mayo de 2024 - VIII Año

Medardo Fraile y la plural, rebelde y resistente generación del 50 (I)

…mira como el alba a la ventana,
Te convoco a vivir sin ganas otro día.
Pues el mundo no aprueba al desdichado,
Recuerda la sonrisa y, como aquel que aguarda,
Álzate y ve, aunque aquí nada esperes.
Luis Cernuda

“Como quien espera al alba”

I. La Generación del 50 fue antifranquista, no solo estéticamente

Fue una Generación, en cierto modo, mal ubicada. Sus componentes, rebeldes y disconformes con la mediocridad ambiente. Se recuerda especialmente a sus miembros agrupados por géneros: narrativa, poesía, ensayo, teatro, crítica literaria, cuando la realidad es, que por regla general, cultivaron varios y que se asociaron, más bien, en algunos lugares como Madrid y Barcelona. Sirvieron, asimismo, como elemento aglutinador algunas revistas de referencia,  especialmente, Ínsula.

Sobre la denominación, también, existen controversias. Algunos consideran “que no son escritores de la guerra o la posguerra, sino de la dictadura”. Por regla general, su origen es burgués y algunos pertenecieron a destacadas familias de los vencedores. Es más fácil definirlos por lo que no fueron y por lo que pretendieron ser, que por sus características comunes.

En medio de un páramo intelectual, se distancian conscientemente, “del garcilasismo oficial”, tan vinculado al falangismo, mas también, del desgarramiento existencial y hasta de la literatura que después se denominará comprometida o social.

Eso no significa, en modo alguno, que no postulasen reivindicaciones. Sus páginas, están repletas de preocupaciones éticas. En su mayoría huyendo de un realismo plano,  “gustan del lirismo” y tienen como referencia a las vanguardias europeas de los años 50 y 60. Otra característica es la preocupación por un lenguaje cuidado, dando paso con cierta frecuencia, a meditaciones filosóficas y a escarceos  metafísicos.

Esta Generación dispersa ¿tuvo un guía? Todos y todas, en mayor o menor medida aceptan el magisterio ético de Antonio Machado, evitan lo retórico, lo frío, lo impostado y el tono, tan grandilocuente como vacio, de la cultura oficial. Algunos de ellos denuncian las injusticias sociales, el hambre y la miseria, mas desde una posición moral, que procura distanciarse del “canon”, rígidamente realista, que dejaba poco espacio a la creatividad individual.

Para aproximarse a la Generación del Medio Siglo, conviene recordar que en el terreno cultural se seguía hablando de “desafectos y adhesiones inquebrantables”, que cerraban o abrían puertas.

Condenaban los rituales oficiales y sentían una inequívoca solidaridad ética y estética hacia los vencidos en la Guerra Civil. Recordemos, que durante no pocos años, el país entero fue una cárcel… donde los controles eran abrumadores y sistemáticos.

Durante los años cincuenta, todavía se seguían cobrando en sangre, algunos tributos. La cultura oficial estaba monopolizada verticalmente por los falangistas y sus corifeos. En las universidades, academias y círculos pseudo culturales abundaban sobre manera, los que esperaban dádivas, los sobornables y los sumisos, dando lugar a una situación cerrada y cerril donde todo sentido crítico era yugulado o cortado de raíz.

La mayoría de los componentes de esta Generación, fueron lectores voraces, buenos escritores y, lo que es valioso por lo excepcional, dotados de un “olfato muy fino”, gracias al cual podemos apreciar hoy como sus obras han resistido bien el paso del tiempo, frente al hundimiento estrepitoso, de toda la parafernalia de la España oficial.

Lo que podría denominarse “el exilio interior voluntario” convirtió a la mayoría de ellos en sagaces, inteligentes, irónicos y hasta sabios. Los sabios son los que huyen de himnos, desfiles, redoblar de tambores y de estertores grotescos, eligiendo por contraste la sencillez e incurriendo, alguna que otra vez, en un cierto elitismo como forma de ser en el mundo, incluso de desprecio.

Comunicaron sus vivencias, impresiones, denuncias, preferencias culturales y el modo de vida al que aspiraban, de forma más o menos críptica. De la misma manera, sus críticas se fueron haciendo cada vez más directas, aunque acostumbraban a calcular y a medir hasta donde podría llegar su alcance. Hay que decir a favor suyo que no lograron “corromperlos ni desvitalizarlos”, pese a que lo intentaron ofreciendo premios y publicaciones. Con austeridad y sin alharacas, los dejaron pasar, como una muestra más de desprecio. De igual manera, se pusieron a cubierto de la trivialidad dominante.

