marzo de 2024 - VIII Año

‘Los espejos venenosos’ de Milorad Pavic

Los espejos venenosos
Milorad Pavic
Sexto Piso, 2022

Cada ocasión en que el lector tiene la fortuna de encontrarse con un libro nuevo (en España) escrito por un autor que encierra en su texto  ‘un incofundible estilo y un compatible sentido del humor, de la tragedia (su antónimo complementario), sus recursos para la belleza y la maravilla’, poco más necesitará para que el gozo esté asegurado: “Enmudecido por la soledad y la altura, Levac masticaba su lengua como una fruta amarga en la boca; hablaba con sus manos, con las piedras y, en ocasiones, le parecía que una palabra bajo la cual no había algo pesado e imposible de mover, una palabra que no fuera el nombre de algo que podría llevarla a un  firme pedestal o trasladarla de un lugar a otro, era como un ave sin patas que no tenía cómo posarse ni construir sus nidos, que tenía que poner a sus polluelos en el agua” El autor: Milorad Pavic

Aquí hay descripción minuciosa, hay realidad poetizada y hay –un rasgo muy distintivo de Pavic- una convocatoria liberadora hacia la fantasía; incluso, más o menos veladamente, hacia el sentido del humor. He ahí uno de los secretos esenciales de la literatura: el viaje; racional, imaginativo, vital en suma.

Tal es la ventura que le espera al lector paciente cuando la literatura ejerce de tal con sus reclamos: imaginación, inteligencia, hondura ética y estética, humor y delicadeza. De alguna manera, un regalo de carácter espiritual que se consume, en principio, como un bien material, como un manjar.

En otras ocasiones, como en el cuento ‘La habitación de Andrina Anjal’, se aproxima a uno de sus ‘axiomas’ literarios: la evocación de la soledad: “El buzón pequeño lo revisaba cada día, pero en este disminuían los envíos conformae aumentaban los del grande. Finalmente, el pequeño buzón dejó de abrirse y no siempre encontraba su llave. Fue entonces cuando comprendí que me esperaba la soledad”

Si, en otra de sus variantes narrativas, pretende ser descriptivo, no le faltan las palabras elegidas que puedan dar fe de su voluntad, cual es el caso del cuento ‘La mezquita azul’: “Una tarde, antes de que oscureciera en Estambul, los ojos del emperador, cual dos palomas negras, se posaron en un lugar junto al At-meidan. De tanto mirar a través de su espeso pensamiento, al sultán Ahmed se le entumeció la mirada y decidió construir en aquel sitio la mezquita sobre todas las mezquitas” Recuerdo el viajero, por cierto, que la tal mezquita forma amplia plaza con Santa Sofía, uno de los edificios religiosos más equilibrados y hermosos (interior y exteriormente) que haya dado el imperio bizantino

En fin, tal como se nos señala en una presentación a propósito de la obra del autor ‘muchos de estos cuentos son un ejemplo fascinante del modo en que la literatura y los sueños se entrelazan con nuestras vidas hasta devenir indistinguibles y, en ocasiones, proféticos’ Toda una invitación sencilla y elegante, discreta, un susurro al lector para que se acomode y lea: saldrá ganando

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