abril de 2024 - VIII Año

‘Anacronía’ de Gerardo Rodríguez Salas

Anacronía
Gerardo Rodríguez Salas
Valparaíso Ediciones. Granada (ES), 2020
94 páginas

“El recuerdo es la sombra/ torpemente zurcida a los talones/ y el olvido la piedra/ que no termina nunca de caer.” El final del poemario nos da el principio de esta reseña: ¿Alguien dispuesto a girar la cabeza atrás, ligeramente hacia abajo? Vamos a mirar esa sombra. Cierren los ojos…

Down, down, down. Es Gerardo, y no Alicia, el que cae por la madriguera. La muerte inesperada de su hermano Javi (el conejo blanco en esta nueva aventura del escritor granadino) detona ‘Anacronía’, su viaje de ida y vuelta, o de vuelta e ida. Súbanse. Están todos invitados.

Minuto cero. Un segundo antes del Big Bang. Y… de cabeza a Lete. Splash! El olvido se echa como unas “cortinas alpujarreñas”. “Vuela el reloj al otro lado/ lejos del tiempo/ y su esfera chiflada/ que da vueltas sin rumbo/ entre abrazos perdidos.

Primera parada: DOLOR. ¿Cómo ponerle palabras? “sentimientos de aceite que flotan en el agua/ podrida que me anega”, “el dolor sordo de tus ojos/ que no pudo borrar ni la lejía”... “Pero las letras se hacen humo” en estas páginas “frías como el papel”.

Segunda parada: AYER. Tan ajenos, los recuerdos, a lo que había de suceder: de la infancia (chutando las sandías de la abuela) a la juventud (zambullida en el día a día entre hermanos). Paraíso arrebatado (DÓNDE), con sabor terrenal (“tu queja en calzoncillos”) y banda sonora incluída (“El Always de Bon Jovi”). Hasta que, como un mazazo, nos topamos con la tragedia (el rojo de la sandía lo anunciaba antes; ahora las sirenas ensordecedoras): “Nada hacia la ambulancia nuestra madre/ sin salvavidas,/ se derrite la cera en sus oídos.”

Tercera parada: AUSENCIA. “sola, sin ti, sin él, sólo la noche/ sólo el hueco en la almohada.” Se arranca el viaje, “buscando el infinito”, a las antípodas nada menos, la Tierra Nueva. Mas el hueco no se hace sino más grande, presente Javi en cada piedra, en cada héroe y canción, en cada paso por tierras neozelandesas. Y  “fin de la ruta”. No se puede llegar más lejos. “No queda mapa,/ no hay más papel/ donde buscarte.” Llega la desolación, la duda: “Hermano, ¿dónde estás?”

Cuarta parada: PORVENIR. De regreso a la Tierra Vieja. Al Hogar. Con toda su Historia a los hombros. Pero sin su peso ya. Y se resuelve el enigma. “Granada esconde/ sus más sabrosos granos.” De nuevo, el rojo, pero tan diferente. Transmutación divina. Las piezas se han ido colocando, como gajos de naranja. Se sincroniza el viaje de ida, con el de vuelta, y “Danzan dos hemisferios” con “Las cómplices cadencias/ de koauaus y guitarras.”

Surge la última pregunta:

– “¿Qué fue de aquellas bóvedas azules (…)?
“(…) Queda sólo una alberca/ de agua silenciosa, (…)”

Sobre su espejo mudo se dibuja la última respuesta:

– “No hay olvido en el musgo ni rigor en la roca,/ no bajo los peldaños, ni lloro por tu ausencia,/ pues soy gota del río cristalino/ que, fundida en tus dedos, abraza la ciudad.”

El Viaje ha llegado a su fin. Las manecillas del reloj han completado el círculo y se han hermanado. Se entiende ahora que, en realidad, nunca embarcamos: “El viaje nunca acaba/ porque nunca te fuiste.”

De nuevo en el minuto cero. Un segundo después del Big Crunch. Es un “sitio” (por llamarle de alguna manera) muy especial. Siempre lo anduvimos buscando. Nos acompañan los más ilustres poetas, Shakespeare (“Life’s but a walking shadow”, by Macbeth) a la cabeza. Ellos llegaron antes. Gerardo no ha hecho más que seguir la ruta y, cual intrépido capitán, nos condujo a todos a puerto.

Pueden bajarse. Quítense los zapatos.

Última parada: CERTEZA. Estábamos mirando hacia atrás, ¿recuerdan? La sombra, sí. El recuerdo. El enigma se resuelve. El autor de “Anacronía” da el golpe maestro y nos apunta a su origen: Usted, Yo. Gerardo o Javi, tanto monta. La misma Luz que la proyecta: el soñador del sueño.

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Archivo Entreletras

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