Llega a nuestras pantallas el film que se estrenó en la Sección oficial del 2019 de la 57ª edición del Festival de Cine de Nueva York. En unas fechas donde han coincidido los fallecimientos del longevo Lawrence Ferlinghetti, fundador de la mítica librería ´City Lights´ de San Francisco, y el de la infatigable Conchita Quirós, propietaria de la centenaria librería ´Cervantes´ de Oviedo, la película no ha podido llegar en momentos más propicios.
Bajo el título original ´The booksellers´ su director, D. W. Young, nos ofrece un recorrido por las pocas librerías de viejo que aún quedan en la ciudad de la Gran Manzana. Articulado a través de una serie de entrevistas a diferentes libreros nos adentramos también en el mundo del coleccionismo, de la bibliofilia y de las subastas. El film está dedicado in memoriam a William Reese (1955-2018), uno de los libreros entrevistados, que falleció poco después del rodaje y que hace más entrañable la propuesta.
El documental arranca en la Feria del Libro Antiguo de la ciudad, la más importante del mundo en este ámbito. Libros raros, autografiados, mapas antiguos, manuscritos, primeras ediciones llenan los gigantescos espacios de la muestra en el icónico edificio del Park Avenue Armory en pleno Manhattan. Entre los doscientos expositores y con la socarronería propia de tan ilustres mercachifles, se nos hace la confidencia de que la feria “es una montaña rusa que se mueve entre el tedio, los grandes negocios y los descubrimientos”. Y es que al final de la película uno no sabe a ciencia cierta si en estos personajes pesa más el erudito o el hombre de negocios. Ciertamente, estos libreros son una especie de híbrido de académico, detective y, desde luego, también de astuto empresario que debe velar por un negocio que ha entrado en franca decadencia en los últimos años.
Como barómetro de la difícil situación que atraviesa el sector, una de las entrevistadas se lamenta de que “en los años 50, sólo en la ciudad de Nueva York, se podían contar 368 librerías de este tipo de las que hoy quedan apenas 79”. Si de los tres segmentos de clientes que mantenían el tinglado, a saber: las instituciones públicas, los inversores privados y los coleccionistas, constatamos que estos últimos han empezado a desaparecer, podemos alarmarnos ante lo que parece el principio del fin. ¿Es, pues, el libro una especie en estado de extinción? Desde luego la irrupción de internet ha tenido mucho que ver en el desplome del mercado. Si la magia del coleccionismo – como afirma Dave Bergman, “el librero más pequeño con los libros más grandes” se podía cifrar en la búsqueda incansable de una determinada edición, durante años quizá, y ese atractivo ha desaparecido en gran medida a cuenta del mercado digital, que permite a un simple golpe de tecla localizar cualquier pieza deseada, el objeto codiciado, con la guerra de precios que se ha generado, ha sufrido una devaluación considerable. “Ahora todo consiste en tener un ordenador y una abultada tarjeta de crédito”. Desde luego “para muchos libreros ha sido devastador, arruinó su forma de vida”.
Para colmo, las grandes cadenas también amenazan el pastel aunque, eso sí, las nuevas generaciones son bastante menos pesimistas que sus predecesores. Pero debe de haber motivos para el optimismo cuando escuchamos a la cascarrabias y decana librera Fran Lebowitz decir que “en el metro lo único esperanzador que encuentras es que todos aquellos que leen libros rondan la treintena”. Así pues, no todo está perdido.
El film también nos acerca a los venerables antecedentes históricos del negocio a través de las figuras de Abraham Rosenbach, “el mejor vendedor de libros antiguos”, y de las primeras mujeres que se abrieron camino en un mundo tradicionalmente masculino, las socias Leona Rostenberg y Madelein Stern.
Al primero se le atribuye el haber popularizado el coleccionismo de ediciones de literatura estadounidense, en un momento en el que sólo la literatura europea gozaba de este rango. También la idea de que coleccionar libros era un magnífico medio de inversión y, cómo no, su incansable labor como divulgador al publicar artículos y escritos para fomentar el interés por la bibliofilia y los manuscritos raros. En su libro ´Books and bidders´ escribía: “he conocido hombres que han recorrido medio mundo, han perdido amistades, han mentido e incluso han robado para conseguir un libro”. ¡No hay más que añadir!
