octubre de 2024 - VIII Año

La ultraderecha: el caballo de Troya de la Unión Europea

Imagen: rtve

El próximo domingo, 9 de junio, tendrán lugar las Elecciones al Parlamento Europeo. En los círculos en que me muevo, se habla mucho de ellas estos días. Los ciudadanos, sin embargo, las ven como algo lejano que no afecta a sus vidas… cuando ocurre todo lo contrario.

Una Europa unida, fuerte y solidaria ha sido el sueño de varias generaciones. El germen de lo que hoy es la Unión Europea, fue el convencimiento y el impulso de “sus fundadores” a fin de que no se repitiera el horror de las guerras mundiales y sustituir por la cooperación y el esfuerzo común, el enfrentamiento bélico. Al recordar hoy esto, me invade un rictus de amargura… ojalá y no sea este otro sueño que se desvanece y que termina en atroz pesadilla.

Soy de los que opinan que en estas Elecciones los europeos nos jugamos retos importantes… más sin duda, el prioritario es si abrimos las puertas a la ultraderecha con su neopopulismo descarnado, su odio a los inmigrantes y su simpatía indisimulada al modelo del que dan buena cuenta las apelaciones, brazo en alto a la romana, a Hitler, Mussolini y otros “fantasmas fascistas” que creíamos desaparecidos y que parecen regresar; tal vez, porque nunca terminaron de irse.

Detengámonos unos instantes recordando los poemas homéricos. Durante más de diez años Troya resistió el asalto de quienes pretendían destruirla. Los sitiadores, cansados del asedio estaban dispuestos a levantar el campamento y marcharse. El astuto Ulises ideo la estratagema de construir un gigantesco caballo de madera, en cuyo interior unas cuantas docenas de guerreros iban a sembrar el terror, la muerte y la destrucción.

Los troyanos pudieron haber quemado el caballo, pudieron mantenerlo alejado en lugar de introducirlo en las murallas de su ciudad… una vez dentro ya no hubo remedio.

Es pertinente preguntarse ¿cuál es la agenda oculta –cada vez menos oculta, por cierto- de la ultraderecha, de la derecha extrema y de la inconsciente, que ante el avance de los populismos de raíz totalitaria, con sus recetas simplistas y perniciosas a un tiempo, se aviene a pactar con ellas? ¿Qué saldrá de ese acuerdo? Más temprano que tarde “el abrazo del oso” descoyuntará y hará crujir los huesos de la democracia. Cuando alguno se quiera dar cuenta, tal vez sea demasiado tarde.

Hace algunas semanas releí “Los orígenes del totalitarismo”  de Hannah Arendt. Lo hice con más desasosiego y angustia que otras veces. Los espectros del aniquilamiento y las causas que los engendran son recurrentes. Sentí un fuerte temor… y el ensayo de la pensadora “de la promesa de la política” me conmovió y me vi sacudido por una impotencia y un sudor frio.

La Unión Europea, de un tiempo a esta parte, está paralizada. No acierta a decidir qué camino tomar. Es ahora, cuando no por casualidad, la ultraderecha redobla sus amenazas desestabilizadoras, cuando hay que dar una respuesta firme y democrática.

Es obvio que no se ha llevado a cabo una labor pedagógica sobre lo que han significado y siguen significando los fondos europeos de cohesión, ni sobre lo transcendental que es una agenda verde con contenido social.

Las medidas y programas contra la violencia de género que tantas víctimas ocasiona, deben ser mantenidas e incrementadas las ayudas y apoyos en pro de la igualdad real en todos los ámbitos… y también, deberíamos pensar ante la invasión de Ucrania y el genocidio que se está perpetrando contra el pueblo palestino, si no deberíamos revisar alguno de los supuestos en que se basa la geoestrategia y la política internacional. Ningún país democrático combate el terrorismo con más terrorismo y un uso indiscriminado de la fuerza.

Debemos atrevernos a defender que no ha desaparecido un cierto “optimismo antropológico” en lugar de dejarnos arrastrar por la impotencia, el pesimismo y un miedo descorazonador.

