marzo de 2024 - VIII Año

La naturaleza en Marx

marx retratoEn este 2018 estamos celebrando los doscientos años del nacimiento de Carlos Marx. A pesar de que el pensamiento único insiste en seguir tejiendo una cortina de silencio, en el mejor de los casos, y distorsionando su pensamiento para despachar con alguna diatriba desacreditadora lo que son grandes aciertos sobre la naturaleza del sistema capitalista y de actualidad sus formulaciones sobre las crisis periódicas, la creciente acumulación de capital y la pauperización relativa de los trabajadores, se desarrollan numerosos, debates, conferencias, seminarios y publicaciones que indican que el pensamiento marxista está vivo.

Uno de los campos objeto de críticas, dado el creciente interés por los problemas medioambientales y el desarrollo del pensamiento y formulaciones ecologistas, es la objeción al supuesto optimismo productivista de Marx, sin tener en cuenta los efectos de la explotación desbocada de los recursos materiales y la destrucción y contaminación medioambientales. Ese supuesto desinterés se basa, generalmente, en la crítica de Marx a las tesis de Malthus que auguraba la incapacidad para disponer de alimentación suficiente para la humanidad dadas las tasas de crecimiento poblacional. Marx sostenía que el desarrollo científico-técnico haría posible lo que Malthus negaba.

Es conveniente no perder de vista que Marx, respecto al papel de la ciencia, la tecnología, la propia expansión de la gran industria capitalista, como todo fenómeno real, contiene y manifiesta términos contradictorios.

En la segunda mitad del siglo XIX, la preocupación por la salud de la naturaleza y el impacto del capitalismo industrial sobre ella no era una preocupación manifiesta de los economistas, filósofos y pensadores sociales, y difícilmente podríamos calificar de ecologista la visión nostálgica, de la vida rural perdida, del romanticismo. Sin embargo, Marx se adelantó en cien años, aportando ideas que el ecologismo no debería desaprovechar.

Marx, pone en conexión las relaciones sociales de producción entre los hombres, con la relación de los hombres con la naturaleza. El léxico no es, obviamente, el que se ha venido creando en los últimos cincuenta años de preocupación, investigación científica y lucha política alrededor del tema, pero vale la pena darle la palabra.

‘El uso de la fuerza de trabajo es el trabajo mismo’.

‘El trabajo es, por de pronto, un proceso entre ser humano y naturaleza, proceso en el cual el ser humano media, regula y controla mediante su propia actividad su metabolismo con la naturaleza. El ser humano se enfrenta con la materia natural como fuerza natural él mismo. (…) Mediante ese movimiento obra en la naturaleza externa a él y la altera, y así altera al mismo tiempo su propia naturaleza. Desarrolla las potencias que dominan en ella y somete a su propio dominio el funcionamiento de fuerzas.’

‘Lo que distingue a las épocas económicas no es qué se produce, sino cómo, con qué medios de trabajo se produce.’

‘…en la medida en que la industria se desarrolla, la creación de la riqueza real deviene menos dependiente del tiempo de trabajo y de la cantidad de trabajo utilizado que del poder de agentes que son puestos en movimiento durante el tiempo de trabajo, y cuya poderosa efectividad no está en relación alguna con el tiempo de trabajo inmediato que cuesta su producción sino que depende más bien del nivel general del desarrollo de la ciencia y la tecnología, o de la aplicación de esta ciencia a la producción.’

‘El trabajador no es ya el individuo, que interpone el objeto natural modificado como miembro intermedio entre el objeto y sí mismo, sino que interpone el proceso natural, que él transforma en un proceso industrial, como medio entre sí mismo y la naturaleza inorgánica a la cual él domina.’

La gran industria reemplaza al trabajador individual por un ‘individuo social’ cuya acción productiva ya no se mide por la suma de fuerzas de trabajo individuales al poner en acción toda la capacidad del conjunto social, incluidos el conocimiento científico, la tecnología, la cultura y las relaciones sociales.

mrxmadera‘La naturaleza no construye ninguna máquina, ni ninguna locomotora , ni ferrocarril, ni telégrafos eléctricos, ni hiladoras automáticas, etc. Son productos de la industria humana; materia natural, transformada en órganos de la voluntad humana sobre la naturaleza o de su acción sobre la naturaleza. Son órganos del cerebro humano creados por la mano humana. Son fuerza científica objetivada.’

Marx prefigura lo que hoy es fácil de advertir; esa gran eclosión de la capacidad productiva del capitalismo apoyado en las grandes corporaciones multinacionales y el empuje de la ciencia y la tecnología que, por otra parte, logra ir reduciendo de forma drástica el tiempo socialmente necesario para llevar adelante el proceso productivo global y de acumulación de capital, mientras permitiría libera tiempo de trabajo a disposición de los trabajadores y el conjunto de la sociedad, para dedicarlo al desarrollo de la ciencia, la tecnología, la cultura y el ocio.

Y Marx nos ofrece la siguiente conclusión:

‘…el conocimiento se ha convertido en fuerza productiva inmediata y, en consecuencia, las condiciones del proceso de vida social han pasado a estar bajo el control del intelecto general y son remodeladas de acuerdo con éste.’

Y anticipando las tradicionales críticas a su supuesto optimismo ingenuo sobre un indefinido e ilimitado desarrollo tecnológico y crecimiento económico, advierte de: ‘Hasta qué grado las fuerzas productivas sociales son producidas, no sólo en la forma de ciencia, sino como órganos inmediatos de la práxis social, del proceso de la vida social.’ Es decir, sometidas a la dinámica de la lucha de clases, dentro de la concepción dialéctica de todo fenómeno social en el marco de la sociedad capitalista.

Así, expone como ejemplo el caso de la agricultura, que el capitalismo iguala a la industria, acumulando la población en las ciudades al tiempo que ‘dificulta el intercambio entre el ser humano y la naturaleza, esto es, el regreso a la tierra de los elementos del suelo gastados por el hombre en la forma de alimentación y de vestido, o sea, perturba la eterna condición natural de una fecundidad duradera de la tierra (…) Y todo progreso de la agricultura capitalista es un progreso no sólo del arte de depredar al trabajador, sino también y al mismo tiempo de depredar el suelo; (…) Cuanto más parte un país de la gran industria como trasfondo de su evolución – como los Estados Unidos de Norteamérica, por ejemplo -, tanto más rápido es ese proceso de destrucción. Por eso la producción capitalista no desarrolla la técnica y la combinación del proceso social de producción más que minando al mismo tiempo las fuentes de las que mana toda riqueza: la tierra y el trabajador.’

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Archivo Entreletras

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