El camino hacia Menfis y Tebas pasa por Turín Jean-François Champollion
El «Museo delle Antichità Egizie» es una de las joyas de Turín. Su visita produce asombro, admiración y, en cierto modo, una sensación de sobrecogimiento. Es el segundo en importancia, después del Museo de El Cairo. Atesora grandes hallazgos procedentes del Valle de las Reinas, así como esculturas, sarcófagos, papiros y objetos de la tradición funeraria, hasta el punto, de que uno de sus atractivos es que quien lo visita puede hacerse una idea bastante exacta de cómo era la vida cotidiana en el antiguo Egipto.
Está ubicado en el «Palazzo delle’Accademia delle Scienze», un edificio barroco, diseñado por Guarino Guarini que, en su origen, fue colegio de nobles. Fundado en 1824 tiene el privilegio de ser el museo egipcio más antiguo del mundo, por eso, quizás, no resulte extraño que sea en esta ciudad piamontesa donde nació la egiptología.
Hoy en día, el concepto de «museo-contenedor» ha quedado desfasado e incluso los más prestigiosos museos tienden a seleccionar las obras que exhiben y a considerarlo como un servicio cultural público. Los conceptos museográficos procuran ser más pedagógicos y consiguen que los visitantes extraigan una visión de conjunto estructurada y ordenada.
Son, sin duda, de gran valor, algunas de las obras que posee el museo. Así la poderosa escultura sedente de Ramsés II, la tumba del arquitecto Kha o el Templete rupestre de Ellesija, donado por el Gobierno Egipcio a Italia, por la ayuda que prestó para evitar la desaparición de los templos de Nibia.
Quizás, sea la planta baja con la formidable Galería de los Reyes, la que produce una mayor sensación de grandeza. Debido, tal vez, a que se utiliza una técnica que imita el juego de espejos. Aunque sea esta una enumeración de urgencia, de las piezas más valiosas y representativas, al menos por su belleza, hay que citar una escultura de granito rosa, de Amenhotep, que aparece arrodillado ofreciendo un cántaro de vino a los dioses. Naturalmente las salas del museo son un espacio para el estudio de mitología egipcia con sus múltiples divinidades de cabeza de animal.
Quizás quienes estén leyendo estos apresurados comentarios se pregunten: ¿por qué el segundo museo egipcio del mundo está en esta ciudad piamontesa? Tiene su explicación. Es sabido que la realeza y la aristocracia acostumbraban a coleccionar objetos antiguos. Víctor Manuel III de Cerdeña envió en 1760 a Vitalino Donati, profesor de Botánica de la Universidad de Turín para que desplazándose por el Nilo trajese a su vuelta especímenes de flora y antigüedades. Las más de 300 piezas que trajo consigo a su vuelta son los cimientos del Museo Egizio de Turín.
Hay que hablar del papel que juegan las casualidades, los hechos fortuitos y las sorpresas en el devenir de la historia. Puede afirmarse que el museo nació como tal en1824 con la compra de la colección del explorador y diplomático Bernardino Drovetti que en aquel tiempo prestaba sus servicios como Cónsul General de Francia en Egipto. Hablábamos de los imprevistos y de los golpes de fortuna, pues bien, el rey Carlos Félix de Saboya adquirió más de 1000 pieza (grandes estatuas, sarcófagos, papiros…) procedentes de la colección de Drovetti.
El tercer paso se dio en 1824 cuando Ernesto Schiaparelli fue nombrado director del Museo. Adquirió nuevas obras, pero sobre todo, se realizaron excavaciones arqueológicas (Valle de las Reinas, Hermópolis. Asiut, y Guiza entre otras). La estatua sedente de la princesa Redit o la colosal escultura, de más de cinco metros de altura de Sethy II, son algunos de los tesoros que se obtuvieron.
Continuemos haciendo alguna cala en nuestra visita para apreciar obras singulares y de un valor histórico, escultórico y artístico inmenso. Llama, poderosamente la atención y es uno de los objetos más interesantes del museo el denominado Canon Real de Turín (de la dinastía XIX), también conocido como «Papiro Real de Turín». Una de las fuentes de más valor sobre el orden de sucesión de los faraones egipcios y en la que se llega a enumerar: su edad, los años de reinado…
Hemos citado al comienzo de este artículo unas palabras de Champollion, convendría añadir que este erudito e investigador se propuso descifrar la escritura jeroglífica y que su estancia en Turín, las horas pasadas en el museo y sus estudios de los papiros le fueron muy útiles para descifrar, posteriormente, la piedra Rosseta.
Testifican la importancia de este museo las más de treinta mil piezas, tanto artísticas como de uso doméstico y cotidiano que lo dotan de un enorme valor y atractivo.
Lo egipcio fascina. Constantemente aparecen nuevos libros, estudios que analizan, bien de conjunto o bien, específicamente, algún aspecto referido a una obra escultórica o arquitectónica grandiosa o, a aspectos de la vida cotidiana que se manifiestan en detalles y miniaturas. Suele interesar mucho la transición o viaje del «alma» al otro mundo. Las pirámides, que fueron concebidas como tumbas de los faraones, la escultura y pinturas funerarias y, también, los ritos y tradiciones vinculados al tránsito al más allá.
Muchos son los motivos para visitar el Museo Egizio de Turín. Van desde el afán de conocer, más y mejor, la historia, la arquitectura, la escultura y la vida cotidiana de esta civilización, a deshacer entuertos e ir más allá de tópicos simplistas.
Uno de los meritos indiscutibles del Museo es que «guarda» fielmente la memoria de una civilización milenaria que ha influido no poco en occidente… y también en oriente.
Los visitantes pueden encontrar a lo largo de las cuatro plantas y las diversas salas videos, e informaciones sobre aspectos diversos de la sociedad egipcia que facilitan una visión más concienzuda… y a la par amena.
Se decía en la antigüedad que un museo era el lugar de residencia de las musas. Este Museo ha sido concebido, estructurado y proyectado en estado de gracia. No se visita, tan solo, un espacio que recoge hallazgos de gran valor de la civilización egipcia. Se hace, también, una incursión por la vida cotidiana… y hasta se puede tocar con la punta de los dedos el espíritu y el aura de esta trascendental cultura.