¡Mis queridos palomiteros!
Alguien ya lo dijo una vez. La noticia corrió veloz, como todas las malas noticias. Y qué pena terminar el día así, huérfanos de la literatura universal y de la bondad.
A través de don Javier Úbeda, alcalde de Boadilla del Monte, ayer por la tarde fui conocedor de la muerte de don José Luis Olaizola, casi a los 100 años de edad, con quien me unía una gran amistad.
Recuerdo que a mis tempranos 17 años me lo presentó don Francisco Lage, párroco de la iglesia de los Santos Apóstoles en Boadilla del Monte —quien nos dejó hace ya casi año y medio—, tras una celebración eucarística matutina en el mencionado templo. Olaizola y yo éramos vecinos.
Se instaló a vivir en una urbanización próxima —Las Lomas—, tras alzarse con el Premio Planeta por su novela 📚La guerra del general Escobar📚 en 1983, y por entonces en la hoja parroquial dos firmas compartían el mismo espacio. Después nos hicimos amigos inseparables.
Quiso pues la Providencia, y la mano amiga de Lage, que mis primeras aportaciones al mundo del periodismo apareciesen allí y que incluso el propio sacerdote recomendase desde el ambón la lectura de ambos escritos. Olaizola firmaba arriba y yo debajo.
Durante muchos años he sido un privilegiado por tener amistades de tanta talla humana como profesional. Hombre de gran erudición y personalidad siempre resultó ser una persona muy cercana y muy querida por todos.
Tal vez no todos sepan que estrenó letras para una misa cantada en 1996.
El propio Olaizola versionó y cantó de viva voz para todos los presentes, durante la celebración de una misa vespertina en la iglesia local, un precioso Padre Nuestro. Acto que, por cierto, tuve el honor de presentar.
Por otro lado, conviene recordar que más de una vez renunció a los derechos de autor de algunos de sus cuentos y dejó dicho que los emolumentos de lo que le correspondiese fuesen destinados a los más desfavorecidos. Sobre todo, luchó incansablemente por sacar al mayor número de niñas de la prostitución en Tailandia.
Descansa en paz con tu mujer en el cielo y cuida desde allí a la gran familia que creaste.