Todavía es posible –y estas Elecciones son un buen ejemplo- superar alguno de los desencuentros que han ocasionado la inacción y la parálisis. He releído recientemente, algunas páginas de Ortega y Gasset. Me viene a la memoria su agudo y audaz consejo de que hay tres cosas que no se pueden ni deben ser en política: payaso, tenor y jabalí. ¡Demasiados jabalíes dispuestos a embestir! ¡Excesivos tenores, ególatras hasta el tuétano, enamorados de la imagen que reflejan las aguas en que se miran!… y desde luego ¡Payasos sin gracia que aquí, allá y acullá pretenden con sus obscenas y grotescas ocurrencias, hacernos gracia!

El Continente Europeo, ha envejecido. Los migrantes no son un problema, sino la solución. Por ello, hemos de hacer frente con convencimiento a las políticas de hostilidad y exclusión, demostrando que en la hospitalidad y en la capacidad de integración, radica la viabilidad del “modelo social europeo”

Antes de lanzarnos inconscientemente por senderos que sólo conducen al abismo, deberíamos recordar que los conflictos no resueltos se enquistan e infectan. La ultraderecha es portadora de “un veneno” que no sólo paraliza sino que puede tener efectos letales.

Frente al miedo que intenta inocular no está, en absoluto de más, que nos preguntemos ¿de qué forma estamos más seguros y si la Unión Europea puede renunciar a la inteligencia, juventud, dinamismo y a los brazos que son precisos para evitar que se derrumbe? Por eso, tiene sentido insistir una vez más, en que dejarnos atrapar por el vacío y “las consignas de odio” es pura y simplemente una trampa de efectos letales.

No quiero ni para mí, ni para mis hijos, ni para mis nietos una Unión Europea donde no sólo tengan cabida sino capacidad de decisión, actitudes chulescas y perdonavidas. Solo quiero advertir que el próximo semestre será Hungría, con su primer ministro Viktor Orbán, el país que ostente la Presidencia rotatoria de la Unión Europea. Puede ser un aviso o algo más.

Algunos analistas que piensan más allá del día a día, creen que debe haber un pacto, acuerdo o contrato entre quienes nos precedieron, quienes estamos vivos y las generaciones que aún no han nacido.

Hace un par de meses, escribí un pequeño ensayo sobre Antonio Segni. Recibió en Aquisgrán el Premio Carlo Magno, por su contribución a la Unidad Europea. Fue un demócrata-cristiano, fallecido en 1972. No conviene echar en saco roto que ahora que se debate si la derecha europea debe pactar con la ultraderecha, recordar que Benito Mussolini en 1926, disolvió e ilegalizó todas las organizaciones políticas, menos la suya. Antonio Segni militaba en el Partido Popular Italiano, denominación que tenía por entonces el Partido Demócrata Cristiano.

Este europeísta nato, fue Presidente de la República Italiana en 1962 y en dos ocasiones Primer Ministro. ¿Cómo no recordarlo cuando se quiere abrir la puerta a la ultraderecha de Giorgia Meloni e incluso en un ejercicio de cinismo, hablar de una ultraderecha asimilable, cuando basta con leer atentamente su programa o conocer las medidas que ha adoptado para afirmar, a los cuatro vientos, que aunque la mona se vista de seda…

Estas reflexiones, van tocando a su fin. Creo que la pregunta crucial ante las Elecciones del próximo domingo, es si creemos que tiene futuro un proyecto común. Según y cómo contestemos a este interrogante, daremos o no respuesta a la encrucijada europea existente.

Desde luego, las promesas de igualdad y solidaridad han experimentado un ostensible retroceso, más aún es tiempo de rectificar y seguir adelante.

Soy de los que creen que la Historia no está encerrada en un callejón sin salida. Ese es el motivo por el que me he atrevido a dar forma a estas reflexiones, defendiendo que el próximo domingo se vote un SI a Europa o lo que es lo mismo un NO gigantesco a la ultraderecha y a sus cómplices.

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Escrito por

Archivo Entreletras

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