Tenía la madera de los grandes, hoy 29 de octubre cumple setenta y ocho años. Nació en 1947 y vivió en Los Ángeles, se libró de ir a Vietnam y empezó con George Lucas en American Graffiti. Dreyfuss fue un actor esencial para Steven Spielberg en la magnífica Tiburón con un trío maravilloso: Roy Scheider (qué actor tan magnífico en All That Jazz), Robert Shaw, uno de los mejores actores ingleses de los años sesenta y setenta, con películas tan míticas como Un hombre para la eternidad, La batalla de las Ardenas, El golpe y otras), y Richard Dreyfuss, excelente en el papel del especialista en tiburones. Nadie podrá olvidar la escena en que Shaw cuenta cuando, durante la Segunda Guerra Mundial, su grupo cayó entre tiburones, una escena tan intensa, con los tres actores inmersos en la caza del gran escualo, que produce verdadero terror.
Pero Dreyfuss estuvo genial en Encuentros en la tercera fase, demostrando lo gran actor que era: una película fascinante, en la que incluso tenía un papel el inolvidable Françoise Truffaut. Y una película magnífica, La chica del adiós, con Marsha Mason, interpretando a un fracasado actor que encontrará el amor en la chica que vive con su hija, en una deliciosa comedia de Neil Simon. Dreyfuss se llevó el Oscar ese año, compitiendo nada menos contra Richard Burton, Woody Allen, Marcello Mastroianni y John Travolta, nominado por Fiebre del sábado noche.
El actor interpretó Inserts, una curiosa película donde un director visionaba películas de cine porno. Además, estaba en la cresta de la ola. Pero las aficiones al alcohol y las drogas le llevaron a tener un accidente de tráfico y parar esa carrera, que se podía parangonar a otros grandes de los setenta.

Se recuperó e interpretó Loca con Barbra Streisand y un papel muy bonito en Profesor Holland, ese profesor de música que hace feliz a sus alumnos. Dreyfuss demostró de nuevo lo gran actor que era. Sería luego el piloto de Always, de nuevo con Spielberg, ese marido fallecido de Holly Hunter que la observa desde el cielo donde una Audrey Hepburn, una de las más hermosas y distinguidas de la historia del cine, ejerce como ángel. Y parece que se cumplió esa idea que muchos decían, cuando confesaban que Audrey fue un ángel en la tierra.
Dreyfuss ha seguido haciendo televisión y cine, e incluso una novela, pero ya nunca ha tenido la fuerza de esos años setenta donde lo prometía todo.
Ahí sigue, con su trastorno bipolar, con sus actuaciones esporádicas, pero demostrando siempre ese aire a lo Paul Newman en bajito. Nunca llegó a la talla del gran Paul, pero tenía cierto aire cuando era joven.
Celebremos esa generación prodigiosa de los setenta y entre ellos, a este actor que pudo haber sido icónico, pero no lo consiguió. Siempre he pensado que todo se torció por no llevar el camino adecuado, pero méritos no le han faltado nunca y talento tampoco.












