mayo de 2024 - VIII Año

‘Incisiones’, de Pedro López Lara

Incisiones
Pedro López Lara
Poesía
Editorial Renacimiento, 2024
ISBN: 978-84-10148-31-4
74 págs.

Nueva entrega poética de Pedro López Lara, autor inagotable e incesante, que vuelve a publicar en la prestigiosa colección “Calle del Aire» de Renacimiento su, por ahora, más reciente poemario, que, siguiendo la costumbre del poeta, tiene por título una única palabra: Incisiones. Libro de bella y elegante presencia, en el que Luis Alberto de Cuenca se ha ocupado de redactar la nota informativa de la contraportada, donde se hace saber que “son CLI las incisiones, numeradas con guarismos romanos, todas breves, algunas brevísimas, de que consta el libro, que se reparte en cinco zonas desde donde incidir en la existencia, y también en la esencia, del poeta. Epígrafes que tienen que ver con el tiempo, la noche, el amor, la muerte y la creación poética, agotando el muestrario temático que la lírica ofrece a sus cultivadores”.

Y, puestas en claro tanto la estructura como la disposición del poemario, cabe apuntar también, a modo de antecedente puntual y cercano, que la división temática de Incisiones repite casi literalmente la utilizada por el autor en Muestrario, su anterior libro. Semejanza nada casual que define sin ambigüedad y pone en claro cuáles son los intereses líricos del autor; si no todos, sí aquellos que están relacionados directamente con la vivencia existenciaria, es decir, el poeta situado ante sí mismo y ante los otros, emplazado frente al suceder temporal y lo destinado. Temática que se despliega infatigable, aun a falta de epígrafes aclaratorios, en todos sus libros, salvo las excepciones de Iconos y Museo, poemarios dedicados a polos de atracción estéticos e intelectuales de Pedro López Lara, como el cine, la pintura, la literatura o lo mitológico.

El título del libro, Incisiones, remite a la voluntad literaria del autor y al estilo lírico que corresponde a esa voluntad personal. Son poemas incisivos, mordaces, cáusticos. Poemas de traza epigramática, breves, ingeniosos, irónicos y escritos con ese lenguaje escueto, atinado y sin ampulosidad retórica que caracteriza a Pedro López Lara. Sirva de ejemplo el poema I, el que abre el libro: “Éramos incendiarios, apilábamos / nuestros instantes en la hoguera. // Pirómanos del día a día, / locos de atar —pero a la llama—, /

no nos enajenaba el fuego: nos cumplía: / porque era nuestra la vida. Y ardía.”.

Esta parte primera del poemario, “Vicisitudes y tiempos”, tal es su nombre, es la más extensa de todas. Son 58 poemas donde se manifiestan preocupaciones y fascinaciones usuales en la obra de López Lara. Así, el sarcástico escepticismo: “Sé exactamente dónde / escondí lo importante. / Y sé que sigue ahí, / tesoro demorado, esperándome.” (poema V). O las útiles astucias del recuerdo: «No es de extrañar que a veces aparezcan / en otras sendas nuestras huellas, / sendas que nunca recorrimos: / la memoria es mendaz, amnésico el camino.” (XVIII); y el piadoso manto del olvido: “Fuimos otros, pero ellos no lo saben. / La sucesiva alienación / se fundamenta en el olvido.” (XXXV). Para desembocar al fin en el transitado paraje del tiempo, pero de una temporalidad sin las habituales lamentaciones y escasamente añorante: “No encontraréis ninguna prueba, / porque sencillamente no las hubo. / Nada se pudo entonces demostrar, / ni se podrá ahora. / La existencia de aquello sigue siendo / estricta conjetura que tan solo avala / una memoria en descomposición.” (LII).

En “Memorial de la noche”, la segunda sección del libro y la más breve, 13 poemas, Pedro López Lara vuelve a evocar en su poesía el territorio ausente y, ahora sí, nostálgico de ciertas noches entrañadas. Se trata sin duda de uno de sus temas preferidos y más personales: “La realidad fue aquello. Lo recuerdo: constaba / de momentos sin afuera, exhaustivos, / de gentes que apostaban cada una de sus vidas / a una insólita carta y, satisfechos, las perdían” (LXI). Noches de significados atrayentes y abismales, malditos incluso, que ningún sol diurno y luminoso puede abolir ni reemplazar: “Es el paisaje deslumbrante, sí, / pero el espectador / lo absorbe indiferente, sin poder abrir / la válvula que lo tornaba mágico. // No hay don de la ebriedad aquí.” (LXXI).

