abril de 2024 - VIII Año

Mana Salehi o la voz del azafrán: “Mi religión es la compasión”

Esta entrevista incluye el texto Belleza y compasión de Ana Martínez de Aguilar

Mana Salehi es una artista multimedia de videoarte e investigadora de origen iraní. Vive y trabaja actualmente entre Barcelona y Teherán. Es licenciada en Arte y Diseño por la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sureh de Teherán (Irán), y se doctoró en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona con la tesis: El agua y las simbologías del jardín en el arte contemporáneo.

Ha hecho estancias de investigación en la Universidad de UCLA (EUA) y en las Universidades de Tsukuba y de Kioto of Art & Design de Japón.

En sus trabajos hace una síntesis audiovisual de la ciencia y del arte para explorar paisajes emocionales visibles e invisibles y denunciar las crisis ambientales. Sus obras son mucho más que historias que profundizan en múltiples aspectos de la vida. Nos hablan del entusiasmo por vivir y del ímpetu por explorar todo aquello que puede ofrecernos el mundo a través de la contemplación.

Ha participado en diferentes festivales internacionales y ha expuesto en instituciones de todo el mundo. En 2020 formó parte del jurado del festival de cine asiático y, como docente, en 2021 impartió el curso Secretos del jardín persa en Casa Asia.

Es miembro de Woman Eco Artists Dialog (WEAD) de EE.UU., organización artística sin ánimo de lucro centrada en el arte de la justicia social y ambiental.

Durante estos meses de verano, tenemos la oportunidad de ver en el Jardín Botánico de Madrid una de sus obras, La voz del Azafrán, en la exposición colectiva ‘La risa de las flores’ organizada por Casa Asia. La muestra permanecerá abierta hasta el domingo 25 de septiembre en la Sala Invernadero de los Bonsáis. El vídeo de Mana Salehi, que ahora podemos disfrutar en Madrid por primera vez, The Voice of Saffron, se presentó previamente en el Fórum de Artistas de Irán en Teherán (Irán) y en la Universidad Otani de Kioto (Japón) en el año 2019.

Entreletras ha hablado con Mana Salehi sobre su trabajo y también sobre esta obra que ahora se expone en el Jardín Botánico de Madrid.

-En sus trabajos, ¿parte de experiencias personales?

-Tengo una metodología personal a base de reflexionar sobre mis emociones. El hecho de haber vivido en diferentes países ha configurado una forma de mirar determinada.  A lo largo del tiempo mi proceso artístico ha ido adquiriendo una dinámica propia. Quiero estar cerca y lejos entre dos países (Irán/ España) y a veces también en otros países. Quiero estar cerca para experimentar y quiero estar lejos para reflexionar. En este camino inestable y con mi estable inquietud interna, aparecen varios paisajes y temas relacionados con la naturaleza. En la sincronía de estos momentos, entre mis sentimientos y mis pensamientos, se crea un espacio de creatividad. Trabajo con la poesía visual con la que puedo describir mis sentimientos. Y el tiempo desaparece.

-Usted es investigadora y artista que se mueve dentro de una poética visual. Cuando empieza a trabajar en un proyecto, ¿de dónde parte? ¿De la investigación o de la mirada poética?

-Es interesante tu pregunta. Pienso que las ideas puras al principio no tienen forma, más bien es como una dimensión líquida. Con el tiempo y en el espacio viven un proceso de búsqueda entre el lenguaje de la investigación y el arte.

-En este sentido, ¿qué valor le otorga en su trabajo a la ciencia? Y ¿al arte?

-Si defines la ciencia en color verde y el arte en color azul hay un momento que no se pueden distinguir los colores. Es como verde y azul al mismo tiempo. Es justamente en ese punto donde nace la idea. La lógica y la poesía se unen. No veo distancia entre ciencia y arte. Para mí no hay ninguna frontera.

Mana Salehi con un niña del azafrán

 -¿Qué papel se le concede a la mujer en el ámbito de la creación en Irán, en su país de origen?

-Mujer… en mi lengua se dice: Zan زن. Detrás de la apariencia de la mujer iraní que se ha popularizado después de la revolución islámica, hay muchas capas para poder profundizar. Tanto la palabra como el concepto pueden ser cuestionados.

