abril de 2024 - VIII Año

Marco Aurelio: emperador y filósofo estoico

La mejor venganza es ser diferente a quien causó el daño
Marco Aurelio

marcoooEsta tarde de lluvia y confinamiento, cuando aún no hemos iniciado la desescalada y se oyen a diario, tonterías, sandeces, improperios venenosos y lugares comunes insoportables a base de repetidos, una y mil veces sin rigor alguno, me he propuesto ensalzar la figura del Emperador Marco Aurelio (121-180) porque se lo merece.

No es fácil encontrar un hombre de Estado prudente, culto y amante del pensamiento. Como buen estoico, aprendió a controlar las pasiones, a contener los sentimientos… y sobre todo, a auto controlarse, a dominarse a sí mismo y a no dejarse arrastrar ni por la ira, ni por la euforia, ni por las ambiciones.

Sin lugar a dudas fue un líder querido y respetado por el pueblo. Gozaba de esa ‘autoritas’ que unida a sus condiciones de mando y a sus decisiones equilibradas, le confería una autoridad moral indiscutible.

Tuvo, asimismo, cualidades guerreras nada despreciables y de largo recorrido. Puede decirse, que fue un excelente estratega militar de notable éxito en las campañas bélicas en que participó. Me parece enormemente significativo que en su estatua ecuestre de bronce, que estuvo ubicada durante mucho tiempo en el Campidoglio y que hoy se encuentra en los Museos Capitolinos, aparezca sin armas y con un porte ‘pacificador’. Es probablemente el último representante de la Pax Romana.

La estatua ecuestre de Marco Aurelio se ha conservado y podemos contemplarla, con admiración, debido a una confusión, aunque quizás sea mejor denominarlo malentendido. Cuando el cristianismo pasó a ser religión oficial del imperio, en poco tiempo se procedió a una destrucción sistemática de las estatuas de los emperadores paganos, sin embargo, la de Marco Aurelio pudo salvarse de la ‘quema’ gracias a que fue confundida con la de Constantino el Grande. Durante la Edad Media, permaneció en el Palacio de Letrán y hubo que esperar hasta 1538 para que se trasladara a la Colina Capitolina.

En mis estancias en Roma tuve la oportunidad de contemplarla, en múltiples ocasiones, antes de que se trasladara a los Museos Capitolinos, y fuera sustituida por una copia. Por su belleza, sobriedad… y por todo lo que representa, sugiero encarecidamente, una visita a dichos Museos y detenerse unos minutos ante la figura gloriosa de este Emperador filósofo.

meditacionesLos pensamientos, reflexiones y observaciones que sobre la condición humana, la virtud, el valor de la filosofía, la justicia, la fugacidad de la vida y cómo convertir la existencia en un ejercicio de pensamiento crítico, de coherencia y de respeto a unos valores, que contienen las Meditaciones, en modo alguno, deben caer en saco roto. Nos va mucho en ello.

Sus doce libros (hoy diríamos capítulos) están llenos de experiencia, de preocupación por el buen gobierno y de sincero amor a la filosofía. Son unas páginas que no están estructuradas para ser leídas de un tirón… sino que constituyen un ejemplo de cómo en los escasos ratos de ocio, durante las campañas militares, extraía unos minutos, para fijar por escrito sus anhelos, reafirmarse en sus sólidos principios, apreciar lo que de recio y verdadero tiene la justicia y meditar sobre la fugacidad de la vida y sobre el inmenso valor de saber controlarse y actuar con elegancia y discreción.

Las escribió en griego, preguntémonos ¿por qué? Se ha dicho que no fueron compuestas para ser leídas y disfrutadas por otros, sino para, dando rienda suelta a sus pensamientos, realizar una introspección y aprender a conocerse a sí mismo. Permítaseme discrepar de esta apreciación. Marco Aurelio fue un cosmopolita, anduvo pacificando y defendiendo al Imperio a lo largo del Danubio, en Grecia y en la actual ex Yugoeslavia y hasta en Asia Menor.

Téngase presente que pertenece, en sentido amplio, al periodo helenístico. En todos esos lugares se hablaba el griego y la lengua de Homero se había convertido en una ‘koiné’, mediante la que se comunicaban diversos pueblos y cientos de miles de habitantes.

