mayo de 2024 - VIII Año

La tortuosa senda de la UE

Del ‘socialismo real’ a la derecha nacional (y III)

La Europa de los 27
La Europa de los 27

La ampliación al Este fue un paso muy importante para Europa, entraba al mismo tiempo el mayor número de estados al bloque, todos pertenecientes al antiguo Pacto de Varsovia y al COMECON, y en ella tuvieron un enorme interés Alemania, Austria o Francia. Para la Alemania reunificada fue siempre un objetivo la estabilidad en el Este, tras un azaroso proceso de estados en definición, con fronteras y delimitaciones sometidas a permanente cuestionamiento a lo largo del XIX y del XX. La guerra de los Balcanes había significado un duro aldabonazo para la conciencia europea, demostrándose que conflictos bélicos especialmente desgarradores , grupos enfrentados a vida o muerte, odio étnico y atentados contra los derechos fundamentales no se habían eliminado de la historia europea tras la caída del muro. Muchos de esos estados de la antigua Europa habían pertenecido al viejo Imperio Austrohúngaro; un auténtico ‘saco’ de países y pueblos, cada uno bajo sus culturas y formas, con la monarquía de los Habsburgo como elemento unificador, cuya importancia fue relevante en la historia europea hasta el final de la Gran Guerra, tanto gracias a su extensión desde el norte de Italia a las fronteras occidentales de Rusia como a sus importantísimas culturas y sus recursos. Varios de esos estados transitaron durante el periodo de entreguerras por los más variados sistemas políticos tras la disgregación del Imperio, con revoluciones socialistas que dieron paso a sistemas conservadores y más tarde para- fascistas bajo la influencia del III Reich. Después de la II Guerra Mundial casi todos quedaron bajo la influencia de la URSS, pasando a formar parte de su alianza militar y de su mercado común bajo modelos sociales calcados del soviético.

Desde la perspectiva goestratégica la ampliación al Este por la UE fue importantísima. Más allá del interés alemán por ampliar sus mercados, había un interés por la consolidación de modelos sociales liberal-parlamentarios y sociedades pluralistas como las de la Europa occidental. Aunque bajo un estricto rigor muchos de esos estados no reunían las condiciones suficientes para formar parte del ‘club europeo’, se tuvo gran condescendencia bajo el interés común por facilitar su acceso al proyecto. En la actualidad muchos de esos países han pasado a formar parte de aquellos que más fondos comunitarios reciben, como es el caso de Polonia, por su gran peso demográfico. La ampliación al Este se produjo justo en el momento en el que el proyecto europeo empezaba a mostrar unas grietas que en nuestros días se convierten en vías de agua. La crisis ha motivado el cierre por ahora casi definitivo de las ampliaciones, aunque Serbia siga llamando a la puerta de manera cada vez más débil, y Bielorusia y Ucrania tengan casi nulas posibilidades de ser aceptadas; descartada totalmente la entrada de Turquía que hace tres lustros todavía tenía partidarios.

Orígenes de la UE
Orígenes de la UE

Orígenes de la UECon la actitud de varios de estos estados respecto a la identidad de la UE se pone en evidencia un problema nunca resuelto sobre los distintos modelos. Inicialmente, el antiguo Mercado Común del Tratado de Roma de finales de los 50 nació con una doble intención. En primer término política: la base del Tratado estaba en dos estados Francia y Alemania Occidental claves en la construcción europea, y que tradicionalmente habían estado enfrentados no solo en el terreno de las ideas sino en el campo de batalla. La guerra franco-prusiana de 1875 fue un prólogo de las dos devastadoras guerras mundiales. Bajo el peso del eje franco-alemán se incorporaron al antiguo Mercado Común los estados del Benelux e Italia, como núcleo central. En paralelo, el Mercado era una zona comercial que aspiraba a la libertad de intercambios económicos y comerciales, y sus resultados fueron óptimos en años de altas cifras de crecimiento en las economías europeas. España aunque intentó entrar en el Mercado Común vio imposibilitado su deseo por la naturaleza dictatorial de su régimen político Lo que venía a demostrar que el Mercado Común no era solo una zona comercial sin aranceles sino que nacía con una identidad política muy definida enmarcada en el parlamentarismo democrático.

