
He repetido alguna vez aquella broma de que hay cosas que no me caben en la cabeza y la culpa no es de mi cabeza (y eso que me reconozco más bien cabezón).
Pues bien, una de ellas es la conocida medalla conmemorativa que Estados Unidos mandó acuñar en 1932 para recordar el fin de la Gran Depresión. Se encargó a la empresa Stewart-Warner Corporation, de Chicago, que fabricaba instrumental para automóviles, radios y hasta algún material bélico. Es posible que el diseño de la medalla se lo encargaran al gran artista y diseñador Charles Kurzak, experto modernista en grabado, aunque este dato no he podido confirmarlo.
Hay quien dice que fue una iniciativa privada y no un encargo… Tanto me da, estas cosillas gustan mucho por aquellos parajes.
Lo que más sorprende es lo que se ve en dicha medalla: Por una cara aparece el ojo de la providencia u ojo divino que todo lo ve, sobre un trébol de cuatro hojas que se apoya a su vez sobre una cruz gamada dextrógira, y esta sobre una estrella de David o Sello de Salomón. En el reverso se lee el mensaje: Stop Crying, Start Buying (Deja de llorar, empieza a comprar).
Este eslogan desconcierta por lo que tiene de invitación al consumismo para reactivar la maltrecha economía a la que había llevado la especulación y el egoísmo de muchos, con resultado de miseria, hambre y muerte de muchísimos más, y hasta ayudar a que poco después se llegase la II Guerra Mundial.
Pero ya digo que lo que más extraña es la cara principal. Se entiende que la idea era representar la buena suerte, pero, intentando no caer en teorías conspirativas, analicemos un poco las imágenes, no desde la perspectiva actual que supondría una locura, sino poniéndonos en la maltratada piel de aquel 1932, cuando tampoco deja de sorprender.
La estrella de David es sin duda uno de los símbolos judíos más importantes. Nadie duda que simboliza equilibrio y, según Cirlot, un símbolo del mismo ser humano, uniendo lo consciente y lo inconsciente a través de los dos triángulos superpuestos. Incluso en la alquimia medieval tuvo su importancia. Hay que preguntarse: ¿qué pinta en esta medalla ese Sello de Salomón?
Pero avancemos: Sobre la estrella aparece la cruz gamada. Todos la relacionamos con el nazismo, pero lo cierto es que resulta un símbolo mucho más antiguo de varias culturas y religiones —su nombre esvástica procede del sánscrito y significa algo así como «que lleva al bienestar»—. Utilizada desde las tierras de Mesopotamia hasta el Japón, desde los tapices de los indios navajos hasta las decoraciones jainitas y budistas, cuando los nazis, partiendo de su uso por la sociedad Thule y otros fundamentalistas, la adoptan como su símbolo hacia 1920, queda ya como se dice en el Tenorio: «imposible la hais dejado para vos y para mí«. ¿Cómo entenderla en esta medalla, cuando ya estaba manipulada por el mismísimo Hitler?
Aparece sobre la estrella y la esvástica, un trébol de cuatro hojas. Poco que decir ya que esta rareza del trébol común con sólo cuatro folíolos ya era considerada por los druidas celtas como mágico símbolo de buena suerte, protección y fortuna.
Para remate, aparece el ojo que todo lo ve, el ojo de la providencia, símbolo de la divinidad, desde el ojo de Horus egipcio hasta su uso en el cristianismo con el triángulo que simboliza la trinidad —en la medalla no aparece el triángulo—, que es también un fundamental emblema masónico. Por cierto, recuérdese que aparece en los billetes de un dólar y en el Gran Sello de los Estados Unidos.
Y me pregunto: ¿este amasijo de simbología —no pusieron más porque ya no les cabía— tiene realmente que ver con la salida de la catástrofe económica para EEUU y para buena parte del mundo que supuso la llamada Gran Depresión? ¿No es una extraña forma de acumular amuletos que mezclan religión y fetichismo? ¿o es que no hay tanta diferencia? Si me lo hubieran encargado a mí, habría puesto además una herradura, un escarabajo egipcio, una pata de conejo, la mano de Fátima, un elefante con la trompa para arriba y el gato ese japonés que llaman Maneki Neko. ¡Ya puestos!
Además, y visto ya desde hoy, porque en el fondo sí podemos pensar que aquello nos afecta ahora, la mezcla resulta, además de caótica, pretenciosa, supersticiosa, tendenciosa, mentirosa y varias «osas» más. Podría repetirla ahora ese niñato tonto, vanidoso y miserable que se llama Trump, al que le van las majaderías públicas, el folclorismo sin sentido y los cuentos americanos, que no chinos.
Simbología hebrea, nacionalsocialista, druida y masónica-cristiana… Seguro que al «Taco» (Trump always chickens out) de los aranceles se le cae la baba con este galimatías.