Trauma complejo es un lamento en el que la voz del hombre, el poeta, el adolescente y el niño se funden en un solo tono, una clave musical; un registro que armoniza poéticamente la totalidad del libro. La infancia perdida, el llanto del niño al que nunca consolaron, ni protegieron. La cuna del abandono y la indiferencia en la que lloró durante una larga noche perpetuada a través de los años. La soledad, el rechazo, las humillaciones sufridas. Todas y cada una de esas vivencias que marcaron el alma y la mente infantil a sangre y fuego, manteniendo apresado al inocente en una cárcel emocional con celdas de castigo, durante décadas. Todo ello se unifica en una fuerte voz poética y sangra por cada verso, porque hay heridas que sangran, pero también hay heridas que se escriben.
Arenas de San Pedro está muy presente a lo largo del poemario, es cierto; pero no hay un himno a la alegría en esa presencia. Por el contrario, el poeta (en este caso yo) evoca imágenes de frio, dureza de la tierra, humedad, ruinas y silencios como metáforas de la soledad e incomprensión vividas en aquellas calles durante años.
Trauma complejo es un libro emotivo, emocional y maduro, es una herida que se escribe para sanar, para exteriorizar y exorcizar los fantasmas del dolor sufrido desde la cuna y seguir construyendo senderos de futuro, personal, familiar y poético lejos de aquel entorno insano y de aquella familia narcisista y disfuncional que quebró su infancia, sus sueños y su esperanza durante más de 50 años.
Trauma complejo es en definitiva el estallido poético, la erupción volcánica tras 59 años de silencio, de culpa, de vergüenza y de ira. Pero al mismo tiempo es de alguna manera esas cenizas metafóricas de las que surge a modo de ave fénix el nuevo hombre, que supo afrontar ese pasado de dolor y construir algo mejor lejos de aquellos barrotes familiares y geográficos que le mantuvieron cautivo durante casi media vida.
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