marzo de 2024 - VIII Año

La Cataluña congelada

Barcelona. Imagen: rtve

Una de las cosas que más sorprenden de Madrid, al menos en mi caso, es la frecuencia con la que escucho hablar catalán en sus calles. Desde luego no son únicamente turistas que vienen a disfrutar de su capital, ves a estudiantes, empresarios, ejecutivos, trabajadores…personas de todo tipo que, como no puede ser de otra manera, se expresan libremente en catalán. Es un tema que comenté con un buen amigo madrileño y llegamos a la conclusión de que esto era debido a una cuestión nada ideológica ni política, estamos ante algo (aparentemente) muy simple: las dinámicas sociales y profesionales en Madrid son distintas que las que ocurren en Cataluña. Y, como ven, he empezado por las sociales… 

Antes de continuar he de ser sincero, no puedo ser muy objetivo con cómo se vive en Madrid (ciudad en la que resido desde hace tres años), digo esto básicamente porque eso de poder pasear por la calle y que nadie te insulte o amenace es un plus para mi. Pero, más allá de eso, y desde el anonimato más absoluto, resulta relevante el poco condicionamiento y exigencia que se pide en esta ciudad para socializar. Me explicaré, nadie te pregunta lo que piensas, ni de dónde vienes, ni te prejuzga (más allá del chiste fácil), nadie te exige actos de exaltación de no sé que valores identitarios, nadie intenta hacerte luz de gas por lo que piensas, únicamente puedes caer mal o no, algo tan sencillo que ocurre desde que el hombre es hombre. Esta normalidad es la que los catalanes, incluyendo los no ideologizados o los no damnificados por el “prusés”, valoramos de Madrid. 

Pero, entrando en temas profesionales, Madrid es una ciudad dinámica, difícil pero llena de oportunidades y de gente dispuesta a echar una mano. De hecho, un buen amigo catalán tenía a su hija trabajando aquí en Madrid y cuando una gran empresa catalana le ofreció una posición que no podía rechazar…estuvo dando vueltas al asunto por el mero hecho de que en Madrid no solo había más posibilidades sino que se vivía mucho mejor. Este podría parece un tema menor, casi algo de tono costumbrista, pero en verdad, estamos ante un problema mayúsculo para la sociedad catalana y, de forma colateral, para el conjunto del país. Que una región de un país entre un periodo de decadencia económica, social y cultural es un problema, pero si encima dicha región era uno de los polos de atracción internacional…el problema se convierte en nacional porque el agregado, por mucho trasvase que exista de Barcelona a Madrid, nunca es favorable. 

Y es que la decadencia de Cataluña, especialmente de la ciudad de Barcelona, viene dada por una especie de doble pinza populista que antepone una visión idealista de la política a la realidad que les está atropellando. Estamos ante una situación casi estratigráfica en la que se van superponiendo visión idealista e idealizada una sobre otra y van ahogando la pluralidad, el progreso y el poder blando de Cataluña. Naturalmente, la doble pinza la encontramos en el populismo separatista que intenta imponer un proceso de aculturación y un principio de ciudadanía basado en la “pureza” cultural (especialmente en temas lingüísticos, pero siempre con el sesgo ideológico nacionalista) y, por otro, el populismo de la alcaldesa Ada Colau que bebe de las fuentes del provincialismo comunista en el que Barcelona debe estar como congelada en el tiempo con una fobia enfermiza con lo privado y todo aquello que no controla. 

Esta decadencia no solo es económica, es también simbólica y cultural, Barcelona ha dejado de ser un referente cultural y un espejo de modernidad dónde se miraban las élites europeas y muchas transoceánicas, estamos en una ridícula imposición identitaria que solo interesa a los que están empeñados en los procesos de aculturación forzosa de todos los catalanes. Lamentablemente, Barcelona, más allá de los monumentos, las playas y el turisteo, ya no interesa, más aún, resultan cansinos con su empecinamiento en “internacionalizar” un conflicto que solo existe en la cabeza de los que se están lucrando con esta situación. 

Es extraño y paradójico, la libertad que se respira en Madrid, encarnada en la indiferencia de los madrileños respecto a las lenguas que se habla en sus calles, es inversamente proporcional al posicionamiento de “resistente” que tenemos que adoptar muchos catalanes al reivindicar el derecho del uso y reconocimiento del castellano en Cataluña. Como ejemplo de este paroxismo, hace no mucho, los Mossos d´Esquadra, para reivindicar una serie de peticiones a la Generalitat, pusieron en marcha una especie de huelga de celo en la que, básicamente, solo usaban el castellano en sus relaciones con la ciudadanía…¿imaginan el nivel de distorsión de la realidad y distopía mental que vivimos en Cataluña cuando la principal medida de presión de la policía autonómica catalana es utilizar la lengua mayoritaria de los catalanes? En fin, como ven, el nacionalismo no ceja en su empeño de seguir cavando en el agujero de la decadencia y la fractura social, no les importa, tienen un bien superior y, cómo nos ha demostrado la historia, ello es algo muy peligroso.

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