marzo de 2024 - VIII Año

El día que murió Joan Margarit

El día que murió Joan Margarit
16-02-2021

I

Te fuiste y empezaban a florecer los almendros.
Sabemos, de sobra, que es casualidad,
que buscamos consuelo en lo que ya es ausencia.
Sabemos también que sin ti la visión del mundo es,
en lo inmediato, la que dejan unos cristales empañados.

La información de la que disponemos nos dice
que una pandemia se ha llevado por delante millones de vidas,
pero tu muerte no pasará desapercibida a tus lectores
ni a los animales del bosque
ni a las sirenas que quisieron encantar a Ulises.

Es cierto que los recursos emocionales que utilizamos
en estas ocasiones, son claramente insuficientes.

Tu enfermedad ha dejado de ser una metáfora,
ha sugerido a los pájaros que guarden silencio.
Es cuestión de tiempo que tus poemas
conviertan en leyenda el día de tu muerte.

Te hiciste viejo y has llegado, por fin, a ese lugar
al que, como ningún otro poeta, has cantado tanto.
Has llegado, sí, seguro de encontrar,
en esa soledad aceptada, a lo que más amaste.

Ni tu cuerpo ni tu mente han ofrecido resistencia.
Venías de asumir a conciencia la derrota,
de repetir que tu lengua materna te ha salvado.
Has ayudado a otros a asumir lo que son.
La admiración que suscitas ha llenado
tu ciudad de versos que nunca escribirás.

Mañana, con toda probabilidad, será un día
cualquiera y alguien, en su mesa de trabajo,
repetirá estructuras que tú mismo calculaste.
otros lo haremos con nuestro propios sentimientos.
Pero hoy coincidimos que ha sido,
para todos nosotros, un día extraño.

II

Quien ha leído tus poemas siente cómo le pasa la vida por delante.
Un hombre sobrevive a su propio declive si la poesía le ama.
Y a ti te ha sucedido y aunque sabías
que por ella nada cambia, es ella, en su asilamiento,
la que pone luz a nuestra incertidumbre.
Mostrándonos el camino para llegar al lugar donde nacer y morir
tienen esa manera digna de suceder las cosas.

III

Olvídanos y busca tu reposo.
El tiempo vivido lo fue todo,
la poesía, el aire transparente
donde volaba tu esperanza.

Un aullido de lobo recordaba
la voz de un ángel de tinieblas.
Ahora hay fuego en la ciudad
y en el amanecer no hay empatía.

A pesar de todas las razones
para abolir definitivamente
la vergüenza, sin bondad,
ni el mar es un lugar seguro.

Follow, poet, folow rihgt
to the botton of de nihgt,
whit your unconstraining voice
still persuade us to rejoice; *

que el recuerdo de tus gestos,
dando veracidad a tus poemas,
dirija para bien nuestra deriva.
Y que la decepción se vaya.

(*) Sigue, poeta, recto/ al fondo de la noche,/ con tu voz liberadora/convéncenos aún de la alegría. W.H. Auden  (traducción de Álvaro García).

Epílogo cómplice

La poesía es lugar de las palabras que nos hacen comprender el fundamento de la concordia, la plenitud del lenguaje y la restitución de algo que, por lo visto, teníamos olvidado. Aquello que recuperamos cuando nos ponemos a leer un buen poema. Como dice Joan Margarit: la poesía no trataría de la construcción de espacios de la lengua que no han existido nunca, sino que en el milagro probabilístico de un poema se encontraría la reproducción de un orden perdido. Desde la nostalgia, la poesía emprende el camino de una búsqueda del sentido para que poeta y lector puedan restablecer una relación con la vida.

También es memoria compartida, distorsionada, adecuada a la emoción que en ningún caso debe presentarse como una relación descontrolada de penas y alegrías personales. La emoción en poesía debe ser un lugar protegido para defenderla de la propia insensatez del poeta. Un lugar común, limpio de los deslices pretenciosos del yo.

Margarit defiende la exactitud del poema como una necesidad, como un consuelo que irrumpa en la vida del otro para aliviar su soledad, algún cambio que proporcione un mayor acomodo interior frente al desorden de la vida.

Por eso la poesía es más que una reconfortante evasión, la solución de un misterio o una fugaz revelación. Es un cambio en la percepción de la vida y, a veces, en la compresión de algo que, estando en nosotros, solo en la medida en que es leído se hace mucho más nuestro.

