Hasta que empieza a brillar
Andrés Neuman
Alfaguara, 2025
296 págs.
Andrés Neuman, es un escritor de familia argentina afincado en Granada. Ha estudiado filología y ha trabajado de profesor universitario. Tiene varias obras publicadas y ha obtenido diversos premios como el Herralde de novela con su obra Bariloche. Apasionado de la Filología ha focalizado su trabajo de investigación en este relato destinado a descubrir el alma y la historia de una mujer que se entregó al significado de las palabras como fue María Moliner.
Es una obra a caballo entre el ensayo, la biografía y la novela, a través de la cual ha reconstruido la vida de esta memorable mujer que entregó todo durante muchos años de su vida a componer un Diccionario de la lengua española con sus propias manos, con escasos recursos y en medio de la censura franquista.
Hasta que empieza a brillar cuenta la historia íntima de la autora partiendo de sus primeros pasos. Sus inquietudes y sus vicisitudes desde su infancia se iniciaron en Paniza (Zaragoza) y Soria. Luego acontece el viaje de su familia a Madrid, donde dio comienzo y la dedicación a sus estudios, no sin penalidades. Hizo el Bachillerato por libre y luego cursó los de Universidad. Se alojó en la Residencia de Señoritas de María de Maeztu, donde descubrió otras mujeres empeñadas en emprender ese mismo destino. Siempre se inició en los principios de la Institución Libre de Enseñanza, institución en la que su padre confiaba y a la que se sentía ligado.
La desaparición de su padre en un viaje a Argentina, donde fundó otra familia, le dejó a ella y sus hermanos una profunda huella y una situación económica muy embarazosa. Sus aficiones y primeros destinos le llevaron a ser filóloga y archivera primero en Zaragoza, en el seno del Archivo de Aragón, y después, en otros modestos destinos. En su afán de entrega a la causa, le llevó a colaborar con las Misiones Pedagógicas, Institución republicana que tenía como objetivo extender la cultura, lectura y el conocimiento a muchas zonas rurales de una España pobre y desigual. Ese compromiso republicano la llevó primero a Murcia, y luego a Valencia, donde le sorprenderá la guerra civil. En ese tiempo se casará y tendrá 4 hijos. Su marido, Fernando, compartió ese vínculo educativo.
En Valencia durante 15 años empeñó sus esfuerzos repartiéndolo entre la familia y el mundo del libro y la Universidad. Sin militar en partido alguno, pero con un firme ideario, no por ello, menos vinculante se entregó a un proyecto que la República entregó en sus manos. Su plan de bibliotecas sigue siendo un ejemplo para articular estos servicios en el territorio, alcanzando en ese momento una notable repercusión. Acabada la guerra fue depurada, ella y su familia, aunque tuvo la fortuna de sortear la prisión y la muerte.
A partir de 1950 volvió a retomar su vieja pasión profesional, Una vez asentada de nuevo en la escala más baja de funcionaria de bibliotecas en Hacienda primero, y después en la escuela de Ingenieros Industriales de Madrid, donde volvió a retomar su labor anterior.
En un trabajo modesto y solitario acabó conformando ficha a ficha, palabra a palabra, una multitud de entradas del castellano. El trabajo lexicográfico de componer un Diccionario fue enorme, en medio de un trabajo a contracorriente en un medio hostil. En ese esfuerzo secreto y revolucionario, sin medios, y con sus propias manos, fue componiendo los materiales de dos volúmenes de una obra que, al final, vio la luz muchos años después, en la editorial Gredos. Su publicación contó con la ayuda de sus viejos conocidos como Dámaso Alonso y Rafael Lapesa. Algunos de los cuales, como Dámaso Alonso, influyeron en su vida profesional en varias etapas de su vida. Miles de vocablos compusieron su obra. A medida que transcurrían los años, las palabras crecieron como sus hijos, al calor de su obra, mientras conformaban sus propias biografías.
Andrés Neuman compone un texto atractivo al lector, con una prosa delicada y precisa. En muchos casos con afecto y cariño, abundando en detalles evidentes de ironía y sutileza.
