Como experiencia, parece algo mejor que encargar una pizza, o hacerse un escape room, o incluso un tatuaje. Nadie te obliga a ir a una corrida, pero si no vas cómo vas a saber lo que es.
La corrida no es algo grabado, ni enlatado, ni virtual. Como el teatro, sucede de verdad ante ti y para ti.
El toro es lo principal. Un animal único, insólito en el mundo de hoy. Un mundo en el que se matan animales para convertirlos en conservas. El toro vive libre, y no es previsible, precisamente porque vive su libertad, su animalidad. Cuanto más es él, más salvaje y bravo es. Cuanto más salvaje y bravo es, más es él. Un toro no es una mascota, no es una persona. Es un ser cuya esencia es la bravura, la lucha. Esa es su libertad, su ser él mismo. Su identidad. Como especie, sólo puede sobrevivir así, en la lucha.
La lidia consiste en hombres que juegan con eso. No es teatro, ni ballet, ni mucho menos deporte. Es una brega en que toro y hombre son ellos para expresar su propia humanidad. Se torea como se es, dijo alguien que sabía de torear y de ser.
Por supuesto la industria taurina está infectada de mercantilismo y corrupción. No es sórdida como los mataderos o los fondos de inversión, pero hay tejemanejes que adulteran la épica de una corrida. Pero debajo de todo y por encima de todo subsiste la bravura del toro, el arrojo ilógico del hombre, el vibrar de los tendidos cuando hace aparición el arte, la belleza. A lo largo de los tiempos, muchos artistas se han sentido emocionados, invadidos, transportados por esa fuerza mística. Y lo de menos son los artistas. El pueblo español, portugués, mexicano lo vive.
Hay aberraciones contra los toros, so pretexto de causa noble. En Colombia han derribado la estatua de un gran torero a suyo, César Rincón, que creció en una chabola en cuyo incendio murieron varios familiares, y en su lugar erigen otra de un guerrillero.
En esta época de necesario despertar ecologista, importa saber que sin corridas ese animal insólito no sobreviviría. Sin lidia, el ecosistema de dehesas se viene abajo, el animal desaparece. Por eso conviene meditar sobre lo realmente ecológico.
Pero, sobre todo, el toreo es emoción, es magia. Sin verlo, difícil opinar. Puede ser que la corrida a la que asistas sea mala artísticamente. O dura, sangrienta. Pero no pierdas de vista al toro, lo que hace, lo que es. Si vas acompañado por alguien sensible a esa vivencia, mejor que mejor. El caso es vivirla.