abril de 2024 - VIII Año

Los enigmas de Perictione

Una filósofa del siglo IV y III a. de C. cuyo rastro se pierde en la bruma del tiempo… como en tantos otros casos, por negligencia

“Más aún, si del hombre culto se espera que no ignore por completo las cosas de Grecia y Roma, si le avergonzaría tener que confesar que no ha oído nunca hablar de Sófocles o de Virgilio y que nada sabe de los orígenes de la cultura europea, también puede exigírsele algún conocimiento sobre Platón y Aristóteles, dos de los más importantes pensadores que ha habido en el mundo, dos figuras cumbres de la filosofía europea.”
Frederick Copleston (Historia de la Filosofía)

Durante demasiado tiempo las mujeres han carecido de visibilidad. En la Historia de la Filosofía, por ejemplo, parece que no han existido. Son las grandes ausentes. Por ese motivo redescubrirlas y recuperarlas es una tarea urgente. Hay que hacerlo además a través de los pocos datos -a veces dispersos y aún contradictorios- que poseemos. Meditar sobre este aspecto es la principal finalidad de las reflexiones que siguen.

Los enigmas son de envergadura. ¿Hubo una Perictione o dos?, ¿fue o no la madre de Platón? Comencemos por ir atando cabos, con la escasa información que nos ha llegado y que, en buena parte, es debido a la poca atención que se ha prestado a las mujeres que se han atrevido a pensar.

Puede que entre sus antepasados figurara Solón de Atenas, uno de los siete sabios de Grecia y que perteneciera a la Escuela Pitagórica, como algunos testimonios aseguran.

Es, asimismo, probable que formara parte del círculo de amistades de Pericles y de Aspasia. El hecho de haber crecido en un ambiente en el que existían políticos sagaces, legisladores, pensadores y matemáticos posibilitaría, sin duda, la cultura y la preparación de esta admirable mujer… de la que apetece saber más. Por consiguiente, reunir los datos, ir interpretándolos hasta dar visibilidad histórica a esta filósofa, es una tarea que merece la pena emprender con entusiasmo

Un tópico que viene circulando siglo tras siglo, es que el pensamiento abstracto es cosa de hombres y que las mujeres no se desenvuelven bien en esos territorios metafísicos. El hecho es que se pueden contar con los dedos de una mano, las filósofas que han merecido atención. Hay que remontarse a épocas muy recientes, incluso al siglo XX, para tropezarse con una Simone de Beauvoir, María Zambrano o Hannah Arendt…

Como es natural, el avance de las ideas protofeministas, primero y feministas después, ha ido arrinconando por desfasados y añejos, algunos de esos burdos lugares comunes. Ha abierto espacios que han reconocido la contribución al pensamiento y a la ciencia, de destacadas mujeres que fueron pioneras rompiendo lo que se ha dado en llamar techos de cristal.

Parece lógico que apartadas de la vida pública y de los foros intelectuales, minusvaloradas, consideradas seres inferiores y sin haber recibido la formación que recibían los varones, fuera enormemente difícil demostrar sus capacidades, ser reconocidas y que se valoraran las inquietudes y hallazgos de su pensamiento intelectual.

Ayudó la tesis gramsciana de que toda persona puede y debe ser filósofo. Asimismo, el que se batieran en retirada instituciones que se habían erigido en depositarias de la verdad, de un tradicionalismo y fundamentalismo grosero, fue otro factor que permitió ocupar espacios sociales, reservados hasta entonces a los varones.

Lentamente las cosas se fueron poniendo en su lugar, aunque aun faltara un largo trecho por recorrer. El conocimiento pasó a tener más importancia que la tradición y –si bien cada palmo conquistado fue el resultado de muchos sacrificios- el protagonismo social, científico, literario y filosófico de la mujer ya no se discute más que desde la “caverna” y sus corifeos.

La venerable figura de Pitágoras de Samos, dejó un rastro de sabiduría apreciable. Entre sus seguidores se cuentan hombres y mujeres que se atrevieron a elaborar una teoría del Universo que adoptaba apariencias, símbolos y signos matemáticos y, desde unos supuestos metafísicos se atrevieron a preguntarse ¿de dónde venimos? y ¿qué camino hemos de recorrer para alcanzar el conocimiento?. Hicieron de los números y conceptos geométricos elementos básicos para descifrar el Universo.

