diciembre de 2024 - VIII Año

‘Díes de daquién-Días de alguien’ e ‘Instinto de brújula’, de Javier Olalde

Díes de daquién-Días de alguien
Javier Olalde
Huerga y Fierro, 2024
121 págs.

Instinto de brújula
Javier Olalde
Huerga y Fierro, 2024
82 págs.

Javier Olalde nos emociona rememorando su Asturias natal en dos poemarios llenos de sensibilidad 

Han llegado a mis manos los dos últimos poemarios de Javier Olalde, “Díes de daquién-Días de alguien”, e “Instinto de brújula”, el primero en edición bilingüe asturiano-castellano, y el segundo en castellano, aunque con algunas partes también bilingües,  y, además,  con unas preciosas ilustraciones de Eugenio Rivera; ambos libros en unas muy cuidadas ediciones de Huerga y Fierro. No es muy frecuente que un poeta publique dos libros al mismo tiempo, pero ambos poemarios dejan muy claro que Javier Olalde tiene mucho que contar y nosotros, sus lectores, se lo agradecemos infinito.

Javier Olalde (1944) es un asturiano de pro que a los doce años se vino a Madrid y que  como buen asturiano ha creído llegado el momento de rememorar su tierra natal desde el sentimiento más profundo.

Dos épocas poéticas ha tenido la carrera litería de Javier Olalde, la primera hasta 1970, y la segunda, después de un amplio tiempo de silencio, desde 2017, con el libro “Toda la tarde andada” (que el que esto suscribe tuvo el placer de presentar en su día), hasta la actualidad, compaginando excelentes poemarios con interesantes libros de raíz filosófica, otra de las facetas literarias del autor, no en vano es licenciado en filosofía.

“Díes de daquién–Días de alguien” es un poemario calmo, relajado, de expresiones muy medidas y de un largo hálito emocional. Es pura poesía del sentimiento donde, de una forma sutil y emocionada, el autor ajusta cuentas con la vida, con ese tiempo que le ha tocado vivir y que él presiente que se agota:

ERA, ERAS ese momento mínimo
de una mirada que no recuerdo,
que no recuerdas.

 Curiosamente lo mismo se puede decir de “Instinto de brújula”, pues los dos están cortados por el mismo patrón, pero es en éste dónde Javier Olalde se asoma de una forma candente y descarnada a su pasado, es pura poesía del recuerdo, de la memoria. Asturias en su corazón y Oviedo circulando por sus venas; y la lluvia, siempre en Asturias la lluvia:

Aunque no llueva,
hay un trozo de lluvia en las imágenes
borrosas e imprecisas
donde te encuentro siempre

 O en este otro ejemplo:

Era todo llovizna.
El hombre silbaba por las calles.
Era todo llovizna.
El hombre silbaba y no se hacía preguntas:
Iba.

Y, claro está, en ambos fluye el recuerdo del amor. Poemas de una profundidad poética y un ardor romántico que tocan la fibra sensible del lector:

SI NO estuvieras
Todo transcurriría sin ti
Y ella o él
También se habrían enamorado.

Nunca dos libros han sido tan semejantes y, al mismo tiempo, tan fáciles de diferenciar, Javier Olalde ha sabido darle a cada uno el tono y la armonía precisos para que sepamos que la poesía tiene sus momentos de distinción. En ambos libros, el autor desgrana lo mejor de su sapiencia poética, pues son muchos años y muchos libros los que lleva el autor a sus espaldas, y ya nadie puede enseñarle nada. Los poemas se suceden con una cadencia silenciosa, tenue, como si se deslizaran sin hacer ruido sobre nuestra mente, pero cada uno de ellos nos golpea suavemente sin darnos tiempo a sobreponernos… Sin embargo, debemos tomarnos nuestro tiempo para saborear cada una de las palabras que tejen el poema… Es una poesía, la de Javier Olalde, que no permite la precipitación, pero tampoco el desanimo.

Es muy emotiva y altamente clarificadora la última parte de “Instinto de brújula” que, bajo el título de “En la diáspora”, ha dedicado el autor a Castilla y a su Madrid adoptivo, es aquí donde Javier Olalde asume que su realidad actual es la ciudad que lo acogió, en la que vive y desde la que rememora su Asturias del alma:

Ahora,
en la ciudad sin mar,
cuando la vista es un rumor de calle
y una ventana enfrente de edificios
con trazados simétricos
que apuntalan
el cielo iluminado de la noche.

En definitiva, creo que la poesía bien entendida debe de ser la expresión de una totalidad con las palabras justas, pero expresado de una forma especial, de una forma que pueda quedar en la memoria de aquellos que lo leen. Esto es lo que, en mi opinión, ha conseguido Javier Olalde en estos dos magníficos poemarios. Emplazo al lector de esta reseña a que no dude ni un instante en meterse de lleno en su lectura, le aseguró que no le defraudará.

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