mayo de 2025

PALOMITAS DE MAÍZ / 15 años después no me olvido de ti, querido Antonio Ozores

¡Mis queridos palomiteros!

Antonio Ozores (1928-2010) es un nombre que resuena en la memoria colectiva con ecos de vodevil, de sainete elevado a la categoría de arte menor, pero arte al fin y al cabo. Hoy, 12 de mayo, aniversario de su partida en esta misma Madrid que tanto amó y retrató en sus personajes hace 15 años, es inevitable detenerse a reflexionar sobre su legado.

Como se sabe, Ozores no fue un actor de método, ni un galán de cine mudo reconvertido al sonoro. Tampoco le hacía falta. Fue, ante todo, un animal escénico con una vis cómica innata, un maestro del gesto y la palabra hilvanada con la precisión de un relojero suizo… aunque el resultado final pareciera la más absoluta y deliciosa improvisación… que ya quisieran para sí algunos de los artistas patrios más punteros en la actualidad.

Su filmografía, extensa y a menudo injustamente desdeñada por la crítica más sesuda, es un crisol de la España de su tiempo, una galería de tipos populares llevados al extremo de la caricatura, pero siempre con una humanidad subyacente que conectaba directamente con el público. Don Antonio, con ese tono cálido que desprendían sus interpretaciones, se hacía querer sí o sí.

Su dicción atropellada, su peculiar forma de caminar, sus latiguillos convertidos en muletillas nacionales… todo en Ozores era distintivo, reconocible al instante. Ya fuera en la piel del pícaro entrañable, del empresario avispado o del simple ciudadano abrumado por las circunstancias, Antonio imprimía un sello único a cada personaje. No buscaba la profundidad psicológica, sino la carcajada franca, el momento de evasión de aquella España entre los años 70 y 80 que, en muchas ocasiones, necesitaba desesperadamente reírse de sí misma.

Quizás nunca recibió el reconocimiento que se merecía. Tan solo en 1983 el Círculo de Escritores Cinematográficos le concedió una Medalla especial y en 2016 de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas recibió un Goya de Honor junto a su hermano José Luis (1922-1968) y Mariano (1926), quien por cierto es el único que les sobrevive.

En resumen, Antonio Ozores fue un actor popular en el sentido más puro de la palabra: querido, recordado y capaz, incluso hoy, de dibujar una sonrisa nostálgica en el rostro de quienes disfrutaron de su talento. Su muerte dejó un vacío en la comedia española, un hueco difícil de llenar por esa mezcla única de espontaneidad, entrega y un punto de locura que lo convirtió en un intérprete irrepetible. Hoy Madrid le recuerda. Y con razón.

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