De las segundas se nos hace una revelación que se ha valorado poco. Gracias al fino olfato que desarrollaron en sus visitas al Viejo Continente, donde compraban libros de difícil adquisición en América, se encontraron con el hecho de que la escritora Louisa May Alcott, archiconocida por su novela ´Mujercitas´, llevaba una doble vida como autora de literatura barata a menudo sensual y violenta. Como vemos, volviendo a las facetas que definen al librero, aquí se nos muestra con elocuente fuerza la del erudito. Por ello, también debemos reivindicar sus vastos conocimientos en una compleja materia en la que juegan un papel esencial, habida cuenta del escaso reconocimiento que tienen en este aspecto. Al hilo de tan interesante pareja podemos ver cómo el machismo es algo que también ha primado en este mundillo, aunque el papel de la mujer ha sido indispensable en él, muchas veces en la sombra, pero, afortunadamente, ahora con los nuevos tiempos la cosa ha ido cambiando. De todo ello dan fe las tres hermanas Adina, Naomi y Judith que heredaron el negocio de su padre, que siempre se opuso a que colaboraran en él, pero que tuvo la certera visión de comprar el edificio de la calle 59 en el que se encuentra la legendaria librería ´Argosy´, referente de toda una época. La escandalosa subida de los alquileres en Manhattan es otro de los factores que no ayuda a mejorar en absoluto la situación.
La selección que con buen criterio ha hecho Young, autor también del guión de la película, incluye entrevistas a un buen número de féminas donde se deja constancia de su importancia en el momento actual. De igual suerte se nos acerca al racismo a través de los comentarios, incluso jocosos, que hace uno de los escritores de color que como coleccionista y experto nos habla de la extrañeza que produjo su incorporación a un mercado exclusivamente de y para blancos. Por tanto, universo mutable no sólo para mal, como vemos.
La película viene precedida, en general, por un puñado de benevolentes críticas que la califican de “documental encantador” y de “regalo para todo aquel que aprecie el mundo del libro de papel y que disfrute perdiéndose en una librería, sobre todo en una ligeramente polvorienta y especializada en ejemplares raros”. Y no pudiendo estar más de acuerdo con estas aseveraciones, el que escribe estas líneas, al mismo tiempo, echa de menos un mayor rigor en una exposición que a fuerza de deslavazada no alcanza plenamente su objetivo. Digamos que ofrece una visión panorámica que no satisfará al recalcitrante bibliófilo ni tampoco al gran público, quedando reservada para el curioso ocasional. En un terreno tan complejo como el que nos ocupa, la errática cámara de Young bascula entre el libro llamado raro, como objeto de colección, hasta el libro viejo de librería de lance, pasando de las multimillonarias subastas exclusivistas de Sotheby´s o Christie´s a las grandes cadenas de volúmenes de consumo, y de los incunables y códices miniados destinados a los fondos de los grandes museos a los objetos efímeros más variopintos que han adquirido una moda creciente al albur de lo vintage… E incluso, se permite digresiones sobre el valor cultural del libro como depósito de conocimientos, o sobre la amenaza que supone en regímenes totalitarios como bien nos demostró tristemente el nazismo… Ya se sabe, el que mucho abarca… Vaya, aquello de “a setas o a Rolex”… En fin, un batiburrillo de almoneda “improvisada” tal que le da al conjunto un acabado de bienintencionado documental televisivo. Loable esfuerzo pero caótico, en suma.
En cuanto a la factura del film diremos que, resultando aceptable, tampoco colmará las expectativas del cinéfilo más exigente a pesar de que la fotografía y la música cumplen con eficacia sus respectivos cometidos. Con cierta ironía no exenta de malicia podemos suscribir lo que dice una de las reseñas: “La película gustará a aquellos que les guste el libro”. ¿O no?
Tan “encantador” documental se acaba viendo con la distraída mirada de quien posa sus ojos sobre un escaparate de una vetusta mercería, atiborrado de un nostágico género de punto de pasadas temporadas, durante el paseo de una aburrida tarde de domingo.
Aquel que disfrute con los libros y el cine al mismo tiempo, puede acabar reparando en que se le ha hecho un delicioso “regalo” envenenado. ¡Arsénico (y encaje antiguo), por compasión!
Ficha técnica
Director: D. W. Young
Música: David Ullmann
Fotografía: Peter Bolte
Intervenciones de: Fran Lebowitz, Rebecca Romney, Susan Orlean, Gay Talese, Nancy Bass Wyden, Nicholas D. Lowry, Zack Hample, Rob Warren Thomas, Stephen Massey, Saúl Roll, John Wronoski, Ed Maggs, William Reese, Naomi Hample, Erik DuRon, Dennis M. David, Syreeta Gates, Jess Kuronen, Michael Zinman, Sunday Steinkirchner, Henry Wessells, Jay Walker, Tom Lecky, James Cummins, Justin Schiller, Judith Lowry, William Noel, Arthur Fournier, Bibi Mohamed, Ben Lowry, Caroline Schimmel, Susan Benne, Lizzy Young, Adam Weinberger, Cara Schlesinger, Glenn Horowitz, Justin Croft, Regan Kladstrup, Heather O’Donnell, David Bergman, Jim Cummins, Chris Wolfe, Terry Halladay, Adina Cohen, Kevin Young
Productora: Blackletter Films
Género: Documental
UU. 2019
Duración: 1h 35min 4s