diciembre de 2024 - VIII Año

El fallido Museo Agronómico de los años cuarenta del siglo XIX

Un lugar que no llegó a serlo

Nota del editor: Las fotos de este artículo corresponden al actual Museo de Agronomía de la ETS de Ingenieros Agrónomos (Universidad Complutense de Madrid), sito en Campus Ciudad Universitaria – Avenida Complutense 3 de Madrid

ETS de Ingenieros Agrónomos MadridETS de Ingenieros Agrónomos. Ubicación del actual Museo Agronómico en Madrid En este trabajo pretendemos conocer la iniciativa que surgió de la Real Sociedad Económica Matritense para crear un Museo Agronómico con fines pedagógicos. Interesa porque el proyecto contiene las ideas que imperaban, a mediados del siglo XIX, sobre este tipo de establecimientos culturales, educativos y con vinculaciones económicas, además de insertarse en la filosofía de la corporación a favor de las colecciones de instrumentos, máquinas, y productos, y que se puede rastrear desde su fundación en 1775. Por otro lado, este expediente de la Matritense se puede considerar como un precedente de los gabinetes agronómicos fundados en los centros educativos de segunda enseñanza, y del Decreto que en el 1882 creó el Museo Agronómico Nacional.

La creación de colecciones de instrumentos y máquinas se consideró como uno de los medios que se barajaron a lo largo de la Historia de la Sociedad Económica Matritense para ‘socorrer enseñando’. Estas colecciones tendrían un marcado carácter pedagógico, mostrarían a los interesados las máquinas, aperos, instrumentos, o modelos a escala de los mismos, así como los productos conseguidos con el uso de aquellos para mejorar las producciones. Además, casi siempre se pensó en exposiciones o colecciones dinámicas, es decir, en las que se probarían los avances tecnológicos y se permitiría imitarlos, no sólo un amontonamiento de objetos para diletantes y curiosos.

La Matritense fomentó la formación de estas colecciones en su seno, o la creación de exposiciones de frutos y flores en el reinado de Isabel II. También propuso la fundación por parte del Estado de otras como el Conservatorio de Artes. Informó sobre el estado y destino de algunas colecciones, como la de aperos y máquinas agrícolas de Theubet en Aranjuez; participó en las Exposiciones Nacionales del siglo XIX, y hasta se hizo cargo, en algunos períodos difíciles de colecciones de gran trascendencia, como es el caso del Real Gabinete de Máquinas.

Interior de un molino hidraúlicoInterior de un molino hidraúlicoEn la década de los años cuarenta del siglo XIX la Sociedad Matritense propondrá crear un Museo Agronómico con marcado acento educativo. Aunque no se coronó con éxito la empresa interesa detenernos en el proyecto por las ideas que contiene. En un artículo de El Amigo del País del año 1844, dentro de un defensa general de la instrucción agrícola, aparece, como uno de los medios para propagar loas adelantos y mantener la atención hacia la agricultura, la idea de creación de museos agrícolas en las provincias.

La propuesta partió del socio Manuel de la Fuente. El 2 de junio de 1846 manifestó la conveniencia de que se crease un Museo Agronómico. En la junta de ese día se decidió que se pasase el asunto a una comisión compuesta por el propio autor y por los socios Agustín Pascual y José Francisco de Aizquivel. Interesa destacar que en esta Comisión estaba presente Pascual, personaje clave para entender la política agrícola y forestal del reinado de Isabel II. Aunque el informe es colectivo, no cabe duda que las ideas de aquél están reflejadas en el mismo.

El informe redactado unos días después estaba compuesto de una serie de puntos que contienen una filosofía utilitarista y pedagógica muy cara a la filosofía de la Sociedad Matritense y, en este caso, relativa al fomento agrario.

El punto primero versaba sobre lo que sería un Museo agronómico. En principio, debía contener una colección de los mejores instrumentos para el cultivo de la tierra, y para la elaboración y preparación de los frutos que produciría. Pero, también, reuniría los modelos y diseños de esos instrumentos para que se pudieran sacar copias, reseñas o apuntes. Tendría que disponerse de modelos, dibujos y planos de los edificios y máquinas que servirían para el aprovechamiento y elaboración de productos agrícolas y ganaderos con el fin de ponerlos a disposición del artista o del comerciante. Otro elemento del Museo debía ser una biblioteca especializada en ciencia agronómica. Por fin, el Museo contaría con una exposición permanente de los productos de la tierra que pudieran conservarse indefinidamente, complementada con exposiciones periódicas de flores y frutos perecederos.

