diciembre de 2024 - VIII Año

‘Los girasoles ciegos’ de Alberto Méndez

Editorial Anagrama, 2004

Alberto Méndez es un escritor madrileño (1941-2004) que alcanzó con esta obra el Premio Nacional de Narrativa y el de la Crítica. Es curioso que esta es la única obra que escribió y por la que es más conocido dentro de sus múltiples actividades.

La narración es un relato formado por cuatro cuentos sucesivos, inconexos pero con un fundamento común basado en una unidad temática: el final de la guerra civil y sus consecuencias. La narración transcurre como un soliloquio contado alrededor del fuego en el que se recogen cuatro derrotas cada una con una trama diferenciada. El girasol ciego es uns planta que no puede seguir al sol en su desplazamiento porque ha perdido la capacidad para ejecutar ese movimiento trófico. En ese vacío transcurre la vida de los derrotados. Perdidos ellos y sus descendientes en un tiempo que se prolongó durante muchos años.

En esas estampas de angustia y horror, el autor vuelca sus pensamientos de niño y los horrores vividos alrededor de un entorno que conoce bien. Son relatos de derrotas, y de derrotados. Son en este caso cuatro sucesos de diversa índole que acaban por tener una trama común: la destrucción de la persona, cuyo origen esta en el conflicto fratricida. Es también una mirada reflexiva sobre los vencedores y los vencidos en los que todos han acabado perdiendo. Es un buen ejemplo de restitución de la memoria histórica pendiente desde la transición democrática.

Algunas obras han empeñado un considerable esfuerzo en esta dirección al reivindicar la literatura como un instrumento valioso para rescatar la memoria histórica y social de éste país bajo el planteamiento de poner sobre la mesa testimonios y relatos diversos, dando a la literatura un papel social de indudable valor.

En ese terreno se pueden destacar autores y obras, como los de Dulce Chacón “Con la Voz Dormida”, “Soldados de Salamina” de Javier Cercas, o “Capital de la Gloria” de Juan Eduardo Zúñiga, todos ellos con notable éxito narrativo, algunos incluso llevados a la pantalla.

En todas ellas, las obras se alimentan de ficciones y experiencias personales aportadas por los autores. En muchos casos son episodios reales de los que los narradores se han limitado a contarlos, habiendo recaudado para ello algunos datos reveladores, o bien, a través de diversos flujos historiográficos, vitales o periodísticos.

En este caso Alberto Méndez que fue guionista de cine y televisión y sus aportaciones quedaron recogidas en esta materia durante años. Son conocidas sus colaboraciones con diversos directores, entre los que destacan en sus aportaciones a las obras de Pilar Miró.

Sus aficiones narrativas acabaron por ser vertidas a instancias de los compañeros de profesión, que sabiendo de sus capacidades e inquietudes, siempre le instaron a que contara y pusiera en un papel aquellos fantasmas e imágenes que le perseguían.

Apasionado y extrovertido, acabó haciéndolo de muy mayor, con algo mas de 60 años, no muy lejos de su muerte, que tuvo lugar cuatro años después. La obra alcanzó un notable éxito en España, siendo traducida posteriormente a diversas lenguas. Estuvo también involucrado en una labor editorial motivo por el que conoció las diversas técnicas narrativas, vertiendo su quehacer y sus esfuerzos laborales durante bastantes años en esa materia llegando a editar las obras de otros autores. Fue un hombre comprometido con la cultura.Un “gramciano” en su quehacer y un ejemplo en muchos aspectos. Algunos críticos posteriores lo relacionan con la visión de Passolini por su mirada sobre los hechos que observa.

El éxito divulgativo de la obra vino después, ya fallecido, de la mano de Azcona como guionista y de la adaptación de la obra a la pantalla por José Luis Cuerda, alcanzando el premio Goya de 2008 al mejor guión adaptado.

Javier Cámara alcanza un alto nivel de la interpretación en este film a través de la figura del profesor de lengua y literatura del Instituto Beatriz Galindo, que ante la persecución y el clima de terror vivido, se había encerrado en un armario para sobrevivir en una reclusión propia de un topo. Al final del relato decide suicidarse al salir en defensa de su mujer por el acoso de un religioso que se presentó en su propio domicilio. Al verse en situación de descubierto y ante el riesgo de lo que le iba a tocar en suerte en esas circunstancias, decide poner punto final a su cautiverio y quitarse del medio. Es la semblanza agónica del cuarto y último de los cuentos del texto.

«El país del que yo soy y era es, inconfundiblemente, el de Los girasoles ciegos Nadie había mirado aquello a los ojos, y Alberto Méndez lo miró«. «La premisa esencial y más distintiva del trabajo de Alberto Méndez es la decisión de abordar directamente la tragedia» Así lo referencia Carlos Piera con motivo del décimo aniversario de su publicación en un simposium en la Universidad de Zurich.

Es una obra salida de lo más hondo, donde la mirada sobre los hechos y la psicología de los personajes retratados admiten pocas enmiendas mientras que las circunstancias no pueden ser más sobrecogedoras alimentando el autor los sentimientos presentes en que aquel recordado discurso de Manuel Azaña al final de la Guerra, cuando todo estaba perdido, en el que invocó las tres palabras claves de “Paz piedad y perdón”.

En algunos de los pasajes relatados asoma esa mirada singular del autor cuando Cruz Salido, director del órgano socialista de prensa, preso en la cárcel, recién entregado a las autoridades franquistas por la frontera, cuando le pide al preso que lo cura en la celda, que, por favor, no le cure de la tuberculosis y de las torturas inflingidas, y le deje morir, porque morir cuanto antes, era una liberación y éste, espantado, no sabe cómo responderle. Relata Alberto Méndez que Cruz Salido, el dirigente socialista, fue fusilado incluso muerto en un acto más de crueldad sin límites.

Se filtra también un cierto relato surrealista en el texto, cuando el capitán Alegría, miembro de las tropas de Franco, a pocas horas del final de la guerra se entrega al bando republicano sin explicación aparente. Su justificación después en el juicio por el que le condenan, indica que el motivo fue lo innecesario de prolongar una guerra después de que las tropas de Franco ya habían entrado en los arrabales de Madrid antes de cumplir un año la guerra, y este desistió de hacerlo.

Es una obra doliente y reflexiva, lejana de cualquier ideología, que sabe trasladar al lector el momento histórico, y la angustia que despiertan sus personajes, en escenarios crueles y lúgubres. En ocasiones se le escapa la ternura cuando la escena del bebe recién nacido es alimentado junto a su madre muerta, aunque el desenlace final será insalvable.

Su cohesión narrativa, las consecuencias éticas y socio-culturales de su lectura  abonan la obra como una singular referencia en el contexto de los estudios de la memoria o las voces póstumas.

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Archivo Entreletras

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