Se publica bajo el sello Ondina Ediciones ’27 Mujeres en la Encrucijada’, retratos biográficos sobre españolas del XX que buscaron ‘su lugar en el mundo’ contra viento y marea.
En estas fechas se pone a la venta en librerías y grandes superficies ’27 Mujeres en la Encrucijada’ (Ondina Ediciones) un libro de casi 400 páginas, donde aparecen otras tantas biografías de personajes femeninos del siglo XX español, muchas de ellas poco conocidas o de escasa proyección en nuestros días, pero que merecen ser reivindicadas.
-El libro se abre y cierra con un estudio sobre la difícil trayectoria de acceso de las españolas a los espacios educativo, laboral, social, y el espectacular cambio producido en ese siglo…
-Cuando las transformaciones se han producido ha sido en los últimos años del XX pero especialmente en lo que llevamos del XXI. Por eso la ‘foto de la vergüenza’ visto con ojos de hoy sería la del primer gobierno del cambio surgido de las elecciones del 82 encabezado por Felipe González donde no aparece ninguna mujer ministra; frente a la mayoría de mujeres en el actual Consejo de Ministros de la coalición PSOE-Sumar. Lo que nos demuestra que pese a la voluntad de cambios políticos y sociales hacia una vía democrática por parte de la oposición antifranquista temas como el de la igualdad entre hombres y mujeres, los contenidos relativos al medio ambiente o los derechos LGTBI seguían siendo en aquella época tangenciales o complementarios a la agenda directamente política. Algo que hoy nos puede parecer absolutamente inadmisible, puesto que las libertades y derechos democráticos deben ser indivisibles y no postergables; aunque para ser justos debemos entender el contexto de aquella época donde la verdadera urgencia era la construcción de un estado democrático. Los verdaderos pasos se han dado en las últimas décadas con un cambio espectacular de sensibilidades ante hechos o situaciones que hasta hace poco se podían contemplar como cotidianas o aceptadas por su aparente normalidad, pero que hoy debemos considerar con toda justicia inadmisibles e incluso sancionables y no solo desde el punto de vista moral sino desde el legal.
-¿Cómo surge el libro?
-Atrás una colección de perfiles biográficos de mujeres del XX tuvo una excelente repercusión, aunque por problemas de la propia editorial se agotó nada más salir al mercado sin posibilidad de llegar a más lectores. El tema merecía otro tratamiento con un estudio previo y final totalmente nuevo realizado en función de los pasos que en los últimos años se han dado en España hacia la igualdad de género, y especialmente con la presencia de nuevos perfiles de mujeres del pasado siglo a quienes debemos dar la oportunidad de que figuren en el debate público y sean recordadas más allá de lo memorialístico poniendo en evidencia el interés de sus aportaciones.
-Parece sorprendente que en ese retablo de veintisiete mujeres apenas aparezcan las estrictamente políticas…
-Efectivamente, no están los grandes nombres referenciales de las mujeres políticas del siglo pasado, ni Dolores Ibárruri, ni Federica Montseny… Quizás la única que aparece dentro de esa categoría sea Carmen Díez de Rivera. En este caso porque es de todos los personajes a la que pude conocer personalmente y mantener encuentros y conversaciones con ella, lo mismo que con Carmen Llorca, que además de su paso por la esfera política también contaba con un amplio bagaje intelectual. Me parecía importante destacar perfiles nuevos de esas dos Carmen, que llegaron a coincidir en el parlamento europeo, ser muy amigas, y pese a a hacerlo bajo siglas distintas compartían reivindicaciones en común, como la igualdad de género, el medio ambiente… Lo que vamos a encontrar en casi todas las biografías de esas mujeres, ya sean escritores, poetas, pintoras, escenógrafas, actrices, directoras, abogadas…es una omnipresencia de una historia política que en el siglo XX español se convierte en drama o en trauma, que condiciona las vidas de casi todas, en bastantes casos las condena al exilio, a la cárcel, o está a punto de poner en peligro sus vidas.