Las Meditaciones están escritas en griego. En primer lugar como homenaje a la Filosofía y, también, para que resultaran accesibles a aquellos ciudadanos que utilizaban esa lengua, de tantas resonancias cultas y filosóficas, como vehículo de comunicación y de expresión de ideas que constituyen la base del pensamiento occidental. Las Meditaciones son unas reflexiones sobre la vida, la moral y el auto descubrimiento, propias de un pensador que ha aceptado dignamente su destino… y que sólo intenta comprender lo que sucede a su alrededor y cumplir con el precepto socrático de conocerse a sí mismo.

El libro quedó inédito a la muerte de Marco Aurelio. Se publicó por primera vez en 1558 y la copia del manuscrito que se utilizó, se encuentra en los Museos Vaticanos.

La Iglesia no demostró interés alguno en que esta obra y estas reflexiones circularan libremente, muy al contrario, ‘las custodió’ con el mismo celo con el que guardaba, bajo siete llaves, todo lo que no quería que viera la luz. ¿Por qué? La actitud de Marco Aurelio estuvo presidida por el equilibrio y la justicia, pero consideraba a los cristianos como una fuerza disolvente y disgregadora que destruía desde dentro los cimientos del Imperio. Esta es una de las razones… pero hay más. Como el resto de los filósofos estoicos no creía en que hubiera vida más allá de la muerte. En cierto modo las Meditaciones son un fundamento de lo que después se daría en llamar finitud. La Iglesia, siempre tan intolerante, no podía sino entorpecer su difusión.

Para el filóMarco2sofo estoico, el cuerpo es un río que va discurriendo hacia el morir, es decir, la disolución. Piensa, en puridad, que todo lo que existe se desintegra y que somos insignificantes. Sólo un eslabón entre el tiempo que ha transcurrido antes de nuestra vida y el que queda por transcurrir tras nuestra desaparición. Por eso, el filósofo, el que analiza y somete a revisión su vida, ha de rechazar todo lo miserable y corrupto… y tan sólo buscar lo que hay de noble en una existencia dedicada a edificar y dar consistencia a su entereza personal. Fue amante de la virtud, del pensamiento y del equilibrio… basado en una firme racionalidad.

Hago, llegados a este punto, una invitación expresa a ojear algunos fragmentos de las Meditaciones y a reflexionar en torno a los pensamientos e ideas de este Emperador filósofo, que no ha perdido un ápice de actualidad, ni de interés con el paso del tiempo.

Ese es uno de los valores de los clásicos, comunicarse con nosotros y transmitirnos su integridad, su visión del mundo, sus preocupaciones, sus momentos de angustia o la serenidad que se experimenta tras haber dominado las pasiones, aunque sea momentáneamente.

Francisco de Quevedo, en un estremecedor soneto, acierta a expresar lo que supone la lectura que no es otra cosa que, en una magnifica sinestesia, ‘escuchar con nuestros ojos’ a los muertos, o lo que es lo mismo, tener presente lo que pensaban, lo que sentían, lo que querían transmitirnos… casi, casi oírlos hablar.

Fue Emperador unos veinte años. Se le conoce por sus campañas bélicas pero, es apenas conocido por sus reformas sociales, que a mi juicio, lo convierten en un defensor de las mejores virtudes romanas y de la justicia. Favoreció a los más débiles y vulnerables. Legisló para combatir los abusos de poder y la corrupción. Adoptó, asimismo, medidas que mejoraban la condición de los esclavos y que favorecían a las viudas.

Ha llegado hasta nosotros, una interesante correspondencia que mantuvo con uno de los tutores, que se encargó de su formación intelectual y moral, por expreso deseo del Emperador Adriano, su protector. Se trata de Marco Cornelio Frontón, a quien apenas se le recuerda hoy, pero que gozó en su tiempo de una merecida fama por su rectitud y por sus amplios conocimientos. En una de las epístolas que se conservan, define al joven Marco Aurelio como inteligente, centrado y trabajador. Características estas que conservó acrecentándolas en su madurez. Son, asimismo, muy útiles estas anotaciones para apreciar el interés, la dedicación y los progresos que el futuro Emperador realizaba en Filosofía. Nos habla de sus lecturas predilectas, especialmente, de los Discursos del filósofo estoico y antiguo esclavo manumitido Epicteto.

