octubre de 2025

‘Yo soy Uds.’, de Santos López

Yo soy Uds.
Santos López
Prólogo de José Balza

Fotografía del autor en portada: Erik Del Búfalo
Disposición gráfica en cartel desplegable: Sabrina Cabrera Mendoza
Patrocinio de Feiyi Trading, 2025

LOS OTROS, LOS DEMÁS

Frente al discurso orgánico lineal, el prólogo de José Balza prefiere la aproximación a la palabra poética de Santos López mediante incisiones fragmentadas. El análisis da vida a una percepción crítica que entiende la escala versal del escritor venezolano como “una permanente germinación de lo múltiple”. Anota en la evocación biográfica el nacimiento en 1955 en la ciudad de San José de Guanipa, también conocida popularmente como el Tigrito, un enclave histórico de rica tradición. Y recorre las pautas de una travesía creadora que, en su singularidad, evoluciona desde una expresión cotidiana, de calado comunicativo, hacia un poema más hermético, aderezado de imágenes, apuntes culturales y referentes míticos. La poesía de madurez trasciende lo real en su búsqueda de la esencia existencial. Entronca con el sufismo y con una religiosidad vivida, que personifica el afán cognitivo de lo impalpable y convierte a su autor en un nómada literario en movimiento continuo. José Balza percibe en la atmósfera de YO SOY UDS. una condensación de elementos visuales, una dinámica secreta que conecta el fluir de la conciencia, más allá de la racionalidad cartesiana y el sedimento contingente. De este modo los poemas adquieren un ensamblaje complejo de voces narrativas. Como en las máscaras de Ezra Pound o en los heterónimos de Fernando Pessoa, el sujeto lírico se desdobla y multiplica el estar; esquiva límites para aprehender las cualidades del otro. Para apropiarse metafóricamente de sus huesos y cartílagos. Acaso este sea el sentido de un título tan aseverativo: YO SOY UDS.

En su diversidad, las citas iniciales del poeta, astrónomo y matemático Omar Khayyam, hito del canon persa, y del filósofo y pensador húngaro Béla Hamvas, paradigmático defensor del arte abstracto y crítico tenaz de la tradición realista, abren una poética sensitiva y onírica, ajena al esquematismo conceptual de la norma: “La poesía es ese manto apedazado / que viste un poeta: / montones de retazos / unidos por su voz y su alma”. El ideario, envuelto en una soledad confusa, acumula ensoñaciones y abriga lenguaje y pensamiento.

Santos López. Fotografía de Guadalupe Lopez Borzacchini

El conjunto de composiciones no tiene en el desplegable la misma disposición formal. El primer poema emplea como molde expresivo la prosa poética para dar voz a un texto reflexivo, que se acerca al fluir continuo de la conciencia. En primera persona, la trama empuja una meditación repleta de imágenes que deja en libertad a la voz interna. Una tarea que busca hendiduras en la razón para sus reiteraciones y paradojas, para que aflore una identidad múltiple.

El canto perfila también composiciones narrativas, nacidas desde el desvelo. La memoria aprovecha los trazos del recuerdo, subrayando una meditación conclusiva, similar a un consejo de convivencia social: “Para tener verdaderos amigos, uno debe sentir / la amistad sincera y ofrecer a los otros”. Los títulos poéticos conforman una nómina de nombres propios. Sugieren un entramado de encuentros, que enlaza la biografía subjetiva con el otro porque “solo es posible hablar con alguien que se habla a sí mismo”. Se suceden así diferentes secuencias habitadas, que hablan de viajes y presencias. Los momentos escogidos, a pesar del tiempo, preservan una celebración colectiva.

Junto al orden natural de los poemas se intercalan textos aforísticos –“La última palabra a un moribundo: PUTREFACCIÓN”, “LA MUERTE ES UNA SEGUNDA NIÑEZ”, “PREGUNTA LAO TSÉ A LOS POETAS: ¿ACASO ALGUNO DE USTEDES CONOCE LA PALABRA QUE NO ES LA PALABRA?” o anotaciones aleatorias que ralentizan el tránsito lector, como si germinara en ellas un significado oculto, chamánico; un pago establecido a la simiente germinal: “La mejor poesía suele ser la ausente”.

El territorio de la palabra constituye la materia esencial del poema. Santos López, por su experimentado itinerario, sabe que la poesía se nutre del lenguaje. Y en él se contiene la silueta posible del poema, ese vecindario en el que conviven semántica y expresión. El poeta aprovecha la heterodoxa disposición gráfica para incluir poemas en prosa, poemas narrativos en verso libre y supuestos mensajes aforísticos. También algún caligrama como ejemplo de escritura visual.

La red tejida por la escritura airea un argumento plural. Enlaza hilos de luz que nacen desde el silencio y cuelgan en su telaraña las paradojas que inquietan la razón de ser: “Para darme cuenta de que me doy cuenta tengo que darme cuenta”. La poesía de Santos López es encrucijada, movimiento del pensar y de lo inconsciente. Crepúsculo de tinta que niega la evidencia y nace en el umbral abierto de la noche.

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