En los últimos veinticinco años se han dado en España más pasos hacia la igualdad que en el resto de su historia
-Has tratado de buscar perfiles de mujeres no siempre conocidas…
-A veces, suena el nombre y apellido de personajes sin que los conozcamos más allá del estereotipo. Y en el libro hay muchos: empezando por las obligadas a confinarse en un lugar secundario en la vida pese a su valía personal. Como Carmen Baroja, la hermana de la familia, a la que se le negó el derecho a poder estudiar, desarrollar una vocación o ser ella misma; único y maltratado personaje de una generación como la del 98 donde la presencia femenina brilló por su ausencia. Hay que preguntarse si este hecho se debió a la falta de mujeres en determinados cometidos creativos o a los impedimentos casi absolutos para que pudieran llegar a expresarse. También tenemos a mujeres a quienes lamentablemente se ha condenado a ser ‘sombra’ de sus maridos, tanto María Teresa León con Alberti, o Zenobia Camprubí respecto a Juan Ramón Jiménez. Zenobia ha pasado a la historia como ‘mujer de…’ cuando como autora-creadora fue importante por sí misma, y además posiblemente maltratada desde el punto de vista psicológico por un poeta todo lo importante que sea, pero un ser humano en permanentes crisis, malhumorado, con cambios de carácter volcánicos, egoísta hasta extremos insoportables, y con una mujer cuya única misión parecía crear las condiciones materiales para que él pudiera mantener su diálogo con las musas. Juan Ramón se portó muy mal con ella. Por eso hay que destacar su personalidad ignorada bajo la poderosa sombra del poeta y poner en evidencia que por ella misma y su obra Zenobia merece figurar como algo más que ‘la mujer de un premio Nobel’.
-Puede parecer sorprendente el perfil de varias periodistas que aparecen en ese retablo…
-Empezando por Carmen de Burgos, pionera en las redacciones y en el trabajo de la corresponsalía de guerra en una época en la que se llamaba ‘prostituta’ a las que permanecían en una redacción ‘de hombres’. Siguiendo por Josefina Carabias: sin ella no conoceríamos de cerca cómo eran los personajes de la II República. Además Carabias añade un elemento que hoy en época de crispación política y de medios de comunicación ‘encendidos’ debemos valorar todavía más: tenía sus evidentes simpatías políticas, afinidades con distintas personas, pero sin embargo, como periodista evitaba el halago gratuito, la descalificación de principio, escribiendo con una elegancia manifiesta que hoy se echa en falta. O como el caso de Mari Luz Morales, cuya vida se detalla en el libro, primera mujer directora de un periódico en España, ‘La Vanguardia’ en los terribles días de la guerra civil. Con algún detalle que merece una nueva valoración: en una edición del periódico de 1937, tras haber sufrido Barcelona un terrible bombardeo a cargo de la aviación fascista italiana con centenares de muertos civiles, el mismo ejemplar incluye una crónica de un estreno teatral comentada por la propia Mari Luz. Es decir: las bombas fascistas no iban a acabar con la cultura.
-En el libro aparecen mujeres de distintas ideologías políticas, y esto en principio parece sorprendente…
-Las hay socialistas, comunistas, anarquistas, liberales, conservadoras…y también una falangista, Mercedes Formica, a la que hay que contemplar más allá de sus contradicciones: sirvió para denunciar la lacerante discriminación que las mujeres sufrían en la España de los 50 desde el punto de vista legal. He intentado no cerrar el abanico ideológico y hacerlo lo más abierto posible. Naturalmente no cabrían en esta reseña biográfica aquellas que han defendido modelos tradicionales de sumisión al patriarcado, o el mantenimiento de una concepción retrógrada sobre el papel de las mujeres, a las que se confinó en una identidad de madres y esposas, como en las primeras décadas del franquismo…Pero aún bajo ese estrecho marco varios perfiles de mujeres lucharon pese a las distintas formas de censura de ser ellas mismas y desarrollar su vocación creativa. Podemos pensar en Elena Soriano o en Carmen Martín Gaite, por ejemplo.
