abril de 2024 - VIII Año

‘Libro de las opiniones’ de Santiago Vera

Libro de las opiniones
Santiago Vera
Ediciones Liliputienses, 2019
90 páginas

Este año 2020 no solo está siendo atípico por la aciaga pandemia que soportamos, también porque esta situación ha retrasado, por diversos motivos, quehaceres que no deben quedar más tiempo en el tintero. La recensión del Libro de las opiniones del escritor peruano Santiago Vera (Lima, 1987), publicado por Ediciones Liliputienses, era uno de esos deberes pendientes.

El Libro de las opiniones es una obra que da continuidad a la trayectoria de Vera iniciada con la publicación del poemario Volúmenes silenciosos (2012). El libro que ahora nos ocupa fue editado en la otra orilla en 2014 e impreso en 2019 por primera vez en España en los ‘talleres microscópicos’ de Ediciones Liliputienses, con el patrocinio de la Fundación Obra Pía de los Pizarro.

Sin duda, el libro de Santiago Vera sorprende por el considerable y excelente trabajo literario que encontramos en sus páginas. En cada uno de sus textos hallamos a un autor que forja un estilo personal y una voz propia, empleando el lenguaje con una notable destreza para ofrecer al lector una forma singular de expresión. Sus ‘interioridades son a-gramaticales’, pero si debe cargar ‘con un problema muy geométrico, entonces –escribe Vera- lo vuelvo ortográfico, y lo que resulta tri-dimensional, lo convierto, después […], en una simple cuestión de tílde, de acento, alguna veces de mayúscula….’ Aquí lo relevante es la escritura, la herramienta que Vera utiliza para interpretar y representar la realidad en la que está inmerso, bien sea su propia realidad intrínseca o la realidad exterior que circunda al autor.

La obra de Vera no es intimista, pero desde su personal perspectiva habla de sí mismo  (‘Mi cuerpo es humeante por decisión propia y sin embargo mi zapato es como un martillo que se clava al suelo,’ o ‘El motor me hacía destellar tristezas. Al fondo era la maquina asteroide, vena, terreno oscuro iluminado por el haz del movimiento, vulcanizado con las pilas, puesto en marcha.’), y se hace incluso entrañable visión del futuro (‘Ni mis nietos ni mis bisnietos ven esta ventana desde la que reconozco sus faltas y sus méritos y sus cuerpos humanos…’). Pero sin olvidar lo que sucede en su inmediato alrededor: ‘Los Acontecimientos están en huelga y se cosen la boca. / Los Acontecimientos protestan y cumplen con su huelga de hambre. / Los Acontecimientos luchan por una causa y hacen paro nacional,’.

Nada más comenzar la lectura del libro podemos percatarnos ya de como Vera configura una dimensión espacial y temporal a la medida de lo que quiere expresar: ‘Lo que me pasa cuando reparo en lo de antes de ayer es que lo hago siempre dos días luego. Entonces ya no reparo estrictamente en lo que quería reparar, sino en la vez que quería hacerlo.’  Asimismo anuncia la aventura del lenguaje que está dispuesto a afrontar. Aunque ‘Yo me acuerdo –escribe Vera- que cuando tenía diez o nueve años le tenía miedo a la ortografía, y porque le tenía miedo a la ortografía prefería no tomar demasiados riesgos a la hora de las construcciones gramaticales.’, ahora sí va a asumir riesgos trabajando con las herramientas e introduciendo elementos que le ofrece el lenguaje. Eso es precisamente lo que, en  mí opinión, confiere valor a esta obra, su apuesta por intentar abrir una puerta a la originalidad. Tratando ‘que dos cosas que están separadas por fin sepan unirse’.

Más allá del contenido, lo relevante aquí es la escritura. Podrá pensarse que esto es algo obvio, pero nada más lejos. Porque este Libro es un destacado juego literario. Aquí la escritura de Vera no solo está para decirnos algo, en estas páginas la escritura quiere ser algo en sí misma. Su estilo, salvando las distancias, trae a la memoria ciertas resonancias de la literatura de Joyce o Beckett. ‘Venía un señor y me inoculaba su veneno. Yo le decía al señor: “oiga no me inocule su veneno”. Pero el señor se me enganchaba a la ropa y me empotraba su horario laboral por encima de mi negligencia escrita.’, escribe. La obra de Vera es ensayo e investigación. ‘Pienso que todo cuanto pienso no lo pienso claramente. Lo pienso con intensidad y vértigo, sí,…’.

Un intento por descubrir un modo de expresión con el que abordar todo lo que capta su mirada poética. Una mirada de 360 grados: ‘Me acuerdo de cuando caminaba por el tontódromo universitario y vi una mochila azul en la que supe que había un diccionario Espasa Calpe y en la página 412 la palabra esternocleido y luego entonces tomando la misma ruta que yo hacia el paradero.’

Diríase que estamos ante un retablo cubista. Entendiendo cubismo como ruptura. El Libro de las opiniones de Santiago Vera es poesía y prosa, o las dos cosas a un tiempo. Una escritura que parece confeccionada para ser contemplada. Literatura dónde la imagen tiene un lugar destacado: quiebros, figuras intercaladas, poesía visual, cambios tipográficos,… Una frase -¿poema o aforismo?-  es todo lo que ocupa una página (la 67): ‘A veces llamo a la gente y vienen dos.’ Humor o ironía para agitar el intelecto. En otro caso (página 86), son dos versos: ‘Lo único que yo tengo es el mí, el me, el Yo, / Lo único que me falta es el nos’. Y en la página 90, todo el espacio lo cubre un texto con un tamaño de letra liliputiense. Una página que, como diría fray Guillermo de Baskerville, parece haberla escrito una hormiga mojada en tinta.

Santiago Vera ‘Quería escribir algo que fuese serio de verdad. Algo que, por fuerza, se convierta en verdadero’ y en este Libro de las opiniones lo ha conseguido. Un esfuerzo por explorar y experimentar con los límites del lenguaje. Muy de agradecer en tiempos de excesiva uniformidad. Una obra original, o sea.

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