abril de 2024 - VIII Año

Pedro López Arriba: «El debate de la libertad es el gran debate de nuestro tiempo»

Pedro López Arriba acaba de publicar, bajo el sello Ediciones Vitruvio, el libro La idea de la libertad en la historia de España. Una obra en la que el autor analiza la aparición, el desarrollo y la presencia de la idea de libertad en diversas etapas, episodios y personajes fundamentales de nuestro pasado.

Licenciado en Derecho y Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid y funcionario de la Administración del Estado, Pedro López Arriba ha ocupado diversos cargos de responsabilidad en la Junta de Gobierno del Ateneo de Madrid y en varias de sus Secciones. En la actualidad es Socio Bibliotecario de dicha Junta de Gobierno y miembro de la Sección de Filosofía de la bicentenaria institución madrileña. Asimismo, durante algo más de una década fue presidente del emblemático Centro Riojano de Madrid, epicentro de numerosas actividades culturales en la capital.

Entreletras ha conversado con Pedro López Arriba, colaborador habitual de Entreletras, sobre La idea de la libertad en la historia de España

-En este libro nos invita a realizar un recorrido inédito por la historia de nuestro país a través de la idea de libertad. ¿Qué le ha llevado a escoger esta idea como hilo conductor para abordar el relato de nuestro devenir histórico como nación y como sociedad?

La idea de libertad ha sido una de las más grandes aportaciones de nuestra tradición cultural al acervo común de la humanidad. Una idea relativamente reciente, nacida y desarrollada en el entorno intelectual greco-latino y judeo-cristiano, que nos conforma. Luego, se difundió con la expansión mundial europea iniciada a finales del siglo XV, en la época de los grandes descubrimientos geográficos. Es una idea trascendental en nuestra historia. También en nuestras vidas. Muchas son las contribuciones teóricas y prácticas europeas a la configuración de la libertad, tal como la conocemos hoy. Las de España han sido muy importantes y he tratado de rastrear su presencia en nuestra historia, que tampoco es que sea una historia cualquiera.

-En estas páginas usted no solo explora la historia desde el prisma de la libertad, también señala que una sociedad solo puede ser beneficiosa para sus ciudadanos si se asienta sobre el ejercicio de la libertad y la defensa de los derechos individuales…

-El debate de la libertad es el gran debate de nuestro tiempo, está vivo. Ha sido un debate social y legal, de orden e incidencia prácticos, que no se ha generado en ninguna otra tradición cultural, como la musulmana o la china, siempre refractarias a la libertad, en su pensamiento y en su praxis. Y hoy, como antaño, los europeos seguimos divididos entre partidarios y enemigos de la libertad, por mucho que estos enmascaren sus propósitos de tiranía. El debate frente a los enemigos de la libertad y los derechos individuales no ha terminado. No ha sido sólo un debate teórico, aunque también.

-¿Para usted el eje sobre el que debe girar la idea de libertad es la ciudadanía?

-En cuanto a la libertad, la historia y la razón nos recuerdan siempre que, dejar a las personas que hagan lo que quieran es sabio, es justo y además termina resultando rentable y beneficioso para todos. Así nació la libertad en la antigua Grecia, con ese propósito de beneficiar a todos y facilitar la vida de los más. El compromiso con la libertad, con la dignidad y responsabilidad individuales, con los mercados libres y abiertos, con las limitaciones y controles a los gobiernos… todo ello ha permitido a la humanidad realizar sus mayores avances en la senda del progreso material y moral. Un camino muchas veces perdido y otras tantas recuperado en nuestra historia, hasta el tiempo presente.

El pensamiento español del Siglo de Oro se reivindica por sí mismo, por su trascendencia y su importancia

-La España medieval es motivo de un extenso análisis en relación con el tema que desarrolla su libro. ¿Es posible encontrar en la Edad Media las claves de la idea de libertad que hallaremos más tarde en el Renacimiento y en épocas posteriores?

-La Edad Media no se puede seguir contemplando como ese hipotético paréntesis de Barbarie Gótica, edad oscura entre dos épocas luminosas: la antigüedad greco-latina y el esplendor Ilustrado que remontaría su origen al Renacimiento. La Edad Media fue un tiempo de progresiva iluminación, más que de oscuridad. Constituyó un enorme esfuerzo de recuperación cultural desplegado por los europeos durante un milenio. Un esfuerzo realizado de modo muy especial en España, país fronterizo con el islam. Tras la caída de Roma, casi simultáneamente, se inició ese largo periodo de recuperación lenta y costosa. La continuidad de la cultura y del pensamiento clásicos se mantuvo gracias al cristianismo.

