Vive Claudio, en versos de sonora trascendencia, en la memoria, con Claudio Rodríguez, poeta zamorano de verso transparente, de cristalina luz, en poemas luminosos.
El sonido de su poesía, su eco, porque las palabras son solo algo accidental, como dijo José Manuel Trabado Casado en el homenaje de la revista República de las letras: “Las palabras son algo accidental, un envoltorio que esconden algo verdaderamente más valioso: el sonido. Acaso sea una lección de estar en el mundo y de apreciar el lenguaje”.
El poema es previo al saber, nace de la intuición y del hallazgo con una idea, con una imagen que vuela en el interior y que quiere salir al exterior, como dijo Jorge Rodríguez Padrón en el citado homenaje de la revista. El poema nace del instinto, es sorpresa, es revelación.
El poema es un canto, tiene un eco de una emoción que solo puede vivir dentro de nosotros.
La patria del escritor es su infancia, donde vivió de niño, esa Zamora que lo persigue en el tiempo, que le da aliento y luz, que se convierte en su paisaje amado.
Luis Rosales supo ver en Claudio el mayor poeta de los años cincuenta y sesenta, cuando dijo: “De los tres que me has nombrado (Goytisolo, González y Claudio Rodríguez), creo que la poesía de Claudio tiene un arranque hondo y profundo”.
Claudio arrastra sombras en su vida: la muerte de su hermana María del Carmen, la de su madre. Con cuarenta y dos años va cargado de muerte, pero se extasía ante el campo, ante la plenitud del amanecer. Vive el poeta de la contemplación, como dijo Andrés Sorel en el homenaje de República de las Letras a su figura: “Leyendo, contemplando la vida, sintiendo los olores, sonidos, tonos de luz, emociones, pálpitos de la existencia, etc.”.
La vida es cosecha, va cultivando amores, afectos, alegrías y sombras; como la luz del campo, como el campesino que cuida la tierra. Hay un afán de crecer, de engendrar el mundo cada día.
Escuchamos la voz del poeta, cuando dice en un poema del Don de la ebriedad, dedicado a su mujer Clara Miranda:
“Todo es nuevo, quizá para nosotros. / El sol claroluciente, el sol de puesta, / muere: el que sale es más brillante y alto / cada vez, es distinto, es otra nueva / forma de luz, de creación sentida. / Así cada mañana es la primera”.
Con Claudio, el mundo se crea de nuevo, está presente ese renacer en Don de la ebriedad, Conjuros, Alianza y condena, etc. Claudio sabe que es un milagro la vida y lo único que podemos hacer es celebrarla cada día.