La última vez que fui a Irán, a principios de 2022, participé en un curso sobre Cada mujer iraní tiene una historia. En él hablaba desde las mujeres de los años 1900 hasta las del 2000, entre las que había mujeres escritoras de ficción, de comedia, periodistas, astrólogas, cantantes, sicólogas, activistas ambientales y actrices. Hablaba de sus vidas y sus dolores, hablaba de la política y la época social que les había tocado vivir, hablaba de la historia de la transformación de sus dolores a través de la creación.

El arte para mí es una herramienta de expresar y pienso que es una vía magnífica de preservar la soledad

 -El medio ambiente y la justicia social tienen mucha importancia en su obra. ¿Se considera una artista política?

-No… no me considero política. Pero mi vida personal se impregna con el dolor social. Vivo y siento este dolor común y mis necesidades espirituales buscan suavizarlo para mí y para los demás. Con el lenguaje de la poesía visual a través del formato de vídeo puedo comunicar y describir este dolor. Eso ya es suficiente como forma de expresar ese dolor…

¿Cree que el arte puede ayudar a cambiar el mundo en el que vivimos?

-El arte para mí es una herramienta de expresar y pienso que es una vía magnífica de preservar la soledad. Siento y pienso que todo aquello que nos ayuda a mimar nuestra soledad seguro que es muy importante.

Niños del azafrán – copyrigth: Mana Salehi

¿Qué artistas son sus referentes?  ¿Quiénes considera que le han influido más?

-Sí, hay artistas que me inspiran y admiro cómo contemplan el mundo y cómo se contemplan a sí mismos.

A mí me gusta mencionar como videoartistas a Bill Viola, a Fiona Tan, a Sigalit Landau y a mi amigo Robert Cahen. Entre los cineastas tengo especial predilección por Abbas Kiarostami y en artes plásticas me gusta la pintora y videoartista Farideh Lashahi. Entre los arquitectos que me interesan se encuentran Tadao Ando y Emilio Ambasz.

En cuanto a la música tengo gustos muy variados: siempre me han gustado las canciones de Thom Yorke, compositor principal del grupo Radiohead, adoro a la soprano iraní Monir Vakili y también a la virtuosa del theremín: la fascinante Clara Rockmore.

La literatura es un referente en mi obra y entre los escritores que admiro están Boris Groys, María Zambrano y Rebecca Solnit.

Cuando estoy triste o muy contenta leo también a los clásicos como Omar Khayam y Rumi. Y una cosa que siempre me acompaña es recordar el amor del sufí Sheikh Kharaghan.

Quería mostrar la compasión por la fragilidad de la flor del azafrán frente a la dureza de la tierra con la que lucha para sobrevivir

¿Cómo nació el proyecto La Voz del Azafrán, que podemos ver ahora en el Jardín Botánico de Madrid?

-Este proyecto nació de una conversación con la empresa más grande de azafrán en Irán. Me preguntaba sobre la necesidad de regar y de ver este paisaje. En 2012 fui a Irán a la provincia de Khorasan en un pueblo que se llama Torbat Heydariye. Allí hice muchas fotos y grabé vídeos. He investigado sobre este paisaje, el agua y la tierra de esta flor y por ello me puse en contacto con mi amiga la geóloga Ana Rodríguez. Después pasó algún tiempo en el que, por medio de una beca de la Fundación Japón en 2014/2015, pude viajar a Kioto para terminar otro proyecto de mi tesis doctoral sobre “imagen y sonido del agua en el jardín japonés y su diferencia con el jardín persa”.

Durante mi estancia en Japón, un día participé en una ceremonia en un templo budista que estaba cerca de mi casa en Kioto. La ceremonia celebraba la conmemoración de la muerte de la madre de alguien. Después de la ceremonia un desconocido se acercó a mí y me preguntó que cuál era mi religión y yo, un poco sorprendida, le respondí que “mi religión era la compasión”. Una semana más tarde, mi casera vino a verme para saber si yo había estado en aquella ceremonia.

Me dio un ejemplar del periódico ‘Asahi Shinbun’, el segundo diario más popular de Japón, y me dijo que el hombre que me había hecho aquella pregunta en el templo era Kiyokazu Washi-da, el filósofo más importante de Japón, y que mi respuesta le había impresionado tanto que había publicado un artículo sobre ella en ese periódico. Para mí fue muy emocionante, y además luego también descubrí que el templo era a su vez de la familia de Murakami, el célebre escritor japonés.

