‘Fulgor y ceniza en la obra de Javier Lostalé’
Pedro García Cueto
Prólogo de Sol de Diego
Epílogo de Javier Cárdenas
Ediciones en Huida, 2025
135 pp.
Ediciones en Huida acaba de publicar ‘Fulgor y ceniza en la obra de Javier Lostalé’, nuevo libro del fértil Pedro García Cueto. Dado que he tenido el privilegio de acompañar tanto al autor como al propio Lostalé en la presentación de este interesante ensayo en la librería Sin Tarima de Madrid, me parece oportuno dar a la luz las palabras que pronuncié en el acto.
Daré cuenta, pues, de mis «instantes azules», en palabras de Javier Lostalé: es decir de los «espacios de felicidad» que me ha deparado la lectura (y ahora me remito a la traducción que hace de la metáfora el propio Pedro García Cueto).
‘Fulgor y ceniza en la obra de Javier Lostalé’ es el primer ensayo que se publica sobre la obra poética de Javier Lostalé Alonso. A Pedro hay que reconocerle, pues, el don de la oportunidad —el don de la ebriedad, que diría Claudio Rodríguez— y por ello merece nuestro aplauso al dar visibilidad a un eximio poeta que no ha gozado de la relevancia pública que debiera, frente a otros compañeros de su generación. Lo que nos habla de la modestia franciscana del poeta, algo harto admirable en este sufrido ruedo ibérico nuestro, donde los egos campan por sus respetos corneando sin pudor el oro bruñido del albero.
‘Fulgor y ceniza en la obra de Javier Lostalé’ es un gozoso ensayo lírico —que se abre con un entrañable prólogo de Sol de Diego—donde cabe todo: una suerte de centón laudatorio en el que García Cueto hace dialogar los versos de Javier Lostalé con los de sus declarados maestros (Aleixandre, Cernuda, García Baena, Brines o Juan Ramón) en un inteligente ejercicio de intertextualidad. Sus atinadas reflexiones son complementadas por unos breves apuntes biográficos del poeta (que no caen en la hagiografía), seguidos de un recuento didáctico —no olvidemos que García Cueto es asimismo profesor de secundaria—, un recuento de los temas esenciales en la poesía de Lostalé. A saber: el cuerpo, el ser habitado, el silencio, la soledad, el espacio, la memoria, la muerte y el amor. Como colofón, García Cueto llega a hacer incluso un ilustrativo ejercicio periodístico en forma de iluminadora entrevista con el poeta, e incorpora un emotivo álbum fotográfico de este y sus amigos.
En su recorrido cronológico por los poemarios de Javier, el autor tiene la convicción de que —cito textualmente— «cada libro es un espejo donde Lostalé se mira y nos miramos los que amamos su fulgor y su ceniza». No se puede decir más con menos. En mi opinión la imagen del espejo que utiliza Pedro es de una soberbia elocuencia: fulgor y ceniza como el haz y el envés del azogue, y, en suma, como las dos caras de una misma moneda: Jano bifronte, pues, que para mantener su identidad no puede desprenderse de ninguna de sus dos mitades. Así que nos encontramos ante un ensayo con varias facetas que —en ese juego de espejos— se reflejan unas en otras enriqueciéndose mutuamente.
Como afirma en el epílogo el poeta sevillano Javier Cárdenas “este libro trasciende la mera crítica literaria; es un descenso meticuloso a las simas del universo poético de Javier Lostalé, un viaje emprendido bajo la guía experta, sensible y erudita de Pedro García Cueto. No se trata simplemente de un estudio académico, sino de un acto de reconocimiento, una celebración de una voz singular que ha sabido, con maestría, entrelazar la claridad expositiva con la hondura y la complejidad del decir poético”.
A mi juicio, ‘Fulgor y ceniza en la obra de Javier Lostalé’ se beneficia de la larga experiencia de Pedro, poeta él mismo y escritor prolífico donde los haya. Curtido en el género ensayístico, nos ha regalado hasta la fecha lúcidos estudios sobre creadores como los poetas Juan Gil-Albert, Francisco Brines o Luis García Montero y los cineastas Luchino Visconti y Pier Paolo Pasolini, entre otros. Así que nadie mejor que él para alumbrar la solemne estancia donde habita el verbo encendido y velado al mismo tiempo de don Javier Lostalé.
Lo que supone un número circense —permítaseme la expresión— de alto riesgo, si atendemos a la consabida máxima que certifica que el hecho poético es inefable y que debe defenderse por sí solo, lo que convierte su entraña mistérica en algo insondable que por ende es renuente al escalpelo quirúrgico del ojo escrutador del investigador: un taxidermista que automáticamente se convierte en el aguafiestas del aquelarre, que llega para echar a perder la magia de la palabra. Nada de esto le sucede a Pedro García Cueto que navega por los versos y las imágenes de Javier con tal audacia e imaginación que él mismo hace poesía en sus esclarecedoras disquisiciones, siempre cargadas de profunda admiración al poeta. Cabe preguntarse hasta dónde llega el crítico y hasta dónde lo hace el creador: la ósmosis entre una y otra labor de García Cueto consigue que ambas parcelas se confundan felizmente.
Por mi parte, he de reconocer que tampoco resulta nada fácil hablar de ‘Fulgor y ceniza en la obra de Javier Lostalé’ sin caer en la tentación de poner el foco en la inconmensurable figura del homenajeado y no del homenajeador, que a fin de cuentas no deja de ser el artífice del libro, y es el que por fuerza ha de reclamar nuestra máxima atención.
Paradójicamente, termino como debía haber empezado. Me referiré al acertadísimo título del libro: ‘Fulgor y ceniza en la obra de Javier Lostalé’, quintaesencia de lo antes comentado. Considero que es uno de los afortunados hallazgos de Pedro, quizá el más estimable de todos ellos. Creo que no hay mejor descripción de la poética de Lostalé que esa dualidad —casi oxímoron místico— en el juego de la duplicación entre el fulgor y la ceniza, entre la verticalidad de la ascensión y la horizontalidad de lo inerte. No en vano, García Cueto, en uno de los brillantes pasajes del libro, trae la memoria de San Juan de la Cruz.
Por otro lado, se me ocurre que no sería extraño que el autor —irredento cinéfilo— hubiera invocado en su título el de un extraordinario film de grato recuerdo: me refiero a ‘Cenizas y diamantes’ del cineasta polaco Andrzej Wajda, película que pese a tratarse de un drama bélico y situarse en un ámbito diferente al de la creación poética, nos habla de cómo la inesperada irrupción del amor en lo cotidiano no solo opera el milagro de la existencia en el otro, sino que da sentido a toda una vida condenada —por el ineluctable destino— al desahucio y al quebranto del abandono. Algo que sin duda está también en la poética de Javier que Pedro ha analizado tan magistralmente.
En ese espacio fronterizo entre el fulgor y la ceniza, ese hiato quieto de la inexistencia, como inmaterial ave fénix suspendida en el vacío y el silencio que no respiran, habita —y digo “habita” con la prerrogativa que me confiere la lectura de Pedro— el verso ingrávido (rutilante y corrupto, al mismo tiempo) de Javier Lostalé. Me consta que Pedro ha asistido —como testigo de excepción— a ese primordial instante eterno que vuela alto ya en lo azul. Infinitamente.