diciembre de 2024 - VIII Año

De Peñaranda de Bracamonte a Hollywood: la extraordinaria vida del Señor Wences

En diciembre de 2019 Entreletras publicó este artículo sobre el que fuera, entre otras cosas, tío del conocido ventrílocuo José Luis Moreno, ahora de actualidad por motivos ajenos a los escenarios. José Luis Moreno se dedicó durante años, como es sabido, a la misma actividad que su pariente y trató de enterrar por todos los medios a su alcance el recuerdo de su tío, el Señor Wences

wences3Peñaranda de Bracamonte es una localidad salmantina que en la actualidad cuenta con una población de 6.420 habitantes y está situada al nordeste de la provincia, a 40 km. de Salamanca, cerca del límite con la provincia de Ávila. Uno de sus más conspicuos hijos, el editor y mecenas Germán Sánchez Ruipérez, ubicó una de las sedes de su Fundación en ella creando el Centro Internacional de Tecnologías Avanzadas para el Medio Rural (CITA) que fue inaugurado en el año 2006. Sin embargo, es mucho menos conocido el hecho de que otro de sus vecinos, muchos años antes, llegó a triunfar en los EE.UU. convirtiéndose allí en toda una leyenda. Nos referimos a Wenceslao Moreno Centeno, más conocido por su nombre de guerra, «Señor Wences» (1896-1999).

Wences fue en su época el mejor ventrílocuo del mundo. Incluso mereció el aplauso de su gran colega estadounidense de origen sueco Edgar Bergen que con su famoso y elegante muñeco del monóculo y la chistera, Charlie McCarthy, era temido por algunos, dado sus comentarios mordaces y afilados, que le convertían en un auténtico enfant terrible. Fue muy admirado también por Walt Disney y compartió escenario con celebridades como Danny Kaye y Mickey Rooney. Sus presentaciones estelares en el show de Ed Sullivan fueron memorables quince años antes de que The Beatles alcanzaran el éxito en dicho programa de la TV americana. Desde su primera actuación en junio de 1948, permanecería veinte temporadas, totalizando cuarenta y nueve actuaciones de siete minutos, por cada una de las cuales cobraba 7.000 dólares (1.000 dólares por minuto, una cifra astronómica para la época). También en Broadway era tenido por una gran atracción. Y en la meca del cine fue muy popular, a través de la aparición en sus películas, siendo uno de los tres españoles más conocidos para el público norteamericano junto a los músicos Xavier Cugat y José Iturbi. Se compró una mansión en Beverly Hills donde era vecino de Lucille Ball y de Rita Hayworth y además hizo migas con el padre de la actriz de Gilda, el bailarín Eduardo Cansino, con el que jugaba al dominó. Al citado Iturbi le tuvo una abierta simpatía y, sin embargo, Cugat le caía gordo puesto que le tenía por «un fantoche a lo Dalí’»

El Señor Wences llegó a actuar ante reyes y presidentes e incluso actuó en la Casa Blanca. Sin embargo, sus duros comienzos no pudieron ser más humildes en una España depauperada

wences2Relaciones más influyentes con personajes como el mismo Eisenhower y Ronald Reagan le llegaron a través del actor James Stewart con el que compartía su incondicional fervor por el Partido Republicano. Llegó a actuar ante reyes y presidentes e incluso actuó en la Casa Blanca. Sin embargo, sus duros comienzos no pudieron ser más humildes en una España depauperada de la mano de su hermano mayor Felipe recorriendo infatigables los caminos polvorientos de aquellos años sombríos. Los muñecos que utilizaban en sus representaciones los había esculpido su padre que era artesano. Según sus propias palabras el verdadero talento del dúo era Felipe, que le enseñó todos los rudimentos de su arte y que, sin embargo, aunque estuvo tres años en América, tuvo que volver a nuestro país en 1936 donde le pilló el estallido de la guerra y ya no salió más de España. Es sorprendente el paralelismo con otros casos parecidos, como el del mítico payaso Ramper que recogió la antorcha también de su genial hermano mayor Perico y mentor oculto del genio. Lo cierto es que las innegables capacidades de Wences adoptaron sin dudarlo toda una compleja disciplina con el infatigable esfuerzo de un estajanovista que fue lo que le abrió inesperadamente las puertas del Nuevo Mundo. De la cabeza parlante de Barcelona del Quijote Cervantes nos revela que se trataba de un truco, de un busilis dice textualmente, pues dentro había un «estudiante, agudo y discreto» que iba dando las respuestas a las preguntas que se le hacían.