A la Generación del 50 también, se la ha denominado “los niños de la guerra”. Algunos de ellos figuran en diversas antologías: Gil de Biedma, José Hierro, Blas de Otero, Celaya…

Hablemos ahora de Medardo Fraile (1925-2013). En la segunda entrega llevaremos a cabo una aproximación, destacando las principales cualidades de su estilo. Es difícil taxonomizar a la Generación del Medio Siglo por su heterogeneidad. Comencemos por el llamado Círculo de Madrid, con el que tanto se relacionó Fraile y al que pertenecían, entre otros, Ignacio y Josefina Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio, Claudio Rodríguez, Ángel González, Juan García Hortelano, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite…

Por diversos avatares, Medardo Fraile es mucho menos conocido, lo que es notoriamente injusto. Destaca esencialmente, por sus cuentos o relatos breves de gran calidad. Por cierto, el cuento en España es un genero menospreciado, cuando hay  y ha habido escritores que lo han cultivado con enorme fortuna.

Quizás sea este el momento de citar unas hermosas palabras del escritor hondureño  Augusto Monterroso, el maestro de la minificción. Nos habla con mucho sentido de la prosa de Medardo Fraile. En un ejercicio de crítica literaria brillante, sintetiza con hondura las características más descollantes de su prosa.

“Fiel cultivador del género (relato breve) desde los comienzos de su carrera de escritor, Medardo Fraile, el gran cuentista español, ha creado un singular mundo literario sobre la base de tres cualidades fundamentales: su impecable manejo del idioma, su inagotable capacidad de invención y su profundo conocimiento de los seres humanos de todos los días, de esos que encontramos en las narraciones como si uno fuera uno de ellos, viejo ideal que sólo los grandes creadores alcanzan”

Medardo cultivó diversos géneros y fue un intelectual que supo escapar, a tiempo, de la mediocridad asfixiante, buscando fuera las oportunidades que aquí se le negaban. Dio clases, cursos y conferencias en diversas universidades de Europa y América del Norte. Desde una fecha tan temprana como 1964, se estableció en Escocia, donde fue profesor de la Universidad de Strathclyde, de Glasgow.

No soportaba que los vencedores de la Guerra Civil, a la que durante décadas denominaron “Cruzada”. Ocuparon hasta los espacios “simbólicos” recubriéndolos de un desfasado patrioterismo o de una religiosidad rancia y de olor a incienso. El hastío hacia este estado de cosas, terminaría alejándolo de nuestro país. No podía sentirse cómodo entre los que cantaban a todas horas las nostalgias de las ruinas del imperio y quienes insistían una y otra vez, en el sufrimiento y en la falta de horizontes.

El yugo y las flechas, omnipresente desde la Gran Vía al último rincón, le producía un rechazo instintivo. Para aquellos que hayan olvidado esos años de plomo, no hubiesen nacido o fuesen muy niños y no tengan en la retina esas imágenes en blanco y negro, bastará recordarles, como botón de muestra, el “despliegue” del Servicio Nacional de Propaganda. Tan vomitivo como el de todos los regímenes totalitarios.

Para los círculos de creadores críticos, durante un tiempo la cultura y el pensamiento fueron tablas de salvación del naufragio vital colectivo. Un régimen dictatorial y anclado en el pasado, se prolongaba, parecía que indefinidamente… había “encerrado” bajo siete llaves toda posibilidad de un acercamiento a Europa.

Para algunos la respuesta a este estado de cosas, no era otra que la hipocresía y el cinismo, otros, bajo el disfraz del diletantismo, no lograban disimular los dientes de lobo. En esos años de burocracia, decadencia, falta de pulso y enclaustramiento, algunos se aferraron a la literatura como un acto de supervivencia.

A paso lento, algo se iba moviendo. Adoptaron identidades variables y fueron penetrando en espacios, hasta ese momento prohibidos. Algunos de ellos pensaban con una cabeza filosófica y sentían con un corazón lírico. Se fueron atreviendo, paulatinamente, a escribir páginas sobre el futuro que, más temprano que tarde, barrería sino toda, gran parte de esa mugre.

Vivir al margen de lo caduco y oficial, aunque tímidamente, empezaba a valorarse como un acto de resistencia. En la segunda entrega exploraremos como se fue moviendo Medardo Fraile en ese ambiente, opresivo y cerrado…                 

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Archivo Entreletras

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