Bajo los olivos del Ática se pueden lanzar preguntas que traspasan el tiempo como una flecha y que intentan dar una respuesta al porqué de las cosas. La naturaleza es realidad o apariencia. Un dilema que ha venido acompañando la exploración  del Cosmos es “nada es inmutable o todo permanece aunque no lo parezca”

Plantearse el ocaso del tiempo es el resultado de largas horas de meditación sobre el polvo del camino recorrido. Nuestra tarea es ardua. A partir de un resto de cerámica hemos de recomponer, al igual que los arqueólogos, cómo era la vasija y qué significado tienen los rojos oxidados.

Había que ordenar no sólo la Naturaleza sino el Tiempo. Era todavía un tiempo sin sintaxis y ellos y ellas contribuyeron a crearla. Las cosas tienen memoria y nos proporcionan datos de interés sobre los que nos han precedido, su rigor metafísico y su audacia.

Las primeras mujeres filosofas no tienen todavía, lugar ni espacio entre los presocráticos, aun padecen miradas oscas y despreciativas por parte de los fundamentalistas con sus concepciones desfasadas y atrabiliarias.

Por el momento hemos de hacer constar que la reclusión forzosa invita a añorar futuras redenciones.  Todo es cuestión de obrar con inteligencia y astucia para ensanchar el horizonte.

Las heridas del tiempo se sepultan, mas no desaparecen. Hay que aprender a sacarlas a la luz, retenerlas y descifrarlas. Otra pregunta, que tardaría algún tiempo en ser respondida, no es otra que ¿por qué hay tanto vacio a nuestro alrededor? o ¿qué es el vacio?

Perictione –hubiera una o dos- ejerce en nosotros la seducción de los enigmas no resueltos. Otra dificultad con la que nos tropezamos es que era un nombre común y, por tanto, tenemos constancia de la existencia histórica de varias.

La filosofía consistió desde sus orígenes en un esfuerzo por llegar hasta el fondo de las cosas, comprender su “ser oculto”. No nos extraña, por eso, que las filósofas que dieron los primeros pasos, al igual que los denominados presocráticos, tuvieran una actitud metafísica ante la vida.

Según algunos testimonios escribió un tratado “Sobre la sabiduría”, del que sólo se conservan algunos fragmentos. Se dice que también es autora de la “Armonía de las mujeres”, del que al igual que el primero, sólo han llegado hasta nosotros algunos pensamientos breves.

¿De qué forma se nos han transmitido esos textos? La filología clásica permite un rastreo, muy oportuno, así como la posibilidad de llevar a cabo una tarea hermenéutica que nos aclare, nos ayude a datar e insertar esos fragmentos en  sus coordenadas históricas y culturales.

¿Qué sabemos de esos fragmentos? Gracias al historiador y doxógrafo neoplatónico Estobeo, conocemos algunos aspectos del contenido del libro. La labor que realizó es gigantesca. Nos ha transmitido fragmentos de quinientos autores, muchos de los cuales habrían desaparecido sin dejar rastro.

En cuanto a la “Armonía de las mujeres” Focio, escritor bizantino, patriarca de Constantinopla es quien nos ha transmitido datos y observaciones sobre pensadores y filósofos de la antigüedad clásica, entre los que se cuenta Perictione. Diógenes Laercio, que en estos aspectos es valiosísimo, en su “Vida de filósofos ilustres”, también la menciona, aunque sólo tangencialmente. Hemos de movernos con cautela porque no pocas de las atribuciones son discutibles por no decir dudosas.

La escasez de datos es ostensible. No por eso, hemos de abandonar nuestra búsqueda. De momento, no nos es posible conocer con precisión si existieron una o dos Perictiones… aunque por lo que se desprende de los estudios y análisis realizados, gana terreno la hipótesis de que fueron dos.

