octubre de 2024 - VIII Año

El socialismo de Louis Blanc

Louis Blanc publicó en el año 1839 La organización del trabajo, su principal obra, donde estableció sus aportaciones teóricas socialistas. Blanc criticó los principios fundamentales del liberalismo económico: el individualismo y la libre competencia. Para el socialista francés la libre competencia no era una consecuencia de la libertad porque aquella provocaba la explotación de los más débiles por parte de los más fuertes. Sería la negación del derecho al trabajo y sin ese derecho los individuos no pueden desarrollar sus facultades y, por lo tanto, ser verdaderamente libres.

La libre competencia negaría los principios de fraternidad y solidaridad. Esa libre competencia fomentaba el egoísmo porque exaltaba los intereses individuales frente al interés general. Sería la traslación de la guerra al mundo laboral y a la sociedad, en general.

La libre competencia terminaría por abandonar a su suerte a los más desfavorecidos. La vida no debía ser una carrera cuya meta sería enriquecerse, hacerse con bienes y propiedades, empleando cualquier medio. Por fin, la libre competencia generaba conflictos entre los empresarios y entre los trabajadores.

Por fin, la libre competencia supondría el triunfo de la irracionalidad en el mundo productivo, generando desequilibrios económicos. Si el objetivo era únicamente el aumento de la producción sin preocuparse por las necesidades sociales, el consumo tendería a disminuir porque los obreros veían mermadas sus capacidades adquisitivas porque sus salarios disminuían a causa precisamente de la libre competencia general y por la existente entre los trabajadores.

El razonamiento nos permite comprobar los peligros de la libertad económica en la sociedad: negación del derecho al trabajo, individualismo egoísta, desigualdad, conflictos, desequilibrio e irracionalidad.

Louis Blanc planteó dos alternativas al liberalismo económico. En primer lugar, propuso que los trabajadores crearan asociaciones de producción, y que la economía se organizara de forma racional. Para ello había que contar con una autoridad que interviniera en el mundo laboral y en la economía. Esa autoridad tendría como primera misión poner fin a la guerra de todos contra todos del liberalismo económico, evitar su principal consecuencia, la desigualdad. De ese modo, se alcanzaría la verdadera libertad.

Blanc asignaba, pues, un papel importante al Estado para emprender las reformas productivas y laborales. Los contrarios a la intervención del Estado pueden aducir que este hecho supone un ataque a la libertad de los individuos y la consiguiente muerte de la sociedad civil. Pero el autor no pretendía la creación de un Estado totalitario. El Estado no se desligaría de la sociedad porque sería democrático a través del instrumento del sufragio universal. El Estado estaría para proteger al débil y además no debía convertirse en empresario. La economía no se estatalizaría. En realidad, eran los trabajadores los que se convertían en empresarios a través de la creación de esas asociaciones o cooperativas de producción. Los obreros serían los dueños de los medios de producción. Por otro lado, con estos profundos cambios se garantizaba el derecho al trabajo.

El Estado solamente financiaría los talleres o asociaciones, cuyos estatutos debían ser aprobados por el poder legislativo. En los talleres trabajarían todos los trabajadores que lo deseasen. Para que se pusiesen en marcha, el Estado debía fijar el funcionamiento interno, pero posteriormente toda la organización sería establecida democráticamente.

Los salarios serían iguales para corregir las iniciales desigualdades, pero cuando las organizaciones estuvieran bien asentadas, se implantaría la máxima de “cada cual con arreglo a su capacidad, a cada uno con arreglo a sus necesidades”.

Al terminarse con la competencia por el triunfo del principio asociativo las empresas privadas desaparecerían. El Estado se limitaría a supervisar las relaciones entre los talleres o asociaciones e impedir los conflictos. De esta manera, triunfarían los principios de la igualdad y de la solidaridad.

Es evidente que Blanc estaba planteando en su momento los pilares del Estado Social y de Derecho, propio del socialismo democrático frente al liberalismo salvaje y el totalitarismo comunista.

Para ampliar el conocimiento de este capital socialista francés, cuyo pensamiento casi es más importante hoy que en su época recomiendo el trabajo de Jesús González Amuchastegui, “Louis Blanc”, en el libro colectivo editado por José Féliz Tezanos, Teoría Política del Socialismo, que la Editorial Sistema publicó en 1993.

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Archivo Entreletras

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