-¿Debemos mirar con más atención a la Edad Media?

-La Edad Media hizo también grandes aportaciones a las artes, a las ciencias, a la literatura y al pensamiento. Y también a la libertad. La Edad Media configuró el mundo moderno. Todo ese esfuerzo de mil años, eclosionaría en el siglo XV, con el Renacimiento, que tampoco se considera opuesto a la Edad Media, como lo presentó la tópica visión de la Ilustración del siglo XVIII, tan simplificadora como sesgada. El Renacimiento fue la culminación de la Edad Media, no su negación.

-Una de las cuestiones más interesantes del libro es, a mi juicio, su reivindicación del pensamiento renacentista español, rescatando para ello a figuras imprescindibles de dicho periodo, algunas de ellas de la célebre Escuela de Salamanca. ¿Qué vigencia e influencia tienen para usted en el mundo de hoy aquellos ilustres pensadores que ya por entonces alcanzaron talla internacional?

-El pensamiento español de nuestra época clásica, el Siglo de Oro, se reivindica por sí mismo, por su trascendencia y su importancia, como espero que se aprecie en el libro. Tiene la vigencia de lo clásico, de lo que todos saben, pero ya no recuerdan de donde procede. Todos saben o se imaginan lo que es un “trapisondista”, pero pocos recordarán que también puede ser un ciudadano de la polis griega de Trapisonda, en el sur del Mar Negro. Con las aportaciones de los pensadores españoles de los siglos XVI y XVII sucede algo parecido. Todos sabemos lo que es la inflación, pero pocos recuerdan que su primer estudio y definición lo efectuó Juan de Mariana (1536-1624), y muchos conocen la teoría cuantitativa del dinero, pero muy pocos saben que la formuló por primera vez Martín de Azpilcueta (1492-1586).

-Hubo otros autores relevantes…

-De los autores renacentistas españoles quizá deba destacarse a Juan Luis Vives (1493-1540), anterior, pero inspirador, de la Escuela de Salamanca. Vives es una de las tres figuras clave del Renacimiento, junto con Erasmo de Rotterdam (1466-1536) y Tomás Moro (1478-1535). Fue el gran reorganizador de los saberes tras la quiebra de la escolástica medieval, el restaurador de la filosofía y el definidor del método científico. Un autor fundamental para los desarrollos científicos y filosóficos de la modernidad, al que le cae estupendamente el aserto de Gumersindo Laverde (1835-1890), de que “Europa es hija, aunque ingrata, de la filosofía española”.

La persecución religiosa no fue cosa sólo de los católicos. Por eso Spinoza y Locke acogieron con tanto interés la teorización del poder de los pensadores católicos españoles

-Para usted Juan Luis Vives fue una figura fundamental…

-Vives ejerció un influjo trascendental en los autores del Siglo de Oro, que se adscriben usualmente a la denominada Escuela de Salamanca. Y prefiguró la posición de estos últimos en asuntos tan importantes para el desarrollo de la idea de libertad, como la polémica de la predestinación, o la determinación del origen divino del poder y la definición de la tiranía, o el Derecho Natural. Aunque luego fuesen Vitoria (1483-1546), Suárez (1548-1617), el ya citado Juan de Mariana u otros, los que perfilasen esas ideas y esas tesis en sus formulaciones definitivas.

Presentación del libro en el Centro Riojano de Madrid. Imagen: CRM

-Algunos de estos pensadores influyeron incluso en los procesos liberadores de las colonias americanas desde finales del siglo XVIII, ¿no es cierto?

