junio de 2025

‘De la mano del aire’, de Gregorio Dávila de Tena

De la mano del aire
Gregorio Dávila de Tena
Averso poesía
92 págs.

UN CANTO DE PAZ

Gregorio Dávila de Tena ha creado, en un período de tiempo breve, una decena de buenos poemarios y de premios: García de la Huerta 2017, Pepa Cantarero 2018, Eladio Cabañero 2019, Ana de Valle 2021, Juana Castro 2021, Mario López 2022, Ciudad de Albacete Barcarola 2022 y Ciudad de Córdoba Ricardo Molina 2023. Fue además finalista del Premio Andalucía de la Crítica 2022 y Premio Internacional de Haiku.

En el poemario De la mano del aire, se revela el prodigio de la vida y del lenguaje, la radiante belleza de ambos, con exquisitez —uno de los rasgos distintivos del poeta—; sin omitir las grietas y socavones. La aguda mirada del autor le proporciona un crisol de imágenes, con las que nos deleita, a fin de expresar su sentir, predominando el tono intimista. En estos poemas el yo poético va descifrando su interior, nombrándolo, dándole un sentido; en él, la angustia por las huellas del paso del tiempo y nuestra fugacidad. Para esta interpretación se fundamenta en las atentas y profundas lecturas de la tradición literaria, selecciona cuidadas citas que le otorguen o reafirmen un criterio —conocemos que la intertextualidad es una característica de su estilo—. Puede considerarse su poesía, y este libro, un diálogo consigo mismo, con el caos del mundo y de la sociedad, con otros poetas y con la Filosofía, incluido el pensamiento oriental.

Estructurado el poemario en cuatro partes, el extenso poema Respirar recorre todo el libro, se fragmenta para poner el broche final en cada sección. Supone uno de los pilares que sostiene esta casa. Inspirado en el poema Escribir de Chantal Maillard, constituye una reflexión sobre las buenas razones por las que respirar, es decir, por qué vale la pena vivir: para crear y concebirse uno mismo, cicatrizar el dolor, amar, sentir la comunión con los demás, un acto de rebeldía -contra el mercadeo, las guerras, el odio-, dejar de fingir, quitar las máscaras —esa búsqueda de la verdad y lo auténtico—, defender y proteger la naturaleza, para “danzar juntos / por el barbecho / por la alegría”. Asimismo, ofrece una visión global de nuestra sociedad actual, denuncia lo lamentable en ella, introduce la crítica social desde la empatía con los más desfavorecidos.

Por otro lado, resulta evidente la relación directa del poema con el título del poemario. El propio escritor explicará que toma su nombre de un álbum de Amancio Prada, inspirado a su vez en un poema de Isabel Escudero. Un juego de relaciones, hilos que van cosiendo la unidad y coherencia de su estructura. Hilar, anhelo de Gregorio en su poema Unidad: “Hoy no quiero nombrar las cosas / sino hilarlas con la mirada”. Un deseo de sentirse unido a todo lo que le rodea para “ser agua en el viejo estanque”, sin importar en exceso que impere el silencio.

Es propio de Dávila de Tena que sus libros partan de una necesidad de comprender y de saber: “Tras el ocaso de la niebla / intento comprender”. Emprende un camino que parece arribar en una transformación, así en Respirar (4) logra: “…besar la lengua de la zarza / ordenar el caos / las heridas”. Su escritura implica una indagación en la esencia de la existencia y del ser, en la suya propia, por sus aristas, preocupaciones y alegrías. Hemos hallado otra columna en esta construcción literaria: la poesía. Concluye que, aunque no podamos comprender del todo y se ciña sobre nosotros el misterio, nos acogen lo bello y la poesía. Lo poético puede estar presente, sin necesidad de palabras ni escritura, parece indicarnos.

Desde el inicio relaciona la poesía con la madre: “Quizás nos enmadre la Poesía”; y el lenguaje, trigo materno que cae a la boca matriz. Qué mejor que la Poesía, madre y temblor, para traducir el mundo y a sí mismo, para alcanzar la paz, como indica la cita de Jorge Teillier: “La poesía es un respirar en paz / para que los demás respiren”. Y un cobijo, un canto a la vida, hermoso y lírico, como nos tiene acostumbrados; un acto de solidaridad también; la música del aire.

Por supuesto, no solo transmite lo bueno, la existencia está presente con todos sus matices: la oscuridad, los vaivenes, la incertidumbre, el desconcierto o la fragilidad; vicisitudes a los que confronta con el pálpito de la vida y su victoria, “como quien abre un campo de girasoles / o vierte cerezas en la nata / como oler las flores de un manzano viejo”. Para expresar tal contraste, recurre al uso de la antítesis y de la paradoja: “…donde el fuego renace entre la nieve”, un verso que nos evoca el soneto de Quevedo; o bien para manifestar la aceptación de las circunstancias, de lo inevitable y la férrea esperanza, así en el poema Respirar (4): “La oscuridad no olvida el tuétano de la luz / la noche viene preñada de sol”.

Rememora la infancia en el poema Al niño que fui, una niñez que regresa dichosa al presente. Sin embargo, este tema, recurrente en su escritura, apenas asoma; más bien, viene a retratar la madurez.

Deja constancia del declive del individuo, por el paso del tiempo, y del mundo. El hombre, un río que agoniza, y la mujer, el mar que lo refresca y aviva. Amor y deseo centellean en Piel de invierno, poema de su última parte, la más nostálgica. El animal que llevamos, la soledad que nos acompaña en nuestro camino a la nada —en el pensamiento taoísta, la Nada Madre, el Tao—, y llega a reconfortarnos: “Ahora la Nada Madre enciende el silencio / y el canto del mirlo deshace la niebla”. El amor se alza como el tercer tema o cimiento del libro: un amor que acompaña en el silencio, sostiene en la sombra, cuida con ternura y trae consigo la dicha y la alegría.

Cabe resaltar igualmente los poemas breves y descriptivos, pinceladas de belleza de inspiración asiática —como pequeños bonsáis— en los que el lector reposa y se sosiega, y que vienen a mostrar una contemplación sugerente.

Pensaba el filósofo francés Roland Barthes que la literatura era un lujo del lenguaje, un uso estético y reflexivo de la lengua que explora sus posibilidades expresivas. Esto mismo podemos decir de la poesía de Gregorio Dávila, en ella se concentra la suma belleza y la emoción.

Curiosamente, leyendo las memorias de Alma Mahler-Werfel, Mi vida, encontré la siguiente cita: “Pero todo respira: cada árbol, cada planta, cada piedra; hasta una almohada hueca. El insignificante ser humano respira también y está inmerso en el tremendo ritmo del cosmos. En la canción de cuna del universo”. El pulmón de la vida prevalece y es condición humana querer entenderla, superar los avatares, respirar con gozo y en paz. ¿No creen que leer con hondura, escribir con ponderación y amar ayuda?

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Archivo Entreletras

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