Las definiciones que María Moliner aportaron para cada término de su composición formulas diferentes a las aparecidas en el Diccionario oficial de la Real Academia de la Lengua, para sorpresa del propio Presidente, Dámaso Alonso. Todo ello no fue un obstáculo para recibir su apoyo.
Presentada como candidata a miembro de la Real Academia por Ramón Lapesa y otros miembros afines, no consiguió los apoyos suficientes. Las resistencias a su género influyeron en el resultado, yendo a parar los votos a la candidatura de su rival, Emilio Alarcos. Fue un proceso decepcionante para ella del cual no se repuso. Tuvieron que pasar algunos años, hasta que, una mujer, Carmen Conde consiguiera el sillón K de una Institución totalmente masculina. Su discurso estuvo tachonado de reivindicaciones en defensa de la mujer, jalonándolas de notables alusiones a las resistencias de los académicos presentes. Posteriormente este camino emprendido por Carmen Conde dio sus frutos, porque nuevas mujeres se incorporaron a la Institución, si bien siguen estando en una clara minoría.
El relato es un prodigio de reconstrucción de la vida de una creadora incombustible y tenaz. Es la semblanza de un personaje rebelde y entregado. El autor se detiene en recoger los momentos más emocionantes vividos por María en los tiempos de la República y en los sinsabores de la llegada de las franquistas a Valencia.
En esos últimos instantes, ambos cónyuges, como tantos otros, se plantearon huir a América a través de Francia. Luego tuvo lugar el largo peregrinaje de sanciones y represión vividas tanto por María, como por su marido, Fernando.
Con la llegada de los nuevos tiempos, María vivió el cambio de lenguaje, los eufemismos y adulteraciones plagadas de perversiones. Los filólogos saben hoy que el lenguaje durante las dictaduras muta, se omiten unos fonemas, se prohíben otros, y se realzan muchos, siguiendo las consignas del nuevo régimen político. Hay cambios de brillo y las tergiversaciones del lenguaje se perciben como las huellas de un animal en el suelo. Todo eso lo pudo percibir María, que como buena observadora nos ha dejado un legado envidiable. La propia María explica a sus allegados que escribe una palabra, la define y la observa hasta que empieza a brillar.
Esas definiciones albergan textos diferentes a los oficiales de la época por lo que sus referencias son más sugerentes, libres y más amplias, con más entradas para resignificar mejor el contexto del término definido respecto de las valoradas por el Diccionario de la Real Academia. Andrés Neuman ilustra algunos ejemplos representativos de esas diferencias en las definiciones de María Moliner y del texto oficial de la Real Academia. Son dos tomos, como dos panes compusieron su trabajo durante muchos años, enriqueciendo el acervo y el conocimiento de las gentes. Aún siguen vigentes a través de las actualizaciones y adaptaciones sufridas por la obra.
Hay pasajes entrañables que recoge Andrés Neuman, como cuando ella era joven y se dedicaba a alfabetizar y extender las bibliotecas a través de los entornos rurales con la ayuda de otras maestras, según el plan previsto por las Misiones Pedagógicas. Relatando la anécdota de algunas niñas que le preguntaban si desaparecerían las letras al cerrar los libros.
Por el texto desfilan también algunas personalidades que de una u otra manera formaron parte de su entorno, Dámaso Alonso, Zamora Vicente, Rafael Lapesa o Carmen Conde. Algunos más marcharon al exilio fruto de su compromiso político, como Tomás Navarro Tomás, su maestro y de alguno de los anteriores profesores y amigos que acabaron en América.
Tenemos que agradecer por todo ello, el Diccionario de uso del español, de esta bibliotecaria, archivera. filóloga, y lexicógrafa española, que empeñó buena parte de su vida tejiendo, como el hilo de Ariadna, un texto rico y denso, fruto de la constancia y del esfuerzo titánico de toda una vida. De hecho, su obra perdura conociéndose el Diccionario por su nombre, no por su título. Llegó al final de su vida olvidándolo todo por un proceso de Alzheimer. A pesar de ello sus huellas son imborrables. Han quedado algunos de los testimonios de su paso entre ellos, en la Facultad de Magisterio de Valencia, ciudad donde compartió los mejores años de su vida.