noviembre de 2024 - VIII Año

Periodismo, pandemia de falsedades o la distancia del puercoespín

La mentira funciona. Le han crecido aquellas patas cortas con las que aplasta la realidad. Combatirla con legislaciones que favorezcan la libertad de prensa no es cercenar libertades, sino protegerlas con el libre derecho a la información veraz, de la que la ciudadanía es sujeto.

Escribo estas líneas empavorecido ante el espectáculo de gentes armadas presionando en las calles, en los colegios electorales y en los parlamentos de los estados norteamericanos. Tratan de imponer por la violencia su delirio. Van armados contra la realidad, intoxicados por la fábrica de mentiras que denuncia el Washington Post en Donald Trump. Contra ellos, la realidad se ha impuesto sin que por ahora no podamos sino deducir la conducta del delirio. Conocemos el poder infeccioso que tienen las noticias falsas, capaces de crear realidades paralelas. En eso Trump es maestro. Cabalga en el delirio queriendo meter el mundo en su hoyo de golf.

Escribo estas líneas ante la noticia de que el Gobierno de España trata de sacar una normativa para contra las campañas de desinformación capciosa en las redes, a partir de la proposición de ley de la Comisión de Seguridad Nacional. En su contra se ha manifestado su propio socio de Gobierno. Advirtamos: Una cosa son las redes y otra los medios. Cada medio de comunicación es poseedor de su propia línea de edición, y no hay nada que objetar, siempre y cuando su perspectiva ideológica, a la que tiene pleno derecho, describa la realidad y no la distorsione bajo titulares que poco tengan que ver con los contenidos. Digamos de paso que ya Alemania las tiene, también Italia y el Reino Unido lo tienen en trámite, y en los EE.UU., país que protege la libertad de prensa en su Primera Enmienda, una comisión del Senado investiga las presuntas injerencias de Rusia en la anterior campaña.

Observemos que se trata de salir al paso de la desinformación intencional creada por las redes, y nada se dice de los medios de comunicación que producen información y opinión elaboradas por profesionales. Cierto que nos movemos en un terreno pantanoso, porque alguien, sin determinar todavía, tendría que dirimir donde está lo real y lo falso en las redes, y conocido es que puede darse el caso de partidos que filtren “exclusivas” a cierta prensa afín, al tiempo que manejan todo un equipo que labora su repercusión en redes, y casos se dan de una infección producida por algún otro país que procura la desestabilizar. Respecto a esa iniciativa, hace brotar las sospechas cuando escuchamos poner el grito en el cielo diciendo que atenta contra la libertad de expresión.

Nada que temer si partidos y medios cumplen su tarea: Los partidos orientan la acción que debe tener que ver con el bien común; los medios orientan la información y la opinión publicada, crítica para con la política, y no para actuar como portavoces y correas de transmisión al servicio de su cuenta de resultados. Como bien señala ese maestro de periodistas que es Iñaki Gabilondo, el periodista sabe que es el público al que se dirige el sujeto de derecho, y no él y los intereses económicos de su medio. Para ello, con su quehacer profesional deberá seleccionar las noticias que considera más significativas y estudiar sus implicaciones; explorar sus fuentes; contrastarlas; y hacer partícipe al ciudadano con al menos tres puntos de anclaje. La información es producto de profesionales, que pueden y deben tener sus fuentes propias que debe contrastar para no transformarse en altavoz interesado.