Más tarde, al regresar a Barcelona para terminar mi tesis doctoral, cuando quedaba con mis amigos, que son de diferentes partes del mundo, recibía mucha ternura por parte de todos ellos. Quise, pues, reflejar en este vídeo La Voz del Azafrán, que ahora se puede ver en el Jardín Botánico de Madrid, el espíritu del artículo japonés a través de las voces de todos mis amigos, leyéndolo en sus respectivas lenguas maternas.

Así que la voz del azafrán está en diez idiomas: japonés, francés, holandés, urdo, catalán, farsi, italiano, portugués/brasileño, castellano e inglés. Y además encaja muy bien con las imágenes de los campos de azafrán y la labor de los trabajadores. Y detrás de todo ello quería mostrar la compasión por la fragilidad de la flor del azafrán frente a la dureza de la tierra con la que lucha para sobrevivir.

 -Y ya para finalizar la entrevista, ¿nos podría adelantar en qué proyecto está trabajando ahora?

-Ahora mismo estoy muy interesada por las flores que tienen propiedades medicinales y estoy con un proyecto relacionado con esto.

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Para completar esta conversación con Mana Salehi nos parece de interés incorporar el texto que Ana Martínez de Aguilar, ex directora del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, bajo la expresa petición de la artista, ha escrito para esta publicación, bajo el título de ‘Belleza y compasión’.

Belleza y compasión
por Ana Martínez de Aguilar

Flor del azafrán – copyrigth: Mana Salehi

Un paisaje horizontal, de montañas lejanas, estepa, casi desértico, de colores terrosos. En primer término, una banda inexplicable de fertilidad azul-blanquecina, como un jardín. Intensidad, empatía, sencillez, belleza, calma, son algunas sensaciones que definen el video artístico La voz del azafrán de Mana Salehi, en un primer momento. Nos sitúa ante el esplendor de un campo de azafrán, durante la recogida de la flor.

Envuelta en su contemplación, con el ritmo lento al que invita, descubro la complejidad conceptual y de ejecución junto a la finura espiritual que encierra. Provoca un diálogo con la naturaleza, acercándonos a una multiplicidad de vidas: Los campesinos, al doblarse sobre la tierra, cultivan y cosechan, a la intemperie. Sus rudas manos como terrones, extraen con delicadeza las frágiles hebras de azafrán, o arrancan la flor de la tierra. El esfuerzo de la tierra por abrirse. La fragilidad de la flor al nacer, que debe atravesar los obstinados terrones. Evoca el esfuerzo y dolor de todo nacimiento. Su mirada compasiva, atenta a la dureza de la vida y asombrada ante su misterio y belleza. Inseparable dualidad que se halla en muchas esferas de la vida y funciona como metáfora o reflejo mutuo.

Nos hace conscientes, de nuestra conciencia, de la propia interioridad y soledad última frente al mundo y simultáneamente de nuestra pertenencia a la de la comunidad de los humanos y a la naturaleza.

Se detiene ante la maravilla insondable de la naturaleza, igual en su permanencia y distinta en su fluir al paso de las estaciones, cuyas metamorfosis alteran las formas, los colores, los contrastes con los otros elementos del paisaje. Muestra la vida que lo habita: los niños, los insectos, los efectos de los fenómenos naturales como el viento que otorga movimiento a las hojas de la flor del azafrán, a la luz y a las sombras en ese paisaje estático,

Utiliza, con sabiduría, los cambios de plano para estimular la atención: la aridez, la fertilidad del área preñada de las flores, las flores que invaden la pantalla, acercando sus texturas, formas y colores, hasta centrar la contemplación en el manto rojo, puro y vivo, del azafrán cosechado. Las distintas tomas son mantos de intensidad en calma. Me evocan ciertas imágenes de Wolfgan Laib recogiendo el polen de los dientes de león.

Mana Salehi nos habla con imágenes que dan forma a su pensamiento. Las acompaña de una recitación sucesiva, a modo de mantra. Es un texto sobre la compasión, en diez idiomas, que dialoga con su pensamiento y emoción y le otorga un carácter universal a este exquisito poema visual.

Enlace de interés sobre la artista:
Web de Mana Salehi

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Escrito por

Archivo Entreletras

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