octubre de 2025

‘Más que un gánster’: Ananda Segarra le pone banda sonora al legado de Edward G. Robinson

¡Mis queridos palomiteros!

En mayo de 2024 la joven escritora valenciana Ananda Segarra trajo a España Todos mis ayeres, la autobiografía de Edward G. Robinson y de la que ya dimos buena muestra. Hoy volvemos con ella, pues ha decidido ir un paso más allá para rendir homenaje al maestro de la interpretación: ahora le confiere un tono musical a su legado. Esta nueva perspectiva promete seguir perpetuando la historia del actor de una forma fresca. La propia Segarra nos ofrece su testimonio a continuación.

Todo comenzó como una forma singular de rendir homenaje a Eddie en su cumpleaños, aquel 12 de diciembre que parecía pedir algo especial. La publicación de mi traducción al español de su autobiografía Todos mis ayeres había incrementado mi actividad en redes sociales, y pensé que esa fecha tan señalada merecía celebrarse de un modo distinto, con un gesto creativo y original.

En aquel momento, la irrupción de la inteligencia artificial en el ámbito musical estaba en plena efervescencia, y surgió en mí la idea de experimentar con un contraste tan arriesgado como fascinante: ¿qué pasaría si se fusionaran elementos aparentemente irreconciliables, como Edward G. Robinson —figura emblemática del Hollywood dorado— con géneros tan actuales y urbanos como el rap, la música electrónica o el rock? Aquella posibilidad me sedujo de inmediato, pues intuía que podía dar lugar a un proyecto divertido, innovador y, sin duda, desafiante.

En un principio, mi intención no iba más allá de crear una sola canción. Empecé escribiendo una letra que sirvió como base para el tema de pop ochentero Más que un gánster. Luego introduje algunas variaciones para adaptarla a otros estilos, y, casi sin darme cuenta, tres versiones lograron consolidarse con fuerza propia. Fue entonces cuando la idea de expandir el experimento hasta conformar un álbum completo empezó a tomar forma. Así nació Eddie G., un disco compuesto por veintidós pistas que, gracias a la buena acogida, está a punto de ver nacer una extensión de caras B llamada Eddie G. Sessions.

Aunque la inteligencia artificial desempeñó un papel crucial, especialmente en la parte musical, el proceso resultó mucho más exigente de lo que podría suponerse desde fuera. Cada etapa implicaba un esfuerzo particular:

Escritura de letras: fue el terreno donde pude ejercer el mayor grado de creatividad, ya que me permitía moldear los textos a mi gusto y darles el tono adecuado.

Composición musical: aquí la IA tomaba el control. Yo podía sugerir un estilo, pero el resultado dependía en gran medida de su “interpretación”. Fue un proceso de ensayo y error hasta dar con la atmósfera sonora precisa.

Edición: la IA no estaba exenta de errores, desde fallos de pronunciación hasta estructuras poco naturales. Como no era posible reeditar el material generado, recurrí a una intensa labor de montaje: reordené fragmentos completos, acorté ciertas piezas, añadí la voz original de Robinson en algunos pasajes e, incluso, me enfrenté al reto más complejo, el remix, una especie de collage musical construido a partir de canciones descartadas, unidas mediante efectos y transiciones.

Diseño visual: las carátulas y los vídeos también requirieron un trabajo “manual”. Ponerle rostro e identidad visual a la música fue un desafío creativo adicional, en el que Tough As Nails (hard rock), El hacha justiciera (rap), Two Seconds (balada blues) y Gangsta Funky Daddy (G-Funk) se llevaron la palma por su complejidad.

Quizá la apuesta más osada fue incursionar en el reguetón, un género que provoca reacciones extremas y con el que, personalmente, no estaba muy familiarizada. Sin embargo, me tentaba la idea de convertirlo en una travesura musical, una especie de guiño lúdico al público. Decidí someterlo a votación en redes y, para mi sorpresa, fue aprobado con entusiasmo. Así vio la luz El jefe llegó (see?, see?!), un tema concebido con humor y espíritu festivo.

Con Eddie G. descubrí que la combinación de inteligencia artificial, creatividad personal y la figura carismática de Edward G. Robinson podía dar lugar a una obra inesperada, capaz de tender puentes entre épocas, estilos y generaciones. Tal vez, gracias a este proyecto, algunos jóvenes menos familiarizados con el cine clásico se sientan atraídos por este actor camaleónico que, a través de un experimento musical, vuelve a demostrar que podía interpretarlo todo… incluso su propio álbum.

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Archivo Entreletras

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