A finales de siglo, tras la caída del muro y la reunificación de Alemania, y la entrada de Reino Unido, España, Portugal y Grecia, dejaba de ser el antiguo Mercado Común para convertirse en una Unión que desarrolló un proyecto de federalización hacia la constitución de unos Estados Unidos de Europa, donde los derechos y las libertades ciudadanas deberían constituir una pieza esencial del proyecto, y se buscaba una homogenización bajo modelos de políticas compartidas. Esa puesta en común y asunción de obligaciones tropieza con el actual ‘revival’ del viejo Mercado o de la Comunidad Económica Europea como una zona carente de fronteras comerciales, pero sin otros proyectos que puedan ir más allá . Buena parte de los estados del Este que se incorporaron a la UE están regidos por gobiernos de la derecha nacionalista, e incluso de extrema derecha, muy reticentes frente a Bruselas. La ‘prueba de fuego’ que ha supuesto la política respecto a refugiados e inmigrantes, en la que estados del Este se niegan a aplicar las normativas de Bruselas, se ha unido a una reticencia, recelo o malestar respecto a elementos de modernización y políticas igualitarias contra las que esgrimen elementos identitarios de carácter muy reaccionario.

De esta manera se perfila una situación en la que buena parte de esos estados del Este incorporados al principio de este siglo al proyecto lo que desean es un Mercado Común actualizado, es decir una zona libre de intercambios sobre productos o servicios, mientras se muestran toda clase de obstáculos a la normalización de políticas comunes o a la cesión de soberanía. En los últimos tiempos ha cambiado el lenguaje comunitario: ya no se habla de proyectos compartidos, ni de federalización, sino de ‘parches’ para mantener una ficción unitaria que ya no existe, porque cada cual tiene proyectos diferentes sobre el futuro del bloque.

Adhesion de España a la UE
Adhesion de España a la UE, 1985

El futuro no deja de ser incierto por cuanto cada vez más se reconocen estados y gobiernos que están en Europa por conveniencia sin interés en formar parte de un proyecto común para crear una ciudadanía europea. La Unión se ha dejado atrapar por sus complicados y lentos mecanismos de decisión. En otras condiciones de la historia europea la actitud de estados como Hungría o Polonia y sus políticas interiores hubieran merecido una sanción o un ultimátum más estricto; sin embargo, la amenaza de un veto por uno de ellos a la imposición de medidas más duras hace que Bruselas renuncie a esa vía para no quedar en ridículo. Nos encontramos hoy con gobiernos que administran con medidas dispares de los modelos de Bruselas, donde se ponen en tela de juicio las libertades o la división de poderes, y ante las que la UE es incapaz de ir más allá en sus exigencias. Situaciones como la de Orban en Hungría y su ‘democracia no liberal’, denominación que ya parece sospechosa –de la que Javier Solana afirmaba en 2017 que ‘había que taparse la nariz’- o la de Polonia de Ley y Justicia, o del resto de los que forman parte del llamado Grupo de Visegrado, que van por libre y comparten el discurso de la extrema derecha occidental. La constatación de esa forma atípica de concebir Europa, bajo la creciente influencia y presión del discurso de la ultraderecha en estados como Italia, Austria o Alemania, presagia en 2019 un parlamento roto en dos bloques, con una presencia importantísima de un discurso xenófobo, ultranacionalista, antitético con las ideas de los antiguos fundadores del bloque y creadores del europeismo de postguerra. El avance de los eurófobos y nacionalistas de la derecha montaraz, muchos de ellos provenientes del Este y otros crecidos en estados fundamentales de Europa, presagia un parlamento bloqueado, inoperante y atado de pies y manos bajo las influencias más ultraconservadoras. Con un modelo europeo donde los partidarios de la federalización y las políticas comunes se baten en retirada a favor de un nacionalismo para quien la pertenencia a la UE solo tiene interés para recibir fondos e intercambiar productos comerciales a la manera de un ‘nuevo’ Mercado Común; y las políticas de derechos, libertades y ciudadanía parecen quimeras de fabricantes de utopías.

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