Ese «busilis» ha tenido una larga tradición en nuestro país y entre los que lo han manejado con soltura se encuentran: Paco Sanz y sus autómatas, Eugenio Balder, el catalán Toreski y su muñeco ‘El Miliu’ pero, sin dar lugar a exageraciones, los hermanos Moreno fueron los que se llevaron la palma llevando este arte al delirio. En un principio, Wences se aventuró a hacer Las Américas que por las dificultades propias del idioma llevaba a los españoles a América del Sur y desde allí, en 1934 o 1935, saltó a U.S.A., concretamente a la ciudad de los rascacielos. De este modo, siguió los pasos de españoles ilustres, desde el gran pintor Sorolla al poeta García Lorca pasando por el novelista Blasco Ibáñez. A pesar de que la ciudad de «geometría y angustia» se puede ver a través de los ojos de un europeo como un lugar «de alambre y muerte», como en esa inquietante escena de ‘El inmigrante’ (1917) donde Chaplin ve la Estatua de la Libertad desde el barco que le conduce a esta Nueva Babilonia, nuestro héroe llegó a la tierra prometida esperada y cumplió con creces sus expectativas de alcanzar el Gran Sueño Americano. Nueva versión del milenario cuento de la Cenicienta.

José Luis Moreno, sobrino de Wences, se dedicó durante unos años a la misma actividad y trató de enterrar por todos los medios a su alcance, en la más pura de las intrigas shakespearianas, el recuerdo de su tío, para que no empañara sus ansiados éxitos futuros

Wences por Eugenio Rivera
Wences, dibujo de Eugenio Rivera

A uno de sus personajes más entrañables, al que llamaba ‘Johnny Martin’, lo creaba con sorprendente maestría haciendo la cabeza con su puño cerrado en el que pintaba unos labios de bermellón y sobre el que colocaba dos botones a modo de ojos y un mechón de pelo que sujetaba entre el pulgar y el índice y así, llevado de la prodigiosa magia de su voz y su expresión corporal, era capaz de encandilar a grandes y niños. Johnny estaba inspirado en ‘Ciriaquito’, muñeco que su hermano Felipe había diseñado años antes en España. De la misma manera se hicieron célebres su cabeza parlante encerrada en una caja (hay un precedente también en su hermano), el juego de voces en el ‘número de los teléfonos’ y el efecto de hacer cantar a sus muñecos mientras fumaba y soplaba. Su longevidad fue proverbial y le hizo merecedor también del elogio de las nuevas generaciones. Por ejemplo, Jim Henson, el creador de los Muppets no solo manifestó su admiración por él sino que lo incorporó a alguno de los episodios de su show televisivo compartiendo las cámaras con la rana Gustavo.

Para que no falte nada en la historia esta tiene, como todas las historias que se precien y el caso de Wences Moreno no es una excepción, un lado sórdido y este lo encarna el ínclito empresario José Luis Moreno. El sobrino del genial artista, que durante unos años se dedicó a la misma actividad, trató por todos los medios a su alcance, en la más pura de las intrigas shakespearianas, de enterrar el recuerdo de su tío para que no empañara sus ansiados éxitos futuros y nadie descubriera de dónde le venía al calculador mozalbete su limitado talento y de quién había aprendido lo que aprendió.

wences1A tan macabra manipulación contribuyó la tan cacareada letanía de que ‘nadie es profeta en su tierra’ y todo le salió bastante bien hasta que ya pasada su carrera en los escenarios el esfuerzo monumental del periodista Jorge San Román consiguió recuperar la memoria del gran artista salmantino. Su magnífica biografía ‘La extraordinaria vida del señor Wences’ por fin ha logrado sacar del ostracismo a tan singular personaje. Según el biógrafo «más que una estrella al estilo americano, el Señor Wences fue un surrealista español, en la línea de Buñuel o Dalí, incluso un personaje de la órbita de Federico Fellini: en sus actuaciones apenas movía los labios, conseguía hasta once voces diferentes, y hacía hablar a sus personajes en ocho idiomas».

A ello hay que añadir el documental de Tomás Hijo ‘It’s all right? It’s ok!’ que se estrenó en el año 2007. Cuando a la vuelta de los años Wences Moreno volvió a Madrid nadie le hizo ni caso. Pasó sus últimos años alternando temporadas en Alba de Tormes y América. Al presentarse en su natal, Peñaranda de Bracamonte, en un Mercury que no cabía por las calles, sus paisanos que no le habían conocido preguntaban quién era. «¡Un ventrílocuo!» «¿Y eso qué es?» «Uno que habla con el estómago». «¡Pobre hombre!’»

En 1996 el ayuntamiento de Salamanca le puso su nombre a una calle y le dedicó un monolito. Por su parte, la ciudad de Nueva York hizo lo propio con una calle de Broadway, cercana a los estudios donde se emitía el show de Ed Sullivan. La ciudad de Las Vegas le rindió un sentido homenaje y fue distinguido por el sindicato de actores de América como el actor más longevo. Estuvo en activo hasta 1996. Mientras Nueva York duerme, como en el hermoso título del film de Fritz Lang, una noche de 1999 el Señor Wences y con él todos sus muñecos y sus 103 años a cuestas abandona este mundo. Definitivamente, una vida cinematográfica: «La extraordinaria vida del señor Wences».

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Archivo Entreletras

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