Para que me leas en noviembre
Manuel Lacarta
Ediciones Vitruvio, 2022
140 págs.
A tenor del título habría que leer este libro en noviembre, aunque quien firma esta recensión acaba de hacerlo en estos días de junio. Para que me leas en noviembre es la última obra publicada del escritor Manuel Lacarta, autor de una extensa y acreditada trayectoria en poesía, narrativa y ensayo, cuya literatura es siempre sinónimo de excelencia.
En su interior, este poemario atesora ochenta espléndidas prosas poéticas que son memoria de un tiempo pasado e íntima reflexión sobre los discretos fragmentos que configuran ese vivir presente que transcurre sin monotonía, pero entre días que, como escribe el poeta, “son muy iguales”. Episodios colmados de detalles, en apariencia insignificantes, pero que sin embargo traen consigo esas cuestiones sustanciales sobre el significado de nuestro paso por el mundo.
Textos que se presentan ante el público lector como mensajes poéticos, escritos para que nos lleguen navegando dentro de la salvífica botella que es este poemario, a imagen de lo que sucede en esas películas de náufragos a las que hace referencia el autor al comienzo del libro en “Lunes es domingo tadavía, cuando empiezo a escribir cartas que te lleguen dentro de una boetlla ¿recuerdas las pelis de náufragos?,…”. Prosas repletas de poesía, dispuestas a surcar el océano de palabras contenido en este libro. Uno más de esos “…libros que van quedando ahí y un único lector los salva.”. Libros que, piensa el poeta, “…por sí mismos sobreviven a su olvido.”. Ojalá tenga razón.
Quizá todo poeta y su obra tengan algo de náufragos. En cualquier caso, en este poemario queda claro cuál es la creencia más firme de Manuel Lacarta: “Siempre creí en la buena literatura y leí a Borges, a pesar de ser ciego; a Hemingway, a pesar de ser un borracho, a Federico García Lorca, Thomas Mann. Los leí no por ser un marica, un borracho, un ciego, sino porque yo siempre creí en la buena literatura.” Una declaración de principios que, a mi juicio, va incluso más allá de la literatura.
En estas prosas poéticas de Lacarta hallamos no pocos retazos biográficos y consideraciones sobre lo que está en derredor, un mosaico a través del cual el autor entabla una conversación, a la manera del aquel tranquilamente hablando de Celaya, con quienes se adentran en las páginas del libro.
El poemario nos habla del poeta y el poeta de todo aquello que suscita su interés, material literario que desemboca en estos textos donde atisbamos, por ejemplo, múltiples registros culturales que nutren el discurso poético de Manuel Lacarta. La figura de Cervantes, sobradamente estudiada por el autor, “…los libros de aventuras” en los que “…los héroes son indomeñables; a veces, enmascarados.” como el capitán Trueno, “Spider-Man en las azoteas de Manhattan” o los antihéroes como Carpanta. Asimismo, nombres imprescindibles del patrimonio intelectual del escritor surgen aquí como una invitación del autor para que formen parte de nuestro propio bagaje: Luis Buñuel, Alberti, Gloria Fuertes, León Felipe, Francisca Aguirre, Brigitte Bardot, Charlot, Charles Aznavour, …la lista es muy extensa.
Emergen igualmente en estas páginas poetas como Rafael Morales que “En el paseo de las Delicias de Madrid,…/ se paraba a conversar con un gato”; Pedro Garfias, “poeta muy lejano, ahí perdido en el margen de sus libros que amarillean…” o Dámaso Alonso, cuyos ‘Hijos de la ira’ nos conducirán a ‘La casa encendida’ de Rosales, para concluir que “La cara de los poetas acaba siendo una misma con el tiempo”.
También otros personajes anónimos que no pasan inadvertidos, como esa “…gente que vive en veinte metros de casa, una chabola de ladrillos de gafa y cartones,”; aquel “… tipo genial que dormía en un ascensor del Ritz de Madrid, sin que nadie se hubiera percatado de ello en diez años” o el niño enfermo al que vio hace tiempo “bajando de una ambulancia en la puerta del hospital de la Paz en Madrid”. Emotivo sentir que lleva al poeta a revelar: “Esta tarde las palabras me resultan dolorosas y ver el mundo me irrita o me conmueve.”
Todo parece posible en poesía. Que un barco sea “…en realidad un plumier de madera” o inventar “…palabras que no existen, animales que no existen, el pato gato y el murciélago ciempiés; lugares para visitar en barco avión.”, hasta publicar un falso libro inédito de Cervantes. Poesía que surge igual que “…la voz de una radio”, “para que la oigan los astronautas en órbita dentro de la Estación Espacial Internacional,…”, para que, como esos cosmonautas, no nos sintamos solos.
De esta forma, se va hilvanando el poemario de un escritor con gran oficio literario que emplea el lenguaje con maestría. Una sobresaliente voz poética, cuyo depurado estilo le confiere un impecable sello distintivo, donde la palabra es credo y eje vertebrador del devenir del autor: “Cada palabra que escribo es como un subidón de adrenalina, beberme de un golpe medio litro de cerveza, ir a ciento cincuenta kilómetros por hora con sirena de ambulancia”. La palabra como utensilio al servicio del quehacer del poeta. Luego, “En el poema todo ocupa su lugar,…” y llama al lector que “…se adentra en él, viene paso a paso, dando un paso más,..”.
En este itinerario descubriremos el poema que da título al libro, Para que me leas en noviembre, donde el autor hace compendio de las personas y las cosas más queridas: el padre, la madre, el abuelo, también la primera comunión, los primeros veinte años, un sencillo cuaderno de papel milimetrado, un reloj o dos, … “sabiendo que, junto a ti, la noche nunca será en adelante oscura”. “Todas hoy son cosas familiares”, aunque en unos tiempos en los que “La actualidad perfora los tímpanos, es un gran griterío:…”, dice el poeta, y frente a lo cual reclama su singularidad: “Yo quiero, por el contrario, ser siempre inactual,..”. Más tarde, “En diciembre, -declara- me iré a caminar por un desierto, agotaré el agua en la sed de una vacía cantimplora, participaré como soldado en una guerra interminable. Aprenderé esgrima.”
Como colofón, solo resta dar la razón al poeta cuando apunta: “¡Es tan importante poder quedarse a solas en algún momento para oírse el tic-tac del corazón!”, e igual de relevante es percibir las pulsaciones de estos poemas, donde fluyen al unísono prosa y poesía, tanto si esperan a leerlos en noviembre o si deciden hacerlo mañana. Quédense a solas con este libro y disfruten de él, oirán el corazón de Manuel Lacarta.