-Dejas entrever en esos perfiles biográficos a mujeres que respondían a una diversidad sexual…
-Cuando ellas lo reconocieron no creo que se deba ignorar ese hecho, como ocurre con Victorina Durán, que es una escenógrafa y directora artística teatral innovadora, muy amiga de Lorca. O en una leyenda tan singular como la de Tórtola Valencia cualquiera que fuera su identidad desde ese punto de vista. También en los casos de Elena Fortún, la autora de ‘Celia’ a la que hay que considerar una escritora de primer nivel solo con leer su desgarradora ‘Celia en la revolución’, una de las novelas más duras a las que un lector se puede enfrentar pese a estar disfrazada de narración juvenil. Y en el Ana María Martínez Sagi, poeta y la primera mujer directiva de un club de fútbol en Europa. Es probable que otras muchas compartieran esas características. Pero en todo caso debemos contemplarlo desde una perspectiva normalizada: fueran lesbianas, heterosexuales o como les diera la gana, como lo pudieron ser rubias, morenas, con pecas, diestras o zurdas, gustarles los amaneceres o el atardecer.
Considerar el feminismo como una reivindicación de mujeres es un error; tanto como dejar de lado a los hombres en la lucha contra la violencia de género. Porque se trata de una defensa de derechos democráticos más allá de las personas o colectivos afectados
-Peculiares son las características de las actrices que además tenían grandes inquietudes intelectuales…
-Y muchas pertenecientes al selecto grupo de las primeras mujeres licenciadas en una universidad española en los tiempos de la República. Como le ocurrió a Maruchi Fresno o a Conchita Montes. En el libro nos acercamos a la personalidad de Rosita Díaz Jimeno, llamada a ser la actriz más popular del cine republicano después de Imperio Argentina, pero cuyo noviazgo y matrimonio con el hijo de Negrín acaba por convertirla en el exilio en una especie de informal cónsul cultural español en los Estados Unidos. O la peculiaridad de una mujer conocida solo bajo una vertiente, como fue Ana Mariscal, con otra biografía más allá de haber sido la heroína franquista de ‘Raza’, que había conocido a Lorca, y al que representó en Argentina en los tiempos en los que todavía estaba prohibido en España.
-Se puede hablar de un cruce de perfiles y vocaciones múltiples en buena parte de ellas…
-Sí, porque muchas de esas mujeres poseyeron un carácter casi poliédrico. Ubicarlas en una sola faceta o característica representa confinarlas o limitarlas. Pongo varios ejemplos que están en ’27 mujeres en la encrucijada’, empezando por María Lejárraga, a la que se ha etiquetado tan solo como una especie de ‘negra’ de su marido, y que fue mucho más: diputada, partidaria de la igualdad de la mujer…O como Mercedes Pinto, la autora de ‘Él’ la novela que dio origen a la película de Buñuel de 1953, a la que en un documental para la pequeña pantalla se la presentaba unicamente como ‘víctima de los malos tratos’, lo que representa reducir su papel y trascendencia: Pinto es mucho más, y creo que su personaje variopinto daría pie a un argumento para una serie de televisión: la madre de varios de los actores emblemáticos de la edad de oro del cine mexicano, Gustavo, Rubén Rojo, Pituka de Foronda, y promotora desde La Habana de una campaña para acoger en Cuba a judíos y refugiados del nazismo, entre otros muchos aspectos. Ese carácter poliédrico está presente en muchas de ellas, como Josefina de la Torre: que no solo fue una de las voces poéticas de la generación del 27, sino que era actriz, dobladora, autora, y una soprano que estuvo a punto de cantar en La Scala de Milán pero las presiones familiares se lo impidieron.