“Amor, hostilidades” es el título de la tercera sección. Dos palabras que se antojan antitéticas y terribles cuando se unen: amor hostil. Pero no por ello términos absolutamente opuestos entre sí, sino unidos a menudo en el paisaje cotidiano, como cuando el verso más amable solo puede afirmar: “Giraba el mundo en torno nuestro, / y era radiante. Es cuanto recuerdo.” (LXXII). Una insana unión, amor y hostilidad, que puede llevar, aunque sea en forma de imagen literaria, a cualquier exceso. Y Pedro López Lara tampoco va a eludir ese peligro: “No entendemos las cosas, porque hemos olvidado / el roce de su piel, toda ella tacto. / Solo al estrangular recuperamos / el pulso primordial, que torna a nuestras manos” (LXXXVII). Y si, cambiando de asunto, se trata entonces de juzgar y apreciar la actitud y buenas intenciones de los otros congéneres, el autor tampoco se anda por las ramas del lirismo: “Entre las atracciones de este hediondo circo, / mi favorita será siempre el hombre que devora / carros y carretas y culebras, cuanto sapo le echen. // […] Una destreza primordial, en suma, que habría que aprender / en los primeros cursos de la escuela, a modo de Ars vivendi.” (XCIII).

La cuarta sección del libro, de título expresivo, “Postrimerías, muertes”, clausura el espacio temático dedicado al existir mundano y sus profusos recovecos íntimos. Una concepción de las postrimerías, la de Pedro López Lara, ajena por completo a las demasías sentimentales y las pretensiones metafísicas: “Míralo todo bien. Porque muy pronto / desaparecerá. // Nadie nos hizo esa advertencia.” (CVII). Visión realista y objetiva, sin más, pero también sin menos: “La sospecha de que hemos sido dioses, / no en otra dimensión, hecha de eones, sino en esta / vida que humanamente se prolonga, / nos persigue o es fiel hasta el final, cuando recibe / un desmentido solo en apariencia / demoledor: también los dioses mueren.” (CXVI). Es decir, que, guste o no, lo parezca o no, y dicho sin acritud, esta era la única versión auténtica de esta historia.

En la quinta y última sección del poemario, su autor regresa una vez más en otro de sus temas recurrentes, la metapoesía, el “Ars poetica”, el hondón estético generador de la inspiración poética: “Escribir poesía: fijar una distancia / entre las cosas y nosotros, abrir un paréntesis. / En él, en su centro, se juega una partida / cuya apuesta es el tiempo.” (CXXXIV). Pero la de Pedro López Lara no es una metapoética al uso, sino que en realidad se trata de la desenfadada visión de un poeta iconoclasta y cáustico: “Buceadores del abismo, emergen luego, / cubiertos de algas y otras porquerías, susurrando / que han descubierto algo, / que están al fin en posesión de algún secreto. // Que en cuanto ignoren lo que es van a ponerlo en verso.” (CXL: “Los profundos”). O también, por ejemplo, “Tus sentimientos —créeme— a nadie importan. // Lo que el lector anda buscando son palabras / que suenen bien y tejan un diván, / hagan después brotar en él, acogedores, / el sueño o la amnesia.” (CXXXVII). Teoría poética, en efecto, mas absolutamente descarnada y terminante: “Y esto para qué sirve, interpela el niño, / al ver los versos en hilera. // Entonces le cuenta la maestra una cualquiera / de las tramoyas que otros inventaron / y ella memorizó, sumisa, en el manual / de percances y posibles respuestas. / No se atreve a decir, o no sabe cuál es, / la embarazosa verdad: para nada.” (CXLIX).

Sin embargo, a pesar de su demoledor espíritu crítico y su escéptico descreimiento frente a la creación poética, o precisamente por acreditar tales características, Pedro López Lara es un notable poeta, con una voz diferente y personal, que avanza con paso decidido y veloz hacia los puestos de mayor prestigio de la actual poesía española. Estamos sin duda ante un poeta brillante y sorprendente, y en Incisiones, su último poemario, vuelve a demostrarlo una vez más. Excelente libro.

 

COMPÁRTELO:

Escrito por

Archivo Entreletras

El viaje, símbolo y metáfora de la vida
El viaje, símbolo y metáfora de la vida

Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro Emily Dickinson

Por
Terrorismo fiscal

Por Rafael Simancas*.-| Noviembre 2017 De los papeles de Panamá a los papeles de la Castellana, y ahora los papeles…

Voltaire y el Siglo de Luis XIV: los problemas de la historia “progresista”
Voltaire y el Siglo de Luis XIV: los problemas de la historia “progresista”

[caption id="attachment_30424" align="alignleft" width="570"] Volatire Mucho antes de que el británico Herbert Butterfield (1900-1979), en The Whig Interpretation of History…

92