Marco Aurelio, el decimocuarto emperador, fue no sólo un intelectual sino un gobernante preocupado por la justicia y el bienestar colectivo. La memoria encadena el tiempo, lo fija y hace visible para la posterioridad sus prioridades. La serenidad aplaza y reduce el miedo aunque la inestable geometría de la victoria… o su envés, la derrota, siempre se presente envuelta en una capa de incertidumbre.

Tiene dudas, vacilaciones… más en él, siempre la conciencia del deber acaba prevaleciendo como guía de su actuación política. Escribe para explicar y explicarse y esto no es nada fácil encontrarlo en el momento histórico que le tocó vivir. Intenta siempre, más allá, de los triunfos y adversidades mantener el control, incluso cuando el aire se llena con los intranquilos relinchos de los caballos en la madrugada del día de la batalla.

aurelioecuestreCuando finaliza el combate, el enemigo ha retrocedido y están a salvo, al menos coyunturalmente las fronteras del imperio, es cuando se limpia el sudor de la frente y siente una sensación de paz interior al ver a los pájaros bebiendo el agua de la lluvia y cuando puede respirar con tranquilidad y oler el frescor de la yerba mojada.

Para Marco Aurelio la filosofía no es sólo lógica, disciplina, dialéctica… proporciona además consuelo, alimenta la entereza y sirve para despejar las sombras, que de cuando en cuando, se ciernen sobre la mente. Es capaz de valorar la duda y sabe que se puede ir en pos de la verdad, pero que la verdad es inalcanzable. ‘Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad’, llega a escribir dando forma a este pensamiento. Asimismo, suele recordar lo que su madre le había enseñado: ‘vive sin ostentación’. Para finalizar esta aproximación a su figura histórica, viene ‘como de molde’, recordar que el Emperador Adriano lo llamaba cariñosamente ‘verissimus’, que es tanto como decir, integro, cabal, digno de confianza.

Quizás sea oportuno señalar que siendo apenas un adolescente, con catorce años, vistió la ‘toga virilis’. Toda su vida fue fiel a su palabra y a sus compromisos. Cuando Adriano se lo propuso aceptó una ‘bicefalia’ con Lucio Vero para compartir el gobierno del imperio. No sólo cumplió la palabra dada sino que luchó denodadamente para hacerla posible, garantizándose, de paso, la lealtad de Lucio Vero de por vida.

Merece la pena leer, una y otra vez, y pararse a reflexionar sobre algunos fragmentos de las Meditaciones. En esta obra se nos muestra como un varón, sensible, espiritual, sagaz, concienzudo y equilibrado que acaba siguiendo el camino marcado por el deber. La filosofía estoica le dio un aire distintivo de hombre serio y austero… sabía poner las cosas en su sitio. Su familia paterna era ascendiente de la Bética que ya había alumbrado al mundo otro filósofo estoico como Lucio Anneo Séneca.

Son muchas las razones para abrir sus Meditaciones por cualquier página al azahar y pararse después a pensar en el modelo de vida y de persona que nos legó. La idea recurrente, que como espina dorsal atraviesa el texto, es el buen gobierno o como gobernar con buen juicio… son admirables su prudencia y sus reservas y, sobre todo, la conciencia de la vulnerabilidad, de la insignificancia del hombre, aunque sea el Emperador. ‘Tienes poder sobre tu mente, no sobre los acontecimientos. Date cuenta de esto, y encontrarás la fuerza’.

No es baladí, traer a colación que a parte de los enemigos que le obligaron a defender las fronteras de Roma en los años en que fue Emperador, tuvo que soportar una ‘pandemia’ que asoló el Imperio y que, según el historiador y autor de una Historia de Roma, Dion Casio, compuesta en lengua griega y que abarca un periodo de cerca de mil años. La horrible pandemia, que al parecer trajeron las legiones victoriosas, llego a causar miles de muertos, provocando consecuencias sociales y económicas devastadoras y diezmando la población. Este incontrolable ‘virus’, una de las plagas más importantes que padeció Roma, fue motejada como la ‘Plaga Antonina’. Tuvo varios rebrotes y, probablemente, acabara con la vida del propio Marco Aurelio en Vindobona, (la actual Viena). Al parecer, este microorganismo era similar al que produce la viruela. Sus efectos fueron demoledores. No es bueno que pensemos que lo que nos ocurre no tiene precedentes, porque se trate de lo que se trate, otros antes han tenido que enfrentarse a situaciones similares.