Las redes pueden ser y son excelentes canales de participación ciudadana, que se ejercita en el periodismo ciudadano, fuente nacida del cenote de la realidad contrastable. Pero también pueden ser fuente de aguas turbias, creadoras de turbulencias donde nadan los siluros que las producen. Es conocida la parábola de la trucha, amiga de las aguas claras, que para pescarla hay que enturbiárselas. Trump ha sido un maestro en ello como señala, entre otros muchos, “Raúl Rodríguez Ferrándiz en su libro “Máscaras de la mentira el nuevo desorden de la postverdad” (Ed, Pre-textos, 2018).  Respecto a las redes, tan manejadas por Trump, nadie ignora, habiendo leído a Manuel Castell en “Comunicación y poder”, que determinados poderes crean núcleos en las redes, filtros, y “gate keepers”, porteros que manejan robots que a una orden dada movilizan colectivos que saturan el flujo de la red, comentan la que quieren hacer aparecer como noticia, normalmente filtrada previamente a algún medio. En todos esos casos nos encontramos ante lo que el sociólogo Peter Berger ha llamado “construcción social de la realidad”, Castell “construcción del poder a través de la construcción de imágenes”, Thomas Lukmann “realidades ficticias”, y Steiner erotización, fabricación de señuelos con apariencia de verdad que seducen a los así predispuestos. En todo ello se practica el imperativo de Trump:  “La mentira os hará eficaces” (véase Joaquín Estefanía en el libro colectivo “En la era de la postverdad 14 ensayos”. Pp. 79-91, el mismo libro donde Victoria Camps habla de “la nueva sofística”.

Ya sé que he ofrecido sólo dos patas de la mesa de la realidad que quedaría coja sin una tercera, en este caso consistente en una valoración teórica. En este caso me la ofrece Maurizio Ferraris, Profesor de Filosofía Teorética en la Universidad de Turín, y director del Centro Interuniversitario de Ontología Teórica y Aplicada, autor de treinta libros. En uno de ellos, “Postverdad y otros enigmas” (Alianza ed.), y en su “Manifiesto del nuevo realismo” extraigo unas breves referencias.

Del primero llama la atención cómo, en la primera página de su prólogo que titula “Trompas de Trump”, donde a una primera consideración uno no sabe si se refiera a la trompa del elefante republicano vestido de rojo para mejor confundir, o si lo hace como referencia a una borrachera de egolatría propia del sujeto. Lo cierto es que la encabeza con una cita de Goebbels, tras un coloquio con Hitler, fechado el 18/3/1945: “Sí, tienes razón. Todo lo que dices es correcto. Pero ¿dónde están los hechos”. Uno se queda como pensador en el Bosque de la Herrería porque pueden existir hechos sin razón y razones elucubradas a las que nos les respalda hecho alguno. Quizás por ello, ya al final de su libro, distingue entre:

Portadores de verdad, donde tiene competencia la ontología.
Hacedores de verdad, en el campo de la tecnología.
Enunciadores de verdad que pertenece a la epistemología.

Desde mi punto de vista, tomando su texto como pretexto, la cuestión que aquí se plantea es ¿dónde bebes? ¿De qué fuente primaria extraes tu conocimiento? ¿Qué fuentes secundarias la verifican? ¿Cuáles son tus anclajes? ¿Lo filtras todo desde una fuente ontológica, como foco evaluador interno, crítica de lo que recibes? ¿Portas en ti como saberes propios, ontológicamente macerados, o vives de prestado? Aquí la ontología es el “gate keepers” que abre o cierra la puerta a lo que se le sirve.

Es en su“Manifiesto del nuevo realismo” donde, casi al principio, me topo con otra cita suya de Paolo Bozzi:

“Si en una isla hay una gran piedra negra,
y todos los habitantes se convencieron
-a través de elaboradas experiencias
y la persuasión masiva-
que la piedra es blanca,
la piedra permanece negra
y los habitantes son todos unos cretinos”.

Que aquellos que pretenden el poder, sin capacidad solidaria para ejercerlo, amasan gustosamente su propia cretinez y la expanden como pienso, está claro; que para llevarlo a cabo existen colaboradores de alquiler, también; y que para ello existe un mercado de los embaucados, no menos.

La circunstancia histórica se presta a ello. Estamos instalados en la fragmentación de los relatos, un aluvión de pajas en el viento, creado para enceguecer, mientras se quedan con el grano y declaran como inservibles las grandes narraciones como el idealismo y el marxismo, que dice Ferraris. Es ante semejante fragmentación del instante sin continuidad, la pérdida del pasado, la fugacidad del presente, y el aluvión de futuros alternativos, que hemos llegado a la que Ferraris llama una “época imprevisible” donde sólo nos es segura la inseguridad. Todas las promesas de progreso continuo, del que podemos observar sus ritmos, se han vuelto problemáticas.

