marzo de 2024 - VIII Año

Los ‘Rubaiyat’ de Omar Khayan

Rubaiyat 1Omar Khayan nació en Persia, hacia el 1040 de la era cristiana y vivió algo más de ochenta años.

Libertino, sibarita, ácido y materialista, estudió Matemáticas y Astronomía, reformó el calendario musulmán y cultivó el Derecho y las Ciencias Naturales. Sin embargo, nada de todo esto ha hecho perdurar su nombre, y le ha ganado tanta reputación e influencia, como una colección de un número indeterminado de poemas de cuatro versos dodecasílabos titulada Rubaiyat (Cuartetos) que constituye una profunda reflexión sobre el (sin)sentido de la vida y una alabanza a la belleza, al vino y al disfrute de los placeres del instante, al tiempo que un alegato en toda regla contra el fanatismo religioso, la creencia en la otra vida y la hipocresía moral.

No se sabe cuántos Rubaiyat fueron realmente escritos por él. La primera recopilación data de 1341, más de 200 años después de su muerte. Entretanto los primeros Rubaiyat, que fueron escritos para ser distribuidos entre un pequeño grupo de amigos, habrían circulado de mano en mano de forma discreta cuando no directamente clandestina. La colección más antigua atribuida a Khayam, la de la Bodelian Library de la Universidad de Oxford, data de 1461, más de trescientos años después de su muerte. Contiene 158 de los cuales solo de 14 se tiene la certeza de su autoría. El resto se supone que o bien fueron escritos por Khayam o bien pudieron ser escritos por poetas admiradores suyos que se ocultaban tras su nombre para escapar a las acusaciones de impiedad y ateísmo. Estaríamos, por tanto, ante una obra colectiva que refleja una filosofía y una visión del mundo opuestas a las dominantes en la Persia sometida a la dominación árabe. Por tanto, no habría habido un sólo Khayam (aunque él hubiera sido, por así decir, el ‘iniciador de la saga’) sino muchos, lo que, además de su contenido, confiere a este libro un valor singular (1).

RubaiyatEn una época en que se consideraba al hombre -en masculino, pues las mujeres no contaban- (2) como un reflejo de la imagen divina, el centro de la creación y del universo, Khayam adopta el punto de vista opuesto y en un célebre cuarteto considera que el nacimiento y la muerte de los hombres tienen tan poca importancia como el nacimiento y la muerte de una mosca. Para él, la vida es un tránsito entre dos nadas y lo mejor que se puede hacer es disfrutar del instante. Para Khayam, el mal y la fealdad del mundo exceden con mucho a la verdad y a la belleza y por eso es tan importante buscarlas, no dejarlas pasar y disfrutarlas cuando las encontramos.

Dirige la mirada a tu alrededor: no verás sino desolación y angustia. / Tus mejores amigos han muerto y la tristeza es tu sola compañía. / Mas levanta la cabeza y extiende tus manos: coge todo lo que desees y puedas conseguir. / El pasado es un cadáver que debes sepultar.

Emparentado de algún modo con el ‘carpe diem’ horaciano, el Goce sensual de Khayam, incluido su elogio de la embriaguez y del vino -al que, según parece, fue dando más importancia a medida que se iba haciendo viejo-, es siempre efímero y más trágico que melancólico pues mira de reojo a la Muerte cuya sombra está permanentemente al acecho de la mano de un conocido mensajero, el Tiempo. De ahí su ácida lucidez y también su crónico pesimismo.

Supongamos que hayas resuelto el enigma del universo, ¿cuál es tu destino? / Supongamos que hayas arrancado a la verdad todos sus velos, ¿cuál es tu destino? / Supongamos que hayas vivido feliz cien años, / y vayas a vivir aún cien años más, ¿cuál es tu destino?

Pero es la brillante precisión de su lenguaje, por lo demás directo y nada rebuscado, el sabio recurso al cuestionamiento y a la duda, el fino empleo de la ironía, así como la capacidad de compresión de una filosofía profunda -donde se fusionan la moral, la física y la crítica política y religiosa-, en la escueta dimensión formal de cada cuarteto, lo que hace de Khayam un poeta memorable.

Mira y escucha. Una rosa tiembla, agitada por la brisa, / y el ruiseñor le canta un himno apasionado; una nube se detiene. / Bebamos, y olvidemos que la brisa deshojar a la rosa, / se llevará el canto del ruiseñor, y arrastrará la nube que nos brinda su sombra.

Eso, y el que los temas que trata (el misterio del universo, el sentido de la existencia, el paso del tiempo, el placer y el dolor, la verdad y la apariencia, la cruel hipocresía de los moralistas y poderosos –conviene recordar que beber vino en el Irán de su época se castigaba con sesenta latigazos) no caducan, siguen presentes.

0 8d3d1 cdb35a7d origEl vasto mundo: un grano de polvo en el espacio. / La vana ciencia de los hombres: palabras. / Los pueblos, las bestias y las flores de los siete climas: sombras. / El fruto de tu continua meditación: nada.

Desde que a mediados del siglo XIX se publicaron las traducciones de Fitzgerald al inglés y de Nicolas al francés la influencia de los Rubaiyat en la poesía occidental ha sido enorme, sobre todo en el mundo anglosajón donde se crearon numerosos clubes dedicados al poeta, pero no solo en él. Fernando Pessoa, por ejemplo, realizó una traducción al portugués de los Rubaiyat para su uso personal a partir de la versión de Fitzgerald, que acaba de ser editada en bilingüe (portugués-español) por El Gallo de Oro.

Obligado a peregrinar a La Meca y forzado a recluirse luego en su ciudad natal de Nishapur, se dice que Omar Khayam murió mientras leía el tratado de Metafísica de Avicena. Su lugar de enterramiento fue encontrado bastante después por Nizamí, uno de sus discípulos, a quien, según se dice, había dejado la siguiente indicación: Mi tumba estará allí donde el viento del norte pueda cubrirla de rosas deshojadas.

Notas:
1.- Para una discusión pormenorizada de estos extremos puede verse la introducción de Sadeq Hedeyat a la edición de los Rubaiyat preparada por Zara Benham y Jesús Munárriz para la colección de poesía de Hiperión.
2.- En los Rubaiyat las mujeres aparecen casi siempre vinculadas al placer masculino frecuentemente como huríes del paraíso o como escanciadoras de vino, y alguna vez como rameras de burdel, solo en unos pocos cuartetos se alude a una amada sublimada y distante. 

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Archivo Entreletras

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