marzo de 2024 - VIII Año

‘Almas entrelazadas’ de José Eduardo Mohedano Córdoba

Almas entrelazadas
José Eduardo Mohedano Córdoba

Ediciones Vitruvio, 2023
Colección Baños del Carmen
96 págs.

José Eduardo Mohedano acaba de publicar su cuarto libro titulado ‘Almas entrelazadas’ en la Colección Baños del Carmen de Ediciones Vitruvio.

Ya su primera publicación –hace ahora tres años en Vitruvio también– titulada  ‘Las nueve agujas del reloj’, definía la poética del autor, que hunde sus raíces en la tradición de nuestro cancionero y del romancero con referentes en Bécquer, Lorca, Zorrilla y Lope, a los que en las primeras páginas de aquel poemario inicial el autor reconocía como sus mentores literarios. Asimismo, la invocación al mundo clásico no solo desde sus mitos sino también desde la estructura dialogada y dramática con guiños a la tragedia griega completaba el abanico de fuentes inspiradoras del poeta.

Todo este rico legado le servía al poeta José Eduardo Mohedano para llevarnos de la mano por diversos registros donde se percibían los ecos de un romanticismo pleno de tintes eróticos que ya en su siguiente publicación –‘Dos suspiros sobre la almohada’– (también en  Vitruvio y  en coautoría como Maribel Domínguez Duarte) llevará al extremo, depurando aún más su retórica y su estilo pero siempre conservando el ritmo y la musicalidad que le caracterizan, si bien poco a poco irá introduciendo con más libertad el verso libre que ya en este su tercer poemario – ‘Almas entrelazadas’– le perfila como uno de los poetas actuales que más empeño pone en redefinir los códigos de la poesía erótica que, como sabemos, es uno de los subgéneros líricos más complejos y difíciles de abordar. Hay que elogiar, pues, la valentía de un creador que no se arredra ante nada.

Por otro lado, es necesario añadir que el autor es también ingeniero, artista, y narrador. Y asimismo mantiene una estrecha vinculación con el mundo del teatro tanto en su faceta de actor como de dramaturgo. Ha participado en montajes de comedias de Lope de Vega, Miguel Hernández, Jardiel Poncela, Muñoz Seca y Federico García Lorca. El reconocimiento a su intensa labor literaria le llegaría ya en 2017, año en el que fue  premiado en el concurso de ‘Cartas de Amor’ de Puertollano. Pero sus intereses no se limitarán al campo de las letras: el pasado año sorprendió a propios y extraños con la publicación de un ensayo divulgativo sobre la influencia de la tecnología en la sociedad, la educación, el empleo, las empresas y sus recursos humanos que lleva un título tan lírico como el de sus poemarios: ‘Destellos en la nube’ (ALIAR 2015 Ediciones).

‘Almas entrelazadas’ arranca con un tono romántico-erótico que va evolucionando, en un proceso inexorable, hacia la espiritualidad. El título evoca la portada del libro anterior del autor donde aparecían unas manos entrelazadas que ponían imagen al carnal diálogo abierto entre los dos amantes.  La estructura de ‘Almas entrelazadas’ está conformada por tres partes, que recorren la trayectoria temporal y vital del poeta en las tres dimensiones del ser humano ya descritas por los antiguos griegos desde el orfismo, el pitagorismo y el platonismo: Cuerpo, Psique y Alma. En algunas de sus páginas aborda también cuestiones sociales, llegando a la conclusión de que el amor es la única alternativa posible al desengaño del mundo que nos rodea, con sus insoslayables perentoriedades y sus prosaicas servidumbres.

Audazmente, el poeta llama a la segunda parte ‘Psique’ por cuanto que este  personaje despertaba los celos de la misma Afrodita con su incomparable belleza que logró atrapar a Cupido, el Eros griego, dios del deseo amoroso. Nada mejor que la figura de Psique para conectar el Cuerpo de la primera parte –con sus pulsiones y sus urgencias– y la tercera, el Alma, con la sublimación del deseo en la armonía perfecta del orden espiritual. De tal modo actúa esta figura del panteón romano como nexo entre las dos secciones que se contrapesan en un equilibrio perfecto dentro del libro. El texto propende, pues, de lo sensible a lo hermético y por ello no es casual que la cita que abre el libro sea del San Juan de la Cruz del Cántico espiritual: “¿Adónde te escondiste, amado?/ Y me dejaste con gemido/ Como el ciervo huiste, / habiéndome herido; / salí tras ti, clamando, y eras ido”. Y tampoco es casual que el poemario esté “Dedicado a la mujer de carne y fuego”, hermoso símbolo que amalgama la horizontalidad de los cuerpos y la verticalidad de las almas en un solo estrépito lírico. Las almas de la antigüedad clásica también se enriquecen con las almas del mundo judeo-cristiano (Atenas, Roma, Jerusalén) en una suerte de mitologías cruzadas e híbridas que configuran la exuberante orquestación a la que recurre José Eduardo en la gran sinfonía coral que pretenden ser estas ‘Almas entrelazadas’ que nos propone.

Como el misticismo inmanente de Georges Bataille defendía, tanto el erotismo de los cuerpos como el erotismo sagrado se originan en el deseo de continuidad que surge de la conciencia de finitud del sujeto cuando este asume propiamente su ser-para-la-muerte.

A este respecto, el autor no puede ser más elocuente en el poema ‘Cuatro, cuatro, tres’: “Nosotros, seres en los extremos sin medio, / alternando episodios de euforia y dolor/ hemos roto el hielo de la superficialidad/ y nos zambullimos en los mundos transversales/ para saciar nuestra profunda vocación de trascendencia”.

Mientras que el amor-eros es la tendencia ontológica que explica el deseo de los bienes finitos y el enamoramiento incipiente de Dios, el amor-ágape es el sentido último del ascetismo como experiencia religiosa. El amor humano y el amor místico no son, pues, posibilidades existenciales excluyentes. José Eduardo Mohedano lo sabe y a ello se apresta con el empeño del rapsoda en la prodigalidad de sus versos.

Para ilustrar lo que acabo de decir nada mejor que recurrir a ellos. Me remito a dos poemas de la tercera parte (titulado Alma, como ya queda dicho)  y en ella es donde se consuma el proceso místico como tránsito del amor-eros al amor-ágape de Dios. En el poema Vacío podemos leer: “Nuestras vidas finitas nacen ya en desventaja, / lastradas por el castigo de haber sido empujadas/ al éxodo justo después del génesis,/ y en vano intentamos taponar la rotura de la arteria / por no aceptar que la Creación sucede solo en la metáfora”. El poema Recuerdo, sin embargo, se sirve del ejercicio de la memoria como herramienta para alentar el torrente lírico que cristaliza en los versos más hondos e intensos de todo el poemario: “Tu recuerdo es bumerán del destino insatisfecho, / sumidero de un instinto primigenio, / oblea transustanciada en el sacramento del fuego, / cuerpo nutricio que alimenta los sueños / y alza un tejado en mis noches al raso”.

La palabra poética de José Eduardo ha alcanzado la plenitud de un aedo que se siente seguro de sí mismo y que tiene la certidumbre de que en su voz hablan las voces de un pasado glorioso que él busca reactualizar sin traicionarlo porque de ellas se sabe legítimo heredero.

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