
Vamos a intentar hablar con propiedad, que ya hay por ahí demasiada boca de ganso. Los amigos de Facebook y otras redes sociales que nos tienen enredados, y nunca mejor dicho, no son amigos, eso es una mentira de las gordas. Al menos no son amigos todos. Una mínima parte puede que sí, pero la mayoría son entelequias digitales que se llaman amigos porque llamarlos contactos cibernéticos o compadres enlazados o comadres digitales suena rarísimo aunque sea cierto.
Amigos fueron, de papel o de veras, Damon y Pitias, Rolando y Oliveros, Bassanio y Antonio, don Quijote y Sancho, Charlotte Brontë y Mary Taylor, Holmes y Watson y, en todo caso, como diría un guasón, Ramón y Cajal o Pi i Margall.
Además de lo manoseada que ha estado siempre esa palabra, ahora vienen las autopistas enredadas de Internet a terminar de dejarla hecha un trapo de cocina viejo. Cuando la transmutan en «seguidor» la cosa no es que se arregle mucho porque toca el terreno del discípulo, el incondicional, el hincha, y tal y como somos de brutos termina casi siempre en fanático. Y no es que ser amigos o seguidores en Facebook, en X, en instagram o donde fuere sea malo, es que, como estamos intentado decir, en su inmensa mayoría el uso de esta palabra resulta desproporcionado. El término amigo es demasiado grande, y el vocablo seguidor demasiado comprometido. Nuestro idioma castellano resiste mal las exageradas imprecisiones, ya está bastante trastornado como para que sigamos vapuleándolo.
Por supuesto que valoro a cuantos en una red social aparecen a mi lado, me aportan cosas interesantes, valoran lo que yo pueda aportar e interactúan conmigo, pero tengo muy claro las diferencias entre amigo, conocido, colega, compañero, camarada, afecto, incondicional, contacto, aliado, compadre, adicto…
No olvidemos que la palabra amigo deriva de la raíz del verbo latino amare (amar), relacionado a su vez con la voz indoeuropea amma que utilizaban los niños para llamar a su madre. Otra curiosidad, tal vez traída por los pelos, dice que procede del griego a (sin) más ego (yo) con lo que vendría a significar «sin mi ego», que tiene cierta gracia, pero poco más. Incluso en inglés, la palabra friend se relaciona con el verbo freon, familiar germánico del inglés antiguo, que también significa amar o gustar.

Permitidme que haga también un elogio jocoso de cuantos no son amigos, sino enemigos, contrarios u oponentes, porque a veces son más necesarios que el comer, espolean nuestra creatividad, nos ayudan a ver nuestros errores y nos alejan de esa maldita peste de la autocomplacencia. No está nada mal que un amigo te alabe, pero la alabanza ayuda poco a la mejora, mientras que la crítica, si no es chapucera, de simple mala leche o porque sí, te lleva a superarte e intentar ser mejor en lo que hagas. Así, un enemigo puede ser un amigo solapado que te hace un favor que no te hará el amigo aunque te aplauda con las orejas.
Cuando Cicerón escribió De Amicitia sabía de qué iba el asunto. Recordad cuando dijo: «Yo sólo puedo exhortaros a que antepongáis la amistad a todas las cosas humanas; pues nada es tan apropiado a la naturaleza, tan conveniente a las cosas bien favorables bien adversas«.(1)
Una cosa es tener contactos, buscar el entendimiento más allá de las fronteras de la edad o la geografía y compartir con allegados, colegas o vecinos ideas, noticias, ocurrencias, cuentos, poemas y, hasta si me apuran, flores, gatitos, frases, chistes o cursilerías varias, y otra muy distinta pretender que los amigos del «me gusta» lo son todos de verdad y no simples conocidos (a veces ni eso).
Habría que inventarse otro término y dejar la amistad en el lugar privilegiado y muy exclusivo que le corresponde. Puede ser que Cicerón nos dé alguna pista aunque como diría él mismo: O tempora, o mores! o lo que es igual: No está el horno para bollos en estos tiempos.
(1) Para los que quieran presumir de erudición ante sus amigos o seguidores en las redes, va la frasecita en el latín original: «Ego vos hortari tantum possum ut amicitiam omnibus rebus humanis anteponatis; nihil est enim tam naturae aptum, tam conveniens ad res vel secundas vel adversas».