Tiene, indiscutiblemente, mérito que se atreviera a dar forma a lo que llama los derechos de la mujer respecto a su esposo. Podría darse el caso, no obstante, que ambas Perictiones tuvieran una vinculación con el pitagorismo, al igual que otras pensadoras que podríamos incluirlas en la etapa presocrática, tal es el caso de Fintis de Esparta o Teano de Crotona que vivió y filosofó al sur de Italia, donde Pitágoras había creado su escuela filosófica. Posteriormente llegó a ser su esposa. Se conserva de ella un fragmento sobre su obra “La piedad”.

Obviamente, pensar desde los gineceos y, sobre todo, que su pensamiento fuera recogido y conservado era una tarea ímproba. Hay que ir, por consiguiente, realizando lecturas lentas, metódicas y reflexivas. Con los textos se dialoga. Ni podemos ni debemos olvidar que la filosofía es, también, amor a la palabra, al lenguaje, al menos en la Grecia Clásica.

¿Para qué filosofaron y se hicieron preguntas claves los primeros pensadores y pensadoras? La respuesta para mí no es otra que para ampliar el conocimiento sobre el mundo y nuestra experiencia. Saber lo que otros experimentaron antes nos ayuda a salir de nosotros mismos y nos invita a conocer más y más. E incluso podría decirse que leer y meditar sobre los descubrimientos de los primeros filósofos es nada más y nada menos, que descubrir el tiempo histórico. La dialéctica es el arte de preguntar y responder. La necesidad de preguntar no anda lejos de una actitud anti dogmática que no se conforma –está empezando a nacer el sentido crítico- con las respuestas mitológicas.

Fue como todos, un tiempo difícil. Las protofilósofas pretendieron pensar y comprender el mundo, aunque careciesen de los instrumentos para tal empresa. Estaban rodeadas de amenazas invisibles. En ese momento el tiempo se media aún en relojes de arena o de sol. Había que tener un olfato muy fino para atisbar los cambios que se avecinaban.

El destino es implacable con los vencidos, con los oprimidos y los suele recluir entre muros ennegrecidos… sin ventanas ni comunicación con el exterior. Los escombros interiores son harto difíciles de restaurar. Probablemente, aquellas pioneras fueron disidentes antes de que se creara el término. Para ellas presumiblemente, la filosofía nace en el instante en que toman distancia con sus ocupaciones cotidianas y se preguntan, abriendo con ello nuevas perspectivas, ¿cuál es el sentido de las cosas?

No es bueno confundir mapa con territorio.  Esta aproximación a Perictione, fuera o no la madre de Platón, hubiera una o varias, es un acto de reparación a las pensadoras presocráticas que permanecen olvidadas… porque no ha habido nadie que haya manifestado excesivo interés en rescatarlas.

En este breve ensayo en ningún momento resto importancia, a las dificultades de todo tipo que nos van saliendo al paso en esa búsqueda, mas estoy convencido asimismo, que merece la pena… aunque sólo logremos avanzar un trecho pues otros –y sobre todo otras- vendrán a completar la información, hasta ahora parcial y dispersa y que aguarda en el fondo del baúl de la historia.

Creo que es el momento para reproducir un fragmento de sobre “La virtud”. Me parece sencillamente admirable que se considere a la naturaleza como un todo, así como intentar apoderarnos de la esencia de las cosas contemplando asimismo los efectos.

Más dejemos que sea la propia Perictione la que nos haga llegar, desde el fondo del tiempo, sus palabras:

“La humanidad ha nacido y vive para observar el principio de la naturaleza como un todo. La tarea de la sabiduría consiste en llegar a poseer las cosas y comprender su finalidad”.

Durante años he sido profesor de Historia de la Filosofía. Voy a atreverme a hacer una modesta, mas a mi juicio, interesante propuesta. Habría que incluir en los materiales y libros de texto, entre los presocráticos, una o dos filósofas por dos motivos: primero, porque se ofrecería una visión más completa de ese periodo inaugural del pensamiento filosófico y segundo y, no menos importante, para motivar y estimular que hubiera más estudios e investigaciones y que pudieran reducirse las incógnitas y lagunas existentes sobre la vida y las obras de estas pensadoras en el periodo que se ha dado en llamar presocrático o inaugural del pensamiento abstracto.

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