Nos creemos a veces, ‘el ombligo del mundo’. Estamos padeciendo un virus que afecta a todo el planeta y cuyas consecuencias sociales, económicas y políticas van a ser estremecedoras. Tanto es así, que tardaremos mucho tiempo en recuperarnos de este azote.

Haríamos mal, sin embargo, en no tener en cuenta el magisterio que ejerce la historia. El gran Marco Aurelio que defendió con inteligencia, destreza y habilidad las fronteras del Imperio… fue derrotado por una pandemia, lo que es tanto como decir que el ‘virus’ logró… lo que sus enemigos no habían conseguido en los campos de batalla.

Memarcorelieve parece una figura excepcional. Hay que señalar que fue querido y respetado por el pueblo. Sus cenizas se depositaron en el mausoleo de Adriano, es decir, en el Castillo de Sant Angelo.

Aun hoy, es recordado como un filósofo exigente y como un gobernante justo. De hecho, con él finaliza la denominada ‘Pax romana’, es decir, el periodo de mayor prosperidad y, en cierto modo, estabilidad del Imperio… que tras él comienza una ostensible decadencia.

Me gustaría seguir hablando de Marco Aurelio, sus pensamientos y sus realizaciones. Sin embargo, es hora de ir concluyendo este liviano ensayo que sólo pretende traer a la memoria, un periodo de la historia de Roma rescatándolo de un olvido notoriamente injusto y poner en valor su figura, sin duda, admirable.

Amó la filosofía como muy pocos hombres de Estado lo han hecho. Quiso dejar esto explícitamente sentado y junto con la Emperatriz Faustina en ‘la gira’ que hizo por las provincias orientales, al llegar a Atenas se presentó como un protector de la filosofía, alentando y protegiendo las diversas corrientes de pensamiento helenístico, por entonces vigentes. El búho de Atenea en aquellos años todavía levantaba el vuelo y era respetado.

Hay descubrimientos, por ejemplo arqueológicos, que nos ayudan a comprender mejor ‘el esplendor’ y ‘grandeza’ de una época. Nunca es tarde ni para reconocer nuestra ignorancia… ni para valorar aspectos útiles del pasado. Hemos de tener presente que el conocimiento del mundo clásico es revisable y permanentemente, estamos modificando lo que de él sabemos y lo que de él destacamos.

Nunca está de más un poco de humildad. En pleno siglo XXI, -aunque ha sido así a lo largo de la historia- cada hecho, cada descubrimiento modifica nuestra perspectiva… y aporta una nueva luz a nuestra mirada.

Comentemos, por ejemplo, que el prestigioso arqueólogo e investigador Marc Waelkens ha aportado no pocos conocimientos con motivo de las excavaciones de Sagalassos, al sur de Turquía, la que fuera una próspera ciudad durante la época alejandrina, fue devastada por un terremoto.

Se encontraron, entre otros hallazgos, restos de una estatua colosal, de mármol blanco, de Marco Aurelio. Pensemos que sólo la cabeza media algo más de setenta centímetros y la estatua en total debía tener una altura de entre cuatro y cinco metros.

Es más que probable que el lugar donde fueron halladas estas esculturas fuese un ‘frigidarium‘. En él también figuraban otras grandes estatuas como las del Emperador Adriano y la de Faustina la Mayor, esposa de Antonino Pio. Esto hace pensar a los expertos, que el lugar era un homenaje a la dinastía Antonina y que albergaba una serie de figuras representativas de esta estirpe.

Sirva este importante descubrimiento arqueológico de Sagalassos, para que tengamos presente, que constantemente estamos recibiendo nuevos datos, que nos hacen repensar momentos estelares de la historia como fue el Imperio Romano. Probablemente, el de Sagalassos será un yacimiento arqueológico, de obligada visita, en poco tiempo.

Hombres Íntegros y firmes como el Emperador Marco Aurelio, cuya principal virtud no era otra que conocerse y saber mirar al interior de sí mismo… con el fin de extraer la modesta conclusión de que por mucho poder que tenga un ser humano, siempre está en manos del destino y es notoriamente insignificante.

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Escrito por

Archivo Entreletras

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