andreu Nin tradujo, con poca aplicación, ‘Revolución en España’, que aúna los artículos del propio Marx citados anteriormente; Julián Besteiro presentó su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas con un texto sobre el marxismo de corte académico. De la Generación del 98, apenas Miguel de Unamuno, socialista de la primera hora, fue el único en conocer su doctrina. Bajo el franquismo, el profesor Tierno Galván, socialista-marxista de pasado libertario, contribuyó a divulgar el marxismo en las aulas, así como un grupo de intelectuales ligados al PCE.

Sobre el futuro del marxismo en España, los desarrollos teóricos contemporáneos más destacados pertenecen a Manuel Sacristán Colás y a Francisco Fernández Buey, orientados a irrumpir en las controversias en torno al marxismo positivista del siglo XX mediante la explicitación al respecto de su supuesta cientificidad, que había llevado al marxismo a una esclerotización académica, acrítica o a una ortodoxia momificadora.

Sacristán aunaba en su persona los cometidos del intelectual y del dirigente político organizador, en el seno del PSUC catalán, comunista. Era rara avis dentro de los valores dominantes en los partidos marxistas europeos de la posguerra mundial, que apartaban a los marxistas teóricos hacia el mundo académico y les alejaban de la dirección política concreta. Su principal contribución fue el hallazgo de una tercera vía entre la totalización sintética y el reductivismo analítico desde los que era abordado el pensamiento de Marx. Para Sacristán, tanto Louis Althusser como Gyorgy Luckàcs consideraban que la teoría marxista era una Ciencia positiva, como tal cuantificable, de modo que las dimensiones cualitativas del pensamiento marxiano joven desaparecían y deshumanizaban sus concepciones, causa esta, a su juicio, del declive comunista. Sin embargo, el reresaliado profesor de la Universidad de Barcelona señalaba que ‘la finalidad del marxismo no es la de erigirse en sistema puro de pensamiento’ sino que más bien ‘se trata de una praxeología, una fundamentación racional de una práctica política orientada y encaminada a una transformación revolucionaria y emancipadora de la sociedad’. Ello le llevaba a considerar el marxismo no como una Ciencia positiva sino como esa fundamentación científica de una praxis, en la cual la Ciencia positiva ocupaba un papel complementario subordinado al proyecto emancipador social-comunista.

La influencia del pensador marxista y dirigente político italiano Antonio Gramsci sobre Manuel Sacristán Colás fue importante, si bien su principal propósito epistemológico y metodológico, dada su formación filológico-analítica, consistió en afinar el aparato conceptual marxista para politizar los fines liberadores de la clase trabajadora y, por ende, de toda la sociedad respecto del capitalismo. Asumió de Gramsci la importancia que alcanza la lucha por la hegemonía cultural en el combate ideopolítico.

Con el tiempo, Sacristán abandonaría la dirigencia orgánica militante para adentrarse, con el nuevo aparato metodológico activado, en las dimensiones revolucionarias ínsitas en otras fórmulas emancipatorias como el ecologismo medioambientalista y el pacifismo. Su discípulo Francisco Fernández Buey incluyó asimismo el feminismo dentro del matraz de los movimientos sociales a los que dedicó también numerosos estudios desde la revista Mientras tanto, fundada por su maestro, y desde otras publicaciones.

Olvidos y horizontes

explotacionA grandes rasgos cabe decir que, salvo por la corriente socialista adscrita al PSOE, encarnada por Izquierda Socialista, así como por algunos grupos minoritarios del PCE y la extrema izquierda, el marxismo en España ha sido hoy olvidado y obviado por la oposición de izquierda en nuestro país, la comunista incluida. A ello ha contribuido, sin duda, la satanización de esta crucial corriente de pensamiento y metodología dialéctica a la que fue sometida durante las cuatro décadas del franquismo, también desde todos los focos de poder vinculados al capitalismo más reaccionario, que proyectaron una imagen completamente falsa y premeditadamente desvirtuada de sus concepciones igualitarias y emancipadoras de la clase trabajadora y campesina. El peso aquí de la tradición insurreccional del anarquismo, con su estela de absentismo político y antiestatalismo de exigencia inmediata, más la incultura política intencionalmente generalizada, junto con la despolitización impuesta a la clase obrera y cristalizada en un apoliticismo muy extendido, dibujaron un cuadro en el que el marxismo halló enormes dificultades para germinar en España.

Cabe afirmar que como antídoto antipesimista, expandir el futuro democrático en España pasa por la re-asunción, por parte de la izquierda española, de conceptos marxianos cardinales aún vigentes y útiles –trabajo explotado, capital depredador, plusvalía, alienación, determinación infraestructural sobre ideas y valores, entre otros- así como por la actualización de su incompleta Teoría del Estado. Y ello porque el marxismo es aún hoy uno de los principales y más certeros aparatos metodológicos de análisis político aquí apenas desplegados; mediante estos, cabe interpretar y luchar eficazmente contra las nuevas formas de explotación capitalista coadyuvadas hoy por la informatización inhumanizante de los procesos productivos, hegemonizada en clave ultraliberal, a saber: precarización, marginación o exilio, impuestos a las clases mayoritarias españolas, mujeres, trabajador@s, pensionistas, imigrantes, y más sañudamente, a l@s jóvenes. Y todo ello con un aparataje mediático, desmovilizador y desinformador, sin precedentes en la Historia de nuestro país y del mundo.

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