-Sí, desde luego, así fue. El autor de la Declaración de Independencia (1776), Thomas Jefferson (ver artículo de PLA sobre Jefferson), conocía a los clásicos españoles y los utilizó para fundamentar sus apelaciones a la libertad y al consentimiento de los gobernados para organizar un gobierno que no fuese despótico. De nuevo, en el debate constitucional USA de 1787, los clásicos españoles volvieron a ser citados. Pero no fue solo eso, que ya sería importante, sino mucho más. En realidad, los primeros teóricos de la democracia liberal, Locke (1632-1704) y Spinoza (1632-1677), tuvieron problemas con las teorías políticas del protestantismo que, al establecer que el gobernante recibía directamente el poder de Dios, remitían a sistemas despóticos y tiránicos, inevitablemente. En fin, a teocracias, que unían en la persona del gobernante la doble condición de máximo jefe político y de máximo jefe religioso: desobedecerle o discrepar, no sólo era delito, sino que era también pecado. Locke y Spinoza trataban de escapar del planteamiento teocrático y tiránico propio del protestantismo, por lo que estudiaron y asumieron con la mejor disposición la teorización sobre el poder de los autores españoles.

-Intentaron zafarse de aquella intolerancia…

-Ambos vivían la terrible intolerancia religiosa de las protestantes Inglaterra y Holanda. No se engañe nadie, la persecución religiosa no fue cosa sólo de los católicos. Por eso Spinoza y Locke acogieron con tanto interés la teorización del poder de los pensadores católicos españoles. Estos sostenían que el poder del gobernante procede de Dios, sí, pero de modo mediato, no de modo directo. El poder lo da Dios a la comunidad, al pueblo, que a su vez lo entrega al gobernante, mediante el pacto social. Una entrega condicionada a que el gobernante respete la ley y los derechos de sus súbditos, o sea, sin tiranía. Es decir, que el rey, para serlo, debía obrar rectamente, conforme a ley, pues, en caso contrario, no era rey, sino tirano.

-En el caso de los pensadores españoles…

Para los pensadores hispanos, la tiranía era tan contraria a Dios y al derecho natural, y tan indeseable para los hombres, que hasta teorizaron el derecho de resistencia a la opresión e, incluso, el tiranicidio.

-Los dos últimos capítulos de su libro están dedicados a la Ilustración española, las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812. Dos preguntas relativas a estos epígrafes. ¿Cómo describiría el carácter diferenciador, si es que lo tuvo, de la Ilustración española en relación con otros movimientos ilustrados de la Europa del siglo XVIII?

-La Ilustración fue, sobre todo, un movimiento intelectual, casi un estado del espíritu plasmado en una propuesta cultural, a partir del lema que sintetizó Kant (1724-1804) en su célebre máxima “sapere aude” (atrévete a saber), convertida en lema de toda la Ilustración. En lo demás, los ilustrados de Europa y América no compartieron casi nada, ni en creencias, ni en fundamentos filosóficos, ni en proyectos. Sí compartieron algún principio y actitud y, en general, un alto interés por las ciencias y la economía.

El destino de la libertad en España se tuvo que abrir camino por sendas escarpadas y peligrosas

-¿Hemos valorado suficientemente nuestra Ilustración?

-La historiografía española no ha apreciado mucho nuestra Ilustración y no le ha concedido muchas opiniones favorables. Buena parte de esta adversa valoración se debe a que la Ilustración española compatibilizó los nuevos saberes científicos y la razón, con la tradición católica. De ahí que algunos consideren que la Ilustración española no pudo serlo exactamente, o lo fue de un modo muy limitado, pues las ilustraciones “modélicas” o fueron muy anti-católicas, sobre todo la francesa, o simplemente contrarias al catolicismo, como la alemana, la inglesa o la americana. Mas, catolicidad e Ilustración no son excluyentes. La Ilustración polaca, austrohúngara, italiana y portuguesa, también fueron católicas.

-Por otro lado, ¿considera que la malograda Constitución de 1812 fue una oportunidad perdida para construir una sólida idea de libertad o los enfrentamientos entre liberales y absolutistas que llegaron después habrían hecho inviable cualquier posibilidad en ese sentido?

-No. No fue una ocasión lo que se perdió. Las tres primeras constituciones modernas tuvieron una vigencia efímera. La norteamericana de 1776, no llegó a pasar de diez años, y la francesa de 1791 no llegó a regir dos. La española de Cádiz llegó a casi siete, en total, en tres periodos. Todas fueron de carácter, digamos, demasiado experimental, como para que pudiesen perdurar.