Por esa razón, y en ese contexto, no es de extrañar que, como señala Ferraris, haya quien caiga en la “desublimación represiva”. Recordemos: Sublimación es “el desplazamiento de una energía instintiva hacia un objetivo social elevado”; la conversión de lo inaceptable en provechoso y moralmente gratificante. Si en la realidad fabricada no existen gratificantes que estimulen positivamente, sino condiciones represivas, habrá que cambiar esa realidad fantasmática (en términos de Steiner), y hacer nuevo el realismo que como ismo sea militancia en la verdadera realidad. Quizás por ello quepa aquí el “ironismo” de que habla Ferraris, aquel cinismo de que habla Peter Sloterdij en su “Crítica de la razón cínica”. “Has de cambiar tu vida”, dice el propio Sloterdij en otro de sus libros, y ya al final lo precisa: “Ahora es el momento de rememorar de nuevo todas las formas de esa vida de los ejercitantes espirituales, que no cesan de liberar energías <salutógenas>, incluso aunque se hayan desmoronado las exageraciones metafísicas a las que al principio estaban incorporadas. Se han de examinar esas antiguas formas por si son reutilizables para encontrar mediante ellas otras nuevas […] para sacar al hombre, si no ya del mundo, sí de la apatía, del abatimiento, del atascamiento y, ante todo, de la banalidad, de la que Isaac Babel decía que era la contrarrevolución”.

Efectivamente, consiguieron parar la revolución infeccionándonos de banalidad; romper los relatos insertándonos en la ficción; sustituir la realidad por la que Ferraris llama “realitismo”, que es construcción de realidades paralelas contagiando el poder de la imaginación, solo que la imaginación es la capacidad humana de construir imágenes mentales de un objeto ausente, y nos han ahorrado la tarea al construirnos imágenes soporte de informaciones fabricadas en este tiempo que Sloterdij llama “antropotécnico”.

Nada que temer si la conciencia se mantiene vigilante, y el periodismo profesional en ejercicio, aplicando la política del puercoespín que dice Gabilondo: marcando las distancias críticas al servicio de la ciudadanía, su auténtico propietario.

Por eso, no quiero concluir este artículo sin citar unos párrafos de su libro “El fin de una época. Sobre el oficio de contar cosas”. La encontrarán al comienzo de su capítulo siete que trata de “La distancia del puercoespín”:

“Existe en la profesión otro problema importante que jay que saber afrontar, y que tiene que ver con el abuso que hacen determinadas personas de los periodistas para poder colar sus mentiras. La gente a través de la cual los personajes que mienten descarada e impunemente son personas que previamente han entregado la cuchara. Pero si tu no has entregado la cuchara, aunque alguien mienta habitualmente irá con cuidado al llegar ante ti, será pudoroso en la mentira, tendrá precauciones, tendrá incluso miedo a mentir. De modo que la única manera que.  tenemos de proteger a nuestros clientes de la mentira impune es construir una actividad profesional que sea digna de respeto por parte de todos”

¿Corresponderá esta actitud profesional a una época ya finalizada? Creo que no. Todos hemos sido testigo de la acometida de ese carricoche de embestida que es Trump contra los medios, y hemos sido tristes testigos de cómo ha contagiado casi a la mitad de su pueblo. Pero también hemos podido escuchar a un votante que “ha muerto por la boca”. No se puede decir impunemente tal sarta de insultos y mentiras, y hemos visto la reacción de las principales cadenas de TV americanas cortándole la señal y pasando a corregirle. Afortunadamente, las “fake news” no han ganado en América. Esperemos que en España tampoco, y sean los medios serios, de cualquier tendencia, los encargados de destaparlas.

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