Típico corral manchegoTípico corral manchegoDebía proponerse al Gobierno esta idea de un Museo agronómico, mientras que la Sociedad podía auxiliar esta institución como venía haciendo con otros establecimientos educativos. La comisión aludía a que fuera el Estado quien se hiciera cargo del museo. En caso de que al gobierno no le pareciera bien esta propuesta, la Sociedad debía ofrecerse a fundarlo, pero siempre con el apoyo gubernamental. El sostén público se concretaba en los siguientes puntos:

1. Un local en Madrid.
2. Una subvención anual con cargo al presupuesto del Ministerio de la Gobernación.
3. Concesión de una plantilla para el Museo de tres o cuatro cesantes con sueldos a cargo del Estado, gratificándoseles aparte con un sobresueldo sobre los fondos que se asignasen.
4. La aprobación de una ley que impusiese a los autores de obras y estampas que se refirieran a la agricultura la obligación de entregar un ejemplar al Museo, es decir, una especie de depósito legal.
5. Una orden para que todas las bibliotecas públicas madrileñas y de provincias remitiesen al Museo un ejemplar de las obras de agronomía que tuvieran duplicadas. También se debía pedir esta donación al Depósito de la Imprenta Nacional. De ese modo, se podía poner en marcha la biblioteca.
6. Otra orden invitando a las autoridades correspondientes para que se facilitasen al Museo los medios para adquirir instrumentos, modelos, libros y muestras de productos y otros objetos.

La comisión pensaba que la Sociedad Matritense debía animar a sus homónimas, a los centros de investigación y artísticos, así como a los particulares interesados o aficionados al progreso agrícola para que colaborasen con sus recursos para formar la colección. Como reconocimiento de las ayudas habría que hacer público el nombre de los donantes en El Amigo del País.

Cocina ruralCocina ruralEra importante establecer contactos con instituciones parecidas al Museo Agronómico en el extranjero, intercambiar libros, muestras de productos y demás objetos.

En esta misma línea de exhortación a la colaboración para poder fundar un Museo, y seguramente conscientes de la dificultad de realizar esta tarea en aquella España, sobre todo por no ser un proyecto con una utilidad a corto plazo, se pediría a los demás socios otra dosis de altruismo a través de sus luces, trabajo, influencias y recursos. Este Museo podía tener sus corresponsales en las capitales de provincias.

Una vez entregado el informe a la Sección de Agricultura, ésta lo aprobó, pero con algunas variaciones. Interesa destacar que se añadió que era necesario contar no sólo con colecciones de instrumentos o productos sino, también con una colección zoológica de las especies útiles y nocivas para la agricultura. Después se desechó la idea de la donación de los autores de obras y estampas porque suponía un evidente gravamen para la propiedad intelectual.

Por fin, el informe final se aprobó y se elevó al Ministerio de la Gobernación, el día 3 de agosto del mismo año de 1846. Dicha propuesta estaba suscrita por el marqués de Someruelos, a la sazón director de la Matritense, y por Francisco Hilarión Bravo, su secretario. Braulio Antón Ramírez alude a esta propuesta cuando escribió su Diccionario de Bibliografía Agronómica, señalando que se encontraba en el Archivo del Ministerio de Fomento. Para el autor se trataría de uno de los pensamientos más provechosos que había tenido la Sociedad Económica en los últimos años, y se lamentaba de que, aunque no se hubiera sido tan ambicioso, ni el gobierno ni el país hubieran encontrado motivos para arrepentirse si se hubiera protegido el proyecto. Recordemos que Antón Ramírez publica su obra en el año 1860.

En octubre de 1846, el socio Martínez Padín, hizo una proposición sobre la necesidad de que hubiera exposiciones de agricultura, a semejanza de las que se celebraban ya, para la industria española. La Sociedad aprovechó esta iniciativa para intentar reactivar, en noviembre, la cuestión del Museo, pero no se consiguió nada.

Durante las décadas siguientes hubo otras iniciativas desde otros ámbitos hasta que, por fin, un Real Decreto de febrero de 1882 creó, en el Instituto Agrícola de Alfonso XII, el Museo Agronómico Nacional.

Fuentes:
Archivo de la Real Sociedad Económica Matritense (ARSEM).
Bibliografía:
ANTÓN RAMÍREZ, B., Diccionario de bibliografía agronómica, Madrid, 1865.
MONTAGUT CONTRERAS, E., ‘La colección de instrumentos agrícolas de Vicente Theubet en el reinado de Fernando VII’, en Torre de los Lujanes, número 49, (2003), págs. 247-250.
RUMEU DE ARMAS, A., El Real Gabinete de Máquinas del Buen Retiro, Madrid, 1990, especialmente, el capítulo VII, págs. 61 y ss.

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