Escritos de combate
Félix Alonso
Ondina Ediciones, 2023
A modo de recensión del libro ‘Escritos de combate’ de Félix Alonso, publicamos la intervención del escritor y sociólogo Alfonso Peláez en la presentación del libro mencionado que tuvo lugar el pasado 13 de junio en la Casa de Cultura de San Lorenzo de El Escorial
Hoy me siento especialmente halagado por estar presentando el libro de Félix. De hecho, estoy amortizando parcialmente una deuda que tenía con él. Félix ha presentado mis dos primeros libros, de modo que aún le debo otra. Con Juan Torres, en cambio, en ese sentido ya estoy en paz. Uno cada uno. Con Eugenio, también: estamos cero a cero.
Pues bien, Félix Alonso es un combatiente. La mayoría de ustedes lo saben. Ha combatido en multitud de frentes. Pero, siempre bajo la misma bandera. La del inconformismo.
Claro que no hay que equivocarse. Ese inconformismo suyo lo convierte en un tipo de guerrero muy particular. Muy difícil. Nada de ese perfil de luchador adocenado que avanza al sacrificio, cerrando filas junto a sus compañeros de unidad. No. Félix prefiere la guerrilla. Ir por libre. Atacar y replegarse. Y cuando menos se espera, volver a atacar. O mejor aún, utilizar el tiro franco. Francotirador. Incluso, freelance. Bueno, tal vez, eso no. La freelancería (¡qué palabro!) lleva de suyo la deslealtad. En cambio, el combatiente Félix, por encima de todo, es leal. Aunque, a quien más lealtad guarda es al propio personaje Félix Alonso. Al polemista infinito, al conseguidor infatigable, al que jamás da un tanto por perdido. A ese personaje con algo de Quijote batallador es, sin duda, a quien más fiel es Félix Alonso.
Estamos ante un combatiente que, con frecuencia, prescinde de la táctica. Que, a menudo, sólo obedece al instinto. Que prescinde de la razón en más ocasiones de lo conveniente. Ahora bien, a lo que no renuncia nunca es al coraje. Yo he conocido poca gente tan aguerrida. Con tanta tenacidad y con tanto valor como él.
Esas aptitudes guerreras las ha demostrado en múltiples batallas profesionales, cuando ejercía de Comisario, desenvolviéndose en un ecosistema lleno de amenazas realmente serias. Entonces, yo todavía no disfrutaba de su amistad. Pero en cierta ocasión, hablando bien de Félix a sus espaldas, otro amigo común me dijo textualmente “hay que tener en cuenta que Félix iba a contracorriente en un mundo en el que sus oponentes llevaban pistola”. ¡Oiga, eso no es ninguna tontería! Él también la llevaba, claro; era su oficio. Pero, por Juan Torres, ahora sabemos que la llevaba descargada. ¡Vaya por Dios! Es o no es, nuestro autor, un guerrero aguerrido. Juzguen ustedes de su valor. La pistola, siempre, con la recámara vacía. Entre pistoleros como Billy el Niño.
Ha combatido, también, en el inhóspito territorio comanche de la política. Fue militante en aquellos tiempos infaustos en los que la militancia podía ser castigaba muy severamente de variadas y sutiles maneras; en la época en que la mayoría de los demás nadábamos y guardábamos la ropa. O, como era mi propio caso, prestábamos servicio alegremente al enemigo multinacional.
Pero tengo para mí que las escaramuzas más bellas son las que ha reñido, durante tantos años, en el campo de batalla cultural. Más concretamente en la difusión y puesta en pantalla de películas inimaginadas por muchos que, de no ser por Félix, nos hubiéramos quedado in albis de ellas. Gracias a él, hemos tenido noticia de los hermanos Dardenne, y su conmovedora película “Dos días, una noche”; de Chantal Ackerman mucho antes de que la revista Sing&Sound decidiera que “Jeanne Dielman…” es la mejor película de la historia. Aunque, para ser justos, esa primera noticia de la realizadora belga nos la diera a través de South, un documental sobre el linchamiento de James Byrd Jr, un desdichado afroamericano de un estado sureño en USA. Y, quién sino Félix, fue quien nos hizo ver las incalificables películas de un desconocido aún mayor: el vanidoso director catalán Albert Serra.
Pero, amigos míos, eso es combatir. No permitir por ninguna causa que el Colectivo Rousseau ignore ninguna realización, por minoritaria, vanguardista, extensa o intrincada que resulte. ¡Sí, señor, eso es combatir!
Hoy, el combatiente Félix comparece ante la afición para ofrecernos el resultado de ese otro ejercicio permanente a lo largo de muchos años. Una faceta, quizás, menos conocida: su actividad como articulista. Una labor muy extensa en el tiempo, de objeto muy variado y con enfoques, por hábito, muy personales. Aunque, siempre, siempre, incisivos y clarificadores. Artículos, que ahora, ha recogido en un volumen la Editorial Ondina
Viniendo de donde vienen esos artículos, el libro hubiera podido titularse de muchas maneras, pero ninguna hubiera sido tan precisa como, ¡sí, efectivamente!: ESCRITOS DE COMBATE.
El libro les aseguro que no les defraudará. A lo largo de sus casi 300 páginas de historia, cine, literatura, política, memoria, sociología, tauromaquia, van a encontrarse con un Félix esencial hecho prosa: el hombre polemista, inquieto, provocador, humano, amigo de sus amigos; el combatiente leal e insobornable. El Félix retador que todos conocemos.