No obstante, hasta aquí, una defensa sensata y honesta de la poesía que resalta su utilidad. Pero hay otras voces, concretamente la de Auden. En su famosa y legendaria elegía a la memoria de Yeats, pone de manifiesto que la poesía no hace que ocurra nada (for poetry makes nothing happen). (1)

Quiero pensar que frente a la impotencia que produce la pérdida de una persona de la talla del poeta irlandés, su admirador reflexiona con una resignada decepción. La poesía puede herirte, condicionar tu vida, pero no puede evitar que las cosas sigan su curso, sobrevive eso,/ una boca y un modo de suceder las cosas (it survives,/ a way of happening, a mouth). (2)

¿Dónde está la coincidencia entre ambos poetas? Pues en el acercamiento moral a las cosas que ocurren. Bajo ese orden, al que ya hemos hecho referencia, que exige a la poesía, desde la observación de la naturaleza y de la complejidad del ser humano, una búsqueda de la certeza frente a la incertidumbre.

Es cierto que esta forma de entender la poesía consigue, cuando se lee y se comprende el poema, hacer que las personas ya no sean las mismas. ¿Y si no se entiende? ¿Qué ocurre? ¿Puede la poesía traspasar ciertos límites? ¿Llegar más allá de los márgenes del mundo? ¿Manifestar el sentido de su inutilidad? Para Margarit todas estas preguntas suponen lo contrario a su concepción poética: …la poesía se esfuerza por todo lo contrario…vivir con la máxima dosis de verdad que podamos soportar, que no es demasiada, porque la verdad, como en las tragedias griegas, destroza a quien la desvela. Y aquí encontramos la coincidencia con otro clásico inglés, T. S. Eliot, en Burnt Norton, el primero de los Cuatro Cuartetos, hay unos versos que dicen: Ve, ve, ve, dijo el pájaro: el género humano/ no puede soportar mucha realidad (Go, go, go, said de bird: humain kind/ cannot bear very much reality). (3) Una feliz coincidencia.

Vida y tiempo, verdad e imaginación, realidad y deseo. Estos son los materiales y la poesía es la herramienta que el poeta utiliza para gestionarlos, intentando resolver  los dilemas que conllevan. Es necesario añadir que, ante ellos, la actitud del poeta no está exenta de inocencia. Podríamos decir que todo está escrito, por tanto, ¿qué hace falta para seguir escribiendo? Margarít señala una actitud que se mueve entre la franqueza y la despreocupación: La osadía es fundamental pero no vale nada si no va acompañada de la correspondiente humildad, que todos los grandes poetas han tenido. Y es a partir de aquí donde se empieza a resolver su dilema. No se trata de realizar una transformación de la realidad para adaptar la vida al arte sino el arte a la vida: Hay una cosa primordial –la identificación de la poesía con la vida- que cada poeta tiene que resolver por sí mismo.

Escribir poesía es establecer encuentros con la emoción y con la intuición, elementos que se pueden dispersar si la utilización de las palabras no se mantiene en un estado de alerta, igual que si pusiéramos un centinela a nuestros pensamientos. La lectura es volver a recrear ese encuentro, donde el  poema puede y debe ser transformador. Para ello, como también establece Margarit, se debe de tener en cuenta a la razón como un catalizador que facilite la llegada a los esos lugares comunes.

El ejercicio de la poesía debe estar cargado de intensidad para que proyecte un sentido de veracidad. Lo que un poeta es, eso serán sus poemas…No hay ni un solo buen poema en el que su autor no se haya involucrado hasta el fondo. Esto es lo que lo convierte en un acto de amor.

Muchas veces he pensado en el silencio que precede a la escritura del poema como un lugar inhóspito y lleno de un infantil terror. Un preludio donde los recuerdos campean a sus anchas, queriendo imponer un exceso de sensibilidad, indisciplinada y errática. Pero parece que el hecho de comenzar a escribir el poema pone en funcionamiento una condición de aprendizaje y una proyección de enseñanza. Escribiendo se traspasan esos límites donde se expone una experiencia que busca la complicidad de quien la quiera leer. La lectura del poema, que es una operación muy parecida a la de la escritura, también se hace a través de la vida de la lectora o del lector… El poema no se manifiesta más que en relación con la vida de quien lo está leyendo.

Hay también en el espacio objetivo que crea el poema, donde las palabras increpan nuestro ánimo al sentirnos interpelados directamente, una evidente inseguridad por enfrentamos a la ignorancia de lo poco que sabemos de nosotros mismos. Fuera de la poesía hay una cierta desolación, una intemperie moral. El poema está en camino conteniendo la individualidad que se hace evidente en el que ofrece, una realidad asequible, un lugar reconfortante. Esto ha sido para mí la experiencia con la poesía de Joan Margarit.

Notas
(1) Otro tiempo. W. H Auden. Edt. Pre-textos. 1993. (Versión de Álvaro García). Pags. 202-203.
(2)  Ib. Pags. 202-203.
(3) Cuatro Cuartetos. T.S. Eliot. Edt. Instituto Alfonso El Magnánimo. 1986. (Traducción Vicente Gaos). Pags. 324-325.
El resto de las citas son de Joan Margarit y corresponden a los epílogos del libro Todos los poemas (1975-2015). Colección Austral. Edt. Planeta. 2018.

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