LIBROS
Con la ley en los tacones. Bautizo de fuego. Carlos Grau. Novela Tattoo. Ediciciones Vitruvio, 2020
El por qué de esta novela
Como bien sabéis, soy Carlos Grau y he estado vinculado al cine desde que nací. De pequeño, cuando quería ser bombero o astronauta, mi padre, Jordi Grau, me hizo intervenir en alguna de sus películas; recuerdo ser el hijo de uno de los protagonistas de “LA CENA” donde corría al encuentro de mi ficcional padre y me lanzaba saltando a sus brazos igual que lo hacía cuando mi padre, esta vez el verdadero, venía de alguno de sus viajes o rodajes, tras estar algún que otro mes fuera de casa. También fui repartidor de flores en MUÑECAS DE TRAPO, torero en busca de una oportunidad en EL EXTRANGER-OH! DE LA CALLE CRUZ DEL SUR, o impaciente esperador de llamada en una cabina telefónica en TIEMPOS MEJORES. El caso es que, poco a poco y sin ser excesivamente consciente de ello, desarrollé el gusto por contar historias, en principio fueron cuentos, recuerdo tres especialmente: “El jersey que me había regalado mi abuela”, “Una planta en el jardín” y “El muñeco de nieve”. Ya en Estados Unidos, en un viaje pre universitario para aprender del inglés y de la vida, gracias a las cartas que le enviaba a mi madre, tan narrativas y visualmente descriptivas en las que aprovechaba el paisaje para expresar mi añoranza de España en esa tierra del norte de Norteamérica, donde la nieve y el frío se situaban en las antípodas de mis recuerdos, mis padres me sugirieron algo que yo nunca me había atrevido a pensar seriamente, ¿por qué no estudias cine? Me pareció bien pero claro, me habían enviado a Cleveland, donde un amigo de mi padre, José Labrador, era profesor de literatura en la CSU y en Cleveland el único estudio parecido al Cine era Mass Media Communication, así que ahí me matriculé. Como no era un lugar muy apropiado para un español, de veinte a cuarenta grados bajo cero en invierno, y no era una escuela de cine, volví aquel mismo verano a Madrid y allí me matriculé en Imagen y Sonido, lo que hoy es Comunicación Audiovisual, en la Complutense; actualmente soy doctor en dicha especialidad y he pasado más de una década prodigiosa siendo profesor universitario de dirección cinematográfica y guion de cine, entre otras bicocas. En 1983, al iniciar como estudiante el segundo curso de la carrera, hice mi primer corto en 35 mm, “CARNE DE CERDO” con la productora de Eduardo Campoy “Cinema del Callejón” y recibí por él el premio “Dama del paraguas” en el festival internacional de cine de Barcelona, exaequo con un corto de Peter Greenaway.
Posteriormente trabajé en varias películas de mi padre y en “Diario de invierno” de Francisco Regueiro, fui profesor universitario de Comunicación Audiovisual como ya he dicho anteriormente, hice más cortometrajes como guionista, director y productor ( ¿POR QUÉ LLORAN?, LOS CRÍMENES EJEMPLARES DE MAX AUB, ¡VAYA PAQUETE!, EL MEJOR DÍA DE MI VIDA Y NERU NERU) y escribí varios guiones para largometraje que no vieron nunca la luz. Sin embargo siempre me había impuesto mucho respeto el escribir directamente novela, pero gracias al impulso de mi mujer me convencí de realizar ese deseo que me tentaba desde hacía mucho, una conversación con la otrora cantante de ópera y gran amiga, Judith Borrás, fue determinante para dar el paso. Ella, basándose en la lectura de alguno de mis guiones, opinaba que yo escribía muy bien y que tenía cosas que decir. De nuevo los amigos, esta vez un gran amigo, José Morón y su maravillosa mujer Paloma Martini, me presentaron al editor Pablo Méndez, de la editorial Vitruvio. Le enseñé el primer manuscrito, lleno de imperfecciones, de “CON LA LEY EN LOS TACONES”, le gustó y tiró hacia delante con el proyecto. Yo lo he ido puliendo una y otra vez hasta llegar al libro que es hoy.
Bien pero, ¿por qué novela negra detectivesca y por qué protagonista femenina? Empezaré por la última cuestión: ya en mi primer corto “CARNE DE CERDO” abordaba el mal trato o, directamente maltrato, del hombre hacia la mujer. Desde una perspectiva bastante surrealista contaba cómo un grupo de mujeres casadas, lo que entonces se denominaba “Marujas”, se rebelaban y se organizaban en una banda de punkies que se dedicaba a matar y capar, literalmente, con sangre y todo, a sus maridos, uno por uno. En “EL MEJOR DÍA DE MI VIDA” la temática social de la falta de trabajo o del infra-trabajo para jóvenes muy cualificados era protagonizada por una mujer, la actriz Cristina Serrato, y sufría el añadido de dificultad y vejación que ser mujer implica. Ahora, en esta novela, he querido de nuevo mostrar que las viejas taras sociales siguen vigentes, mostrar los clichés sobre la capacidad de la mujer que tienen los hombres y que estos, en la mayoría de los casos, siguen dominando el cotarro. Pero han dado con un hueso y los tiempos ya no son lo mismo, María Cristina, que así se denomina la detective novata, se rebela contra esta estructura tan rancia y también contra este prototipo de hombre. Lista y luchadora no se va a dejar amedrentar y con ello quiero decir que no es una batalla perdida ni mucho menos, que cada vez es más débil el cliché y que se puede vencer, si todos los que pensamos que este tipo de actuación machista es un horror, nos unimos o por lo menos actuamos aportando nuestro grano de arena con una actitud más moderna y beligerante respecto a los abusos o menosprecios que, simplemente por ser mujer, siguen existiendo.