-También las hay que se declaran católicas y otras agnósticas…
-He tratado de no hacer distinciones porque los perfiles son complejos. Por ejemplo, en un caso como el de Lili Álvarez, que es lo que antes se decía ‘rica de familia’, pionera en el tenis, el esquí o el automovilismo, que se considera ‘católica a su manera’ pero con ideas propias no siempre coincidentes con las de la jerarquía… De la misma manera que las hay que provienen de la élite económica o de la aristocrática, y de las clases populares. Cada perfil es muy complejo. He intentado rescatar la impresionante aportación creativa de bastantes de ellas, y ahora me fijo en unas cuantas: María Blanchard es una referencia imprescindible en el cubismo de la misma manera que años después Remedios Varo lo ha sido en el surrealismo; ambas con vidas de gran tensión personal. O la referencia permanente de Mercè Rodoreda, que es un clásico indiscutible de la literatura catalana (y española) del XX cuya obra en su idioma original o traducido merece formar parte de cualquier biblioteca pública que se precie de nuestro país.
En el libro aparecen biografías de mujeres de izquierdas y de derechas, ateas o religiosas, de cualquier identidad de género o respondiendo a una diversidad de opciones sexuales, proletarias y ricas, universitarias o autodidactas… caracterizadas por salirse del ‘guion previo’ de su vida al que se les había obligado al nacer por el hecho de ser mujeres
-Dígame, ¿es un libro pensado para feministas?
-En absoluto. Está hecho para hombres y para mujeres. Es hora de que acabemos con muros y limitaciones artificiales. La lucha contra una concepción patriarcal de la vida, contra el machismo, no es una labor solo de mujeres, sino de personas demócratas cualquiera que sea su género, su actitud personal, sus gustos… Creo que es un error atribuir la reivindicación de la igualdad al colectivo al que afecta directamente. Para luchar contra el racismo o la xenofobia no hay que pertenecer a una raza o grupo determinado, lo mismo que para posicionarse contra la violencia de género, la exclusión social o la homofobia. Se trata de reivindicaciones a adoptar desde la perspectiva de derechos democráticos que son incuestionables e indivisibles, y no pueden ser parcelados.
-Tras leer buena parte del libro hay que deducir que te has interesado por hacer un libro ameno…
-Ese ha sido un propósito. Tratando de aportar contenidos dignos de comentar y de analizar por parte de lectores muy diversos, desde una inicial perspectiva de amenidad, sin que ello suponga pérdida del rigor ni del contenido. Me encontraría satisfecho si después de leer ’27 mujeres en la encrucijada’ se buscan otras lecturas complementarias, se acude a una librería o al ‘streaming’ para ver sus libros, películas o cuadros hechos por mujeres, y que el acercamiento a alguna de esas obras puede constituir una reconfortante sorpresa y un motivo de satisfacción por lo que aportan. Por ejemplo, leer ‘Celia en la revolución’ (Elena Fortún), ‘La plaza del diamante’ (Mercè Rodoreda) o ‘descubrir’ una película tan ignorada como ‘Segundo López, aventurero urbano’ o ‘El camino’ de Ana Mariscal, que nada tienen que ver con sus otros trabajos de tono mucho menor. Me acuerdo también de los lectores que tras desfilar por las páginas del libro quieran conocer las obras pictóricas de María Blanchard o de Remedios Varo aunque sea a través de internet. Y lo digo especialmente porque las artes plásticas hasta épocas muy recientes estuvieron practicamente masculinizadas. Pero, ¿no hubo pintoras, esculturas, diseñadoras…? Las hubo, claro que sí, pero nacieron condenadas a un papel relegado por su condición de mujer. En un país como España con tan poderosa carga de artistas plásticos imprescindibles en la cultura mundial, de Velázquez a Goya, pasando por Picasso o Miró me parece irrenunciable recordar a autoras que no fueron segundonas, pero cuyo trabajo ha quedado bajo una perspectiva de sombra. No entiendo como nadie se acuerda de Remedios Varo, ni siquiera desde su tierra natal, Cataluña, cuando hoy en México es una pintora tan referencial como Frida Kahlo.