Perdo López Arriba. Imagen: Muriel Feiner

-Aun así, la Constitución de Cádiz, la famosa ‘Pepa’, es un hito en la historia del constitucionalismo español…

-La Constitución de 1812 fue una obra de madurez y plenitud modernas, que aspiró a integrar en los nuevos tiempos, desde la libertad, al más vasto imperio hasta entonces conocido, definiendo la Nación española como “la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios, (que) es libre e independiente y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona”, como dice en su artículo primero. Cuando se revisan los acontecimientos a que se vio sometido el mundo hispánico, entre 1808 y 1824, es fácil caer en la melancolía. Fue una historia que terminó en frustración. Los prometedores progresos científicos, literarios y artísticos, y los avances económicos y sociales, logrados durante el siglo XVIII, se verían malogrados, bruscamente, por una destructiva sucesión de guerras y desastres. En Europa y en América. Y la costosa victoria militar sobre el más grande genio bélico de la historia conocido hasta entonces, Napoleón, y sobre el mejor ejército del mundo de la época, no terminó en la gloria del triunfo, sino en el desastre del derrumbamiento de la España de dimensiones planetarias, existente hasta 1808.

-Fue un proyecto que iba más allá de las fronteras penínsulares…

-Las Cortes Generales y Extraordinarias de 1810 habían acometido la gigantesca tarea de sustituir el viejo edificio institucional derruido, creando uno nuevo que lo articulase eficientemente: la Constitución. Pero al final del periodo revolucionario abierto en la vieja España, europea y americana, en 1808, hasta el mismo solar en que se pretendía levantar el nuevo edifico se fragmentó irreversiblemente en múltiples pedazos. Lo que se perdió fue el país al que estaba dirigida esa Constitución, la España que se extendía por ambos hemisferios.

-Leemos en su libro que la historia de nuestro país en torno a la idea de libertad ha sido siempre una paciente y tenaz búsqueda de esa ansiada libertad. Quizá como ha sucedido también en otras naciones. ¿Cree usted que en la actualidad disfrutamos en España de un nivel aceptable de libertad?

-Sí, desde luego, pero sometida a múltiples riesgos y amenazas. La vieja libertad greco-latina pereció. Mas siempre quedó un rastro de libertad, tomado y retomado hasta nuestro tiempo, sin perderlo nunca. Pero, tanto en la antigüedad, como en el mundo actual, la libertad ha estado siempre necesitada de reivindicación y de defensa. La libertad tiene enemigos, internos y exteriores. Y nadie puede afirmar con plena certeza que la libertad haya terminado por asentarse definitivamente en ninguna sociedad, o que la libertad no pueda volver a limitarse y hasta eliminarse. Ha sucedido muchas veces y el siglo XX, con todos sus horrores, está todavía muy cerca.

-El libro, como se ha comentado, concluye en los primeros años del siglo XIX, ¿es un punto y final o habrá una segunda parte?

-Las aportaciones efectuadas por España y los españoles en la configuración de los sistemas políticos de democracia liberal ha sido muy considerable. Mas, el destino de la libertad en España se tuvo que abrir camino por sendas escarpadas y peligrosas. De modo que abordar una continuación sería adentrarse en el estudio de las aventuras de la libertad en España, que más bien sería el de sus venturas y desventuras en los dos últimos siglos. El siglo XIX, como en todo el mundo, permitió un paulatino avance general de los sistemas liberales, aunque en España tuvo elevados costes. Pese a la frontal resistencia de los sectores más reaccionarios, como el carlismo, y pese a la incipiente violencia revolucionaria obrerista, el sistema liberal se asentó en España en el último cuarto del siglo XIX. Por el contrario, el siglo XX no fue un siglo propicio para la libertad, en todo el mundo. En 1945 fue derrotado el totalitarismo fascista y, en 1990, se hundió el comunismo soviético y su imperio europeo. El siglo XX ha sido el siglo del totalitarismo, en casi todas sus versiones posibles. También en España.

-¿Y en la actualidad?

-Hoy, como ayer y como siempre, la libertad continúa intentando afirmarse, en España, en Europa y en el mundo, frente a las amenazas que la acechan. Amenazas que surgen desde fuera y desde dentro de nuestro propio entorno cultural. Es el reto de nuestra generación, como lo fue el de las que nos precedieron y lo seguirá siendo el de las que nos sucedan.

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Archivo Entreletras

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