Como soy hombre (y eso no lo puedo ni quiero evitar), he buscado el testimonio de varias mujeres en las que apoyar la visión que pretendo dar de modo que represente ese sentir femenino ante dicha problemática.
¿Y por qué novela negra? Hace ya bastante tiempo Rosa García, la jefa de la productora Sagel Films, me dio a leer un guion para que contemplara dirigirlo, era sobre un policía corrupto que tenía como apodo “Chicago”. Aunque la película no llegó a realizarse, me gustó mucho el personaje y, en el proceso de trabajo y reescritura del guion para amoldarlo a mi espíritu, me percaté de las ricas posibilidades expresivas que ese mundo turbio, opresivo y lindante con lo más bajo, tenía. Desde entonces me quedaron las ganas de narrar una historia negra, pero que fuera más española que importada de los estereotipos que nos llegaban allende el Atlántico. Y luego vino el auge de los escritores nórdicos y su sórdido mundo, gélido e implacable. Maravillosos retratos de las personas y su sociedad. Pero estamos en España y nuestra problemática es muy diferente, por ello he huido de toda referencia, tanto cinematográfica como novelesca, para afrontar la escritura de lo que pretendo sea una pequeña saga de la detective “M.C.” , “Eme” para los amigos. Incluso he evitado a Manuel Vázquez Montalbán y su Carvalho. No es que pretenda inventar la rueda, simplemente que deseo tener la libertad de contar lo que quiero del modo que quiero sin “contaminarme” por éxitos previos, sin tener que competir con estos en una batalla perdida de antemano. Este género permite adentrarse en las cloacas humanas, con su corrupción y engaños, con sus machismos y prepotencias, ver la problemática social mientras se investiga un caso, pero también me va a permitir resaltar los pequeños gestos de personas anónimas, del día a día, que pueden convertirse en grandes logros humanos, por mucho que desaparezcan casi al mismo tiempo en que son engendrados, produciendo sólo emoción en su entorno inmediato.
Y, de nuevo, los amigos. Tengo una amiga detective y, pensé: mejor que un policía corrupto será una detective española, de casos pequeños, de andar por casa. Efectivamente mis largas conversaciones con ella me han convencido de que, además de ser ella una gran detective, los casos pequeños me acercan a un mundo que conozco mejor y que me fascina, en donde los detalles se convierten en potentes significantes, en donde se puede intentar plasmar el Universo a través del átomo, sin pistolas ni muertes. Sin olvidar que la problemática del detective español es particularmente compleja, llena de dificultades inesperadas, no únicamente en cuanto a su modus operandi en las investigaciones sino también en cuanto a los requisitos legales que tienen que cumplir para poder ejercer. Este primer caso se sitúa bajo el prisma del principiante: ella como detective y yo como novelista. Tengo ya pensada la evolución del personaje y del “color”, el espíritu, que impregnará cada una de las entregas que tengo en mente, pero de momento tenemos que conformarnos con este espíritu naif y luchador con que se presenta María Cristina en su primera aparición: “CON LA LEY EN LOS TACONES. BAUTIZO DE FUEGO”.
Actualmente estoy trabajando en otra novela, ambientada en el mundo de la creación audiovisual, nada que ver con detectives y mucho más que ver conmigo. Es una auto- ficción escrita en tono comedia, donde me río de mí mismo y de este mundo de la creación audiovisual mientras reflexiono sobre por qué tengo la necesidad (a punto he estado de poner “la necedad”) de escribir historias. Acabo de terminar la primera versión, aquella que tengo que dejar de mirar y retocar por lo menos durante, y pienso que está quedando una novela fresca y divertida, en absoluto lo pedante que el tema podría sugerir: el autor y sus miedos de autor. Pero eso es otra novela y no quiero avanzar más, ni siquiera el título que ya tiene, un título que quien lo conoce dice que es muy largo… pero después bien que se echa una sonrisa al no poder siquiera acercarse a imaginar qué divertida locura encierra. Volviendo a CON LA LEY EN LOS TACONES. Acabo de empezar a estructurar la segunda entrega que se llamará, en principio, VOLANDO SOLA. Donde nuestra querida detective, María Cristina, da un paso hacia delante en habilidad mientras mantiene la frescura e ironía que la caracteriza en sus casos de andar por casa.
Nota del editor: El autor expone en este texto diversas consideraciones sobre su novela